Adolescente víctima de abuso en un colectivo: Iba mucha gente y nadie la ayudó

Una adolescente regresaba del colegio a su casa en la capital entrerriana. Un hombre la manoseó, ella gritó y lloró, pero solo le dieron un asiento. El abusador se bajó sin que nadie, ni siquiera el chofer, llame a la Policía.

 

El relato de Romina y Walter sobre lo que le sucedió ayer al mediodía a su hija, impacta tanto por el abuso que sufrió la adolescente en un colectivo como por la indiferencia de decenas de personas ante una situación aberrante.

La chica de 16 años salió de su colegio y se subió a la Línea 8 en la Plaza 1º de Mayo, sobre calle Urquiza. En la misma parada ascendió un hombre de unos 50 años, canoso y robusto.

Lo que sucedió minutos después, así lo contó su mamá: «Estaba lleno el colectivo, así que se quedó al lado de la máquina. Llegando casi a Ramírez siente que la están tocando, venía con su mochila y pensaba que era eso, pero después siente que le meten la mano y se da vuelta y ve al hombre que le está sacando la mano debajo de la pollera. Entonces le empieza a gritar al hombre ‘¡Qué me estás tocando, qué me está haciendo señor!’, y justo el colectivo llega hasta la terminal, entones el hombre se baja. Lo único que hace una señora de más atrás es darle un asiento para que se tranquilizara porque ella gritaba, lloraba, estaba temblando y nada».

El padre, que es policía y sabe de ayudar a personas en situaciones difíciles, se siente indignado por lo que le pasó y porque nadie la ayudó. «El colectivo estaba lleno y ni una persona la ayudó. Ella es una chica que no tiene calle, tiene mucho pudor, entonces lo que para algunos es un abuso simple para ella es una invasión terrible a su persona. Así que aparte del shock y del pánico, quedó totalmente inhibida, quedó apagada. Llegó a mi casa a los gritos pidiéndome ayuda, parecía que la venían persiguiendo, está en shock. Fuimos a Recursos Humanos de la empresa de colectivos Mariano Moreno e hicimos el descargo para que le llamen la atención al chofer. En la Fiscalía nos dijeron que van a tomar contacto con la Policía para ver las cámaras de videovigilancia, a ver si se alcanza a ver algo, tienen que individualizar a la persona, y ahí partir con una investigación. Es como que estamos un poco en el aire porque no sabemos nada, solo las características», contó Walter, y aseguró: «Nosotros queremos que esto se haga público, no puede ser que la gente lo vea como algo normal».

Romina dijo: «Mi hija estaba adelante, bien al lado del chofer, y no hizo nada. Ni siquiera llamar al 911. Nosotros la educamos para que ella sepa pedir ayuda, es increíble que le haya pasado, que haya pedido ayuda y que nadie haya hecho nada».

«La verdad que tenemos una indignación terrible. Yo he ayudado en la calle, he salvado vidas y ahora que le tocó a mi hija nadie la ayudó. Me da impotencia de que yo muchas veces he intervenido en asaltos y todo y ahora que mi hija necesitaba ayuda nadie intervino. Mínimo llamar a la Policía, son tres números», dijo el padre.

La madre continuó: «Lo único que hicieron fue cederle un asiento, estamos todos locos. Mañana puede tocarle a cualquiera, a una hermana, a un hijo, no nos podemos quedar quietos. Nos tocó a nosotros pero está lleno de chicos y chicas que van a la escuela».

Walter recordó que según le contó un compañero del 911, «casos así hay un montón, la otra vez un chofer encerró a un hombre en el colectivo cuando la chica le contó que la había tocado, y llamó al 911 y lo detuvieron. Ese actuó bien, pero este (por el caso de su hija) no hizo nada. Estos tipos andan sueltos», advirtió, y agregó: «Que venga un tipo así y te arruine porque sí y nadie hace nada, ¿y cómo lo arreglás? ¿Cómo hacemos nosotros con ella ahora?».

Los padres y la adolescente hicieron la denuncia ayer en Fiscalía, y el caso quedó en manos de la fiscal Fernanda Ruffati. Si bien les aconsejaron acompañar a su hija, no pusieron a su disposición a ninguna profesional para que asista y ayude psicológicamente a la chica, ni siquiera en este momento de crisis que atraviesa. Ella hoy no va a ir a la escuela y sus padres están viendo cómo seguirá todo la semana que viene, hasta piensan en comprarle una moto por el pánico que tiene de volver a subirse a un colectivo.

«Va a ser difícil que lo pueda superar, al menos ahora hasta que comience un tratamiento, porque lo va a necesitar, porque yo te lo estoy contando acá, pero verla a ella temblar y llorar después de casi cuatro horas, es terrible», dijo Romina.

Por último, Walter concluyó: «Si le robaron el celular le decís ‘te compro otro, es lo material, no te hicieron daño’, pero afectaron su intimidad, su sexualidad, su psicología. Yo sé que peor sería otra cosa, pero no podemos dejar pasar todo esto. El domingo la enterré a mi mamá, y ella (por su esposa, Romina) sale de diálisis ¿vos te pensás que yo tengo ganas de estar acá? ¿De andar con esto de ir y venir? Tengo el auto roto en mi casa, no lo puedo ni arreglar. No tengo ganas. Pero vengo porque tal vez este granito de arena el día de mañana salve a alguna joven de una situación como esta, porque si todos nos quedamos callados, estamos igual que las personas que se quedaron sin hacer nada».

 

 

ERSA

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