Se desplomó en la calle Murió Julio Faggiana: tenía 67 años

El jueves por la noche una triste noticia inundó Gualeguay: había muerto Julio Faggiana. El estupendo artista iba caminando por la calle cuando se descompuso y lo sorprendió la muerte. Faggiana, de 67 años, se definía como músico pero casi no hubo rama del arte por la que no incursionara. Sus restos fueron inhumados ayer en el cementerio local.

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El artista gualeguayense Julio Faggiana falleció el jueves en la vía pública. Poco antes de las 23 hs Faggiana venía caminando cuando se desplomó sobre la vereda aparentemente descompuesto.
El lamentable suceso ocurrió en Gregorio Morán, entre Corrientes y Córdoba, y fue detectado por los vecinos que llamaron al 911. Uno de ellos pudo reconocer de quién se trataba pero cuando la policía arribó ya no tenía signos vitales. Para despejar cualquier duda sobre la causa de la muerte el viernes por la mañana se le realizó una autopsia en la morgue determinando que se trató de una muerte natural. Hace unos años Faggiana había tenidos un episodio cardíaco grave que pudo superar, aunque esta vez no tuvo la misma posibilidad.
En su muro de Facebook, Faggiana ponía profesión “músico” y así se lo contó a El Día de Gualeguay en una nota del 2015 a la periodista Constanza Fernández Larraburu. Nacido en marzo de 1952 en el barrio del parque, jamás pudo sacar de su mente y corazón ese lugar donde transcurrió su infancia y su adolescencia.
“Desde muy niño ya se manifestaba mi inclinación profunda hacia las artes, fundamentalmente la música, las letras y el canto –contó aquella vez-. Con pequeña guitarra de madera terciada y cuerdas de alambre daba serenata a las señoras del barrio, al atardecer. También en la escuela primaria y a medida que crecía, en la adolescencia y sin guitarra propia, en calle San Antonio los domingos cuando se hacía peatonal.
Por amor a la música y a la versificación dejé de lado muchas cosas importantes, tal es así que no pude finalizar el secundario. Fue y es lo que me absorbe totalmente, pasando horas de la madrugada en la composición, arreglos y armonías de canciones”, señala Julio a la hora de hablar de cómo transcurren sus días.
Su historia musical se nutrió además con dúos, tríos, conjuntos y coros que integró, al tiempo que realizó diversos trabajos como solista. “Hice todo tipo de música universal, estuve en orquestas y acompañé y arreglé en grabaciones a varios amigos del canto. En 1978 comencé con un método personal la enseñanza de la guitarra y el canto, lo que hice toda mi vida. Además fui docente en escuela privada y en nivel medio, lo que tuve que dejar por razones de salud”.
Julio era un autodidacta. “La verdad es que soy un autodidacta, que ya de grande fui a la formalidad de los libros para escribir y leer la música, pero siempre sin guía de maestros. El innato intuitivo es un poco rebelde a los formalismos académicos”.
Hace unos días en Facebook publicó un breve escrito, siempre marcado por lo que fue su infancia, nutrida del río y la costa.

JUAN Y EL RÍO (II)
De la plaza de los encuentros, al sur, la vereda alta y aquel hombre apacible, con agradable extravagancia, el modo sencillo y el gesto amable, llegando al umbral, en la última esquina, sobre la honda calle que cae hacia la añosa arboleda del parque, encima del río.
Su delicada y serena apariencia suele asomar de la casa en silencio, donde añoso árbol da sombra, colmado de rojiza flor y ante un cielo feliz de golondrinas en la claridad del octubre.
La vecindad del parque – nuestro lugar común- lo ve pasar abstraído, cabizbajo, camino al cercano cauce…, a la magia del Gualeguay de minuanes, confundiéndose entre los fragantes y enormes eucaliptus de las leyendas amorosas.
Pescadores lugareños, cuentan de su extraño diálogo con las aguas, el sauce y el ave; allí, en la orilla desolada: su refugio.
Bella…atardecida imagen sobre sosegada canoa.
Y es en esa preciada calma, que lo sorprende la hora de la luz incierta del ocaso, ya imperceptibles las letras de aquel libro entre sus manos mansas.
Así y allí, retoma el hombre, con paso lento, el tardío regreso cotidiano, por el sendero que con su andar va dibujando.

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