El levantamiento carapintada de 1990 y la muerte del soldado Gómez

El docente e historiador Abel Antivero presentó en Gualeguay su libro “La última batalla. La trama entrerriana de la rebelión carapintada del 3 de diciembre de 1990”. En la obra, que recorre la historia del accionar militar en nuestro país desde la guerra de Malvinas hasta el último alzamiento, rescata la figura del soldado Javier Humberto Gómez.

soldado gomez

La Escuela N° 76, ubicada en la intersección de las calles Jujuy y 2 de Abril, lleva su nombre, al igual que una arteria de la vecina Gualeguaychú, donde murió. Sin embargo, la historia de Javier Humberto Gómez es desconocida para muchos de los que cada día recorren la ciudad que habitó.

Resulta entonces paradójico, quizá, que un uruguayense nos relate cómo fueron las últimas horas de Javier, lo injusto y absurdo de su muerte y la manera en que se desarrollaron los hechos de lo que fue el último levantamiento carapintada.

En el prólogo del libro, Javier Guerin, compañero de estudios de Antivero, da cuenta que “la obra consta de dos grandes momentos: una primera parte, donde el autor efectúa un recorrido histórico desde la guerra de Malvinas hasta llegar a los hechos del 3 de diciembre de 1990; y una segunda instancia, donde se detiene en los sucesos que tuvieron lugar en la provincia de Entre Ríos en el marco del cuarto levantamiento carapintada”.

Antivero, oriundo de Concepción del Uruguay y desde hace 14 años residente de Holt Ibicuy, llegó a Gualeguay -invitado por La Cámpora- para presentar “La última batalla”. Lo acompañó María Gómez, única hermana del soldado asesinado por los rebeldes.

 -¿Cómo se despierta la inquietud por estos hechos?

-En la época que yo estudiaba el profesorado de Historia, entre 1999 y 2003, llega a mis manos, a través de Javier Guerin, compañero de Gualeguaychú, un cuento de Luis Luján, quien era un referente de la cultura de esa ciudad. Se llama “Pagan los que vienen detrás” y hace referencia al relato de un parroquiano de Ceibas que tenía una almacén y cuenta que cuando los carapintadas ocupan el pueblo ese 3 de diciembre, escapándose de los leales, piden fiambre y pan y se van. El hombre les pregunta quién paga eso y le responden que los que vienen atrás, que eran los leales. Simbólica y significativamente es el Estado, porque del daño después se hace cargo el Estado, aunque relativamente.

“Ese cuento —continúa— siempre estuvo dando vueltas. A eso se suma que mi barrio en Concepción del Uruguay está muy cercano al Regimiento y esa jornada, cuando estaba yendo a la escuela, vi demasiado movimiento militar y cerca del mediodía me enteré de lo que estaba pasando. La noticia era un nuevo alzamiento militar y que el escenario estaba muy cercano a nosotros”.

Muchas fueron las señales que Abel percibió como razón suficiente para dar rienda suelta a su pasión por investigar. “Además en el club en el que yo jugaba al fútbol se hablaba que el papá de un compañero, de apellido Areco, había sido quien voló el puente sobre el arroyo Gualeyán y yo preguntaba por qué, pero no encontraba respuesta a nada, salvo lo que me contaban muy por arriba. Después del 2010, en una mudanza, aparece otra vez el cuento, busco información en internet y no encuentro nada, solamente la Escuela y la ordenanza que ponía el nombre a una calle de Gualeguaychú”.

Ese fue el puntapié de lo que concluiría en la obra que publicó Editorial Autores de Argentina en 2020. “Empecé a preguntar, a conocer gente y encontré un colimba que me cuenta lo que pasó ese día, él me da otro nombre, ese nombre me lleva a otros, empiezo a contactarme, me dan información y este amigo de la época del profesorado me pregunta por qué no le doy forma de libro, ya que no hay nada sobre el tema”, reseña Antivero.

 -Es real que se conoce muy poco sobre ese 3 de diciembre y el asesinato de Javier Gómez…

-Sí, cada vez que les contaba a los cercanos me decían que no hay nada sobre esto, que no se sabe, aun cuando pasó en las afueras de Gualeguaychú, murió un entrerriano y hay gente de Concepción, de Villaguay, de Concordia que participó. Muchos me decían que no sabían quién fue el soldado Gómez ni conocían sobre este hecho que fue reciente.

Los hechos

 -¿Qué pudiste conocer con la investigación?

-Cuando empecé a juntar información me di cuenta que Entre Ríos define en gran parte lo que pasó ese día, pero respondiendo a la inercia de la política centralista de que todo pasa en Buenos Aires es como que lo de Entre Ríos quedó debajo de una alfombra.

“Cuando accedo al expediente judicial sobre lo que le pasó al soldado Gómez conozco la pericia balística con todos los detalles de cómo fallece. No era una muerte necesaria, porque no fue en un enfrentamiento, sino que con una intención de los carapintadas de amedrentarlos a él y a quien lo acompañaba, el sargento Khun, hacen una ráfaga de disparos sobre el asfalto y una de esas balas pica e ingresa por el cráneo. Javier Gómez muere instantáneamente”, relata el autor.

Y agrega: “Todas las muertes son injustas, pero esta sobre todo, porque era un colimba, un conscripto, el antecedente del soldado Carrasco, porque son mandados a carne de cañón a la primera línea de fuego. Lo mismo pasa con sus compañeros Pablo Tibault y Víctor Ferreyra, que iban en el mismo vehículo y son escondidos por el sargento Khun. Ellos son testigos de todo esto, además de que después son víctimas de maltrato por parte de las fuerzas leales”.

La historia del soldado muerto en el último alzamiento carapintada lo lleva a Antivero a conocer a la familia del joven. “Me contacto con María, la hermana, la visito y le pido más datos, porque quería saber cómo era. Me apuraba terminar el libro el hecho de que la mamá ya era grande y tenía esa carga de poder hacerlo antes de que falleciera, pero no llegué, porque además estaba lo económico. Publicar un libro implica un costo que en mi economía familiar no estaba al alcance, así que aproveché un aguinaldo y algunos ahorros”.

El capítulo “La muerte del soldado Gómez” reconstruye lo ocurrido aquel 3 de diciembre de 1990 sobre el kilómetro 80 de la Ruta Nacional 14 una hora después del mediodía. “Fue la única víctima en territorio entrerriano —señala Antivero— y mi mensaje es que reconozcamos a los nuestros, porque tenemos gente cercana que ha sido parte de la historia y sin embargo siempre estamos mirando a Buenos Aires. También que nuestra democracia estuvo en peligro y que fue la última vez que los militares le hicieron un planteo al poder político en sí. En ese momento el Presidente no titubeó, dijo no se negocia, se reprime y al finalizar la jornada tiene que estar todo en orden”.

 -¿Cómo se desarrolla el libro?

-Para explicar quién fue el soldado Gómez tengo que explicar qué pasó, para explicar qué pasó tengo que explicar quiénes son los carapintadas, para explicar quiénes son los carapintadas tengo que explicar el contexto político y explicar eso me lleva a Malvinas, donde encuentro el origen, el problema madre donde se origina todo.

El historiador explica luego que además de proponerse dar a conocer la historia reciente, “como docente quise que fuera accesible para cualquier hijo de vecino, que no estuviera al alcance solo de quienes les gusta la historia. Quise que cualquier hijo de vecino lo pueda leer y pueda decir que lo entendió y que pudo ubicarse en ese momento. En la gran mayoría de los casos, me enorgullezco como docente, me han dicho que está fácil de leer”.

 -¿Qué te dejó este camino?

-El gusto por la investigación, encontrar cosas que no estaban hechas, que no estaban elaboradas, analizar un proceso y hacer un pequeño aporte para que la historia reciente entrerriana esté al alcance de todos.

 -Imagino que lo has compartido con tus estudiantes, ¿qué sintieron ellos?

-Lo traté con un curso muy interesado por la historia y lo que hubo fue muy poca conciencia de lo temporal, como que pasó muy lejos, aunque sí tomaron la noción de cuánto riesgo tuvo la democracia en esa jornada. Nosotros venimos de una generación que dos por tres los militares salían de los regimientos y se le plantaban al poder político, pero estos chicos no han vivido más que alguna convulsión política propia de nuestro contexto.

 -¿Cómo ves a los militares hoy?

-No como una amenaza política, me parece que han tomado otra forma los formatos de golpe de Estado, a través de lo financiero, de lo económico, donde los poderes fácticos buscan otras formas de hacer golpes o de poner en riesgo la institucionalidad.

Para el escritor, “el trabajo de la memoria tiene que ser una constante en todo aspecto, porque los argentinos tenemos la característica de no tener mucho ejercicio de la memoria, tenemos que estar remarcando constantemente qué pasó entre el ‘76 y el ’83 y que tuvimos un costo de 30 mil compañeros que desaparecieron. Hay sectores que tienen la capacidad y el poder de fuego de volver a instalar el dos por uno a los militares, lo que fue la teoría de los dos demonios, cuestionar el número y a los movimientos de derechos humanos”.

En carne propia

Hace apenas 31 años. No fue en tiempos muy lejanos ni en épocas que solo podemos conocer por quienes pintan canas. El asesinato de Javier Humberto Gómez, el técnico mecánico egresado de la Escuela Técnica N° 1 Doctor Luis R. Mac Kay y vecino del barrio Rocamora, fue hace poco más de tres décadas.

De esa familia desgarrada por el dolor hoy solo quedan su hermana María (53) y tres sobrinos. “Mi papá entró en una depresión muy grande y a raíz de eso falleció en 1998; mi mamá era una mujer más fuerte o lo sobrellevaba de otra forma. Era muy cerrada, todo para adentro, pero decía que la vida era injusta porque le habían matado el hijo, con quien siempre esperó reunirse”, expresa María.

 -¿Qué recuerdos tenés de Javier?

-Pocos, porque me casé joven y me fui de casa, pero era un chico muy bueno, muy querido por sus amistades y sus allegados. Siempre digo que nunca voy a poder tener un sobrino, porque éramos dos hermanos nada más, y eso es algo que me quedó, aunque la vida me haya regalado otras cosas.

 -¿Cuál es tu sensación con este libro?

-Estoy muy emocionada desde el momento en que Abel decidió escribirlo, que se contactó con nosotros y colaboramos, hasta ahora con la presentación en Gualeguay. No tengo palabras más que de gratitud por la emoción que siento. Para mí es algo muy importante, porque yo personalmente lo creía olvidado.

“Para mí esto es enorme, es algo que me llena. En los actos por el aniversario nos excluyeron como familia y eso me dolió mucho, incluso cuando quisieron sacarlo del nicho porque no pagábamos el impuesto y no era así, porque de por vida eso no se puede tocar, hay una ordenanza”, manifiesta María, al tiempo que trae a la memoria un hecho que vivió su hija durante la etapa escolar. “La mayor de las mujeres terminó la secundaria a la noche, en la Escuela de Comercio, y una profesora de Historia les pidió como trabajo un relato, entonces ella, de quien yo estaba embarazada cuando lo mataron a Javier, contó lo que nosotros les contamos a ellos. Cuando presentó su trabajo la profesora la trató de loca y después le pidió disculpas, porque no sabía de lo que estaba hablando mi hija. Creen que el soldado Gómez murió hace 80 o 100 años, pero no, fue hace poco más de 30”.

Lo nombramos a diario sin saber su historia, desconocemos que una bala que picó en el asfalto lo mató cuando era un colimba que cumplía con el deber que el Estado le imponía. Ignoramos que a nuestra ciudad llegó la noticia de su muerte entremezclada con el nombre de otro soldado Gómez de Gualeguay que también cumplía la conscripción obligatoria en Gualeguaychú.

Javier Humberto Gómez murió de manera injusta, absurda, como tan irracional es que desde el Estado solo pongan su nombre a una escuela y olviden que la memoria se construye, porque hasta sus más de 300 camaradas le rinden homenaje cada 3 de diciembre en nuestro cementerio. Quizás la obra de Abel Antivero se convierta en el principio del fin del desconocimiento. Por la memoria, que así sea.

María Constanza Fernández Larraburu

 

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