(Por el Dr. Marcelo Brisco) Me radique en Gualeguay allá por mayo de 1.986. Desde ese momento comenzó mi tarea en el Hospital San Antonio. En ese hospital nació mi primera hija, en ese hospital me complete como médico. Pasaron muchos años, pasaron muchas gestiones, todas similares. Políticos de turno llenándose la boca de promesas, propuestas; siempre con el mismo discurso mentiroso de su preocupación por la salud pública.
Distintos directores obsecuentes con el político, senador, diputado o el que fuera, que lo colocara en lo más alto del pedestal, como si fuera por mérito y no como debería ser. Nunca nadie tomo la decisión de realizar concursos para directores de hospital. La salud manejada como herramienta política, y no como política de estado- Trompetas y platillos cada vez que asumía un nuevo director, aplausos, abrazos.
Pero, siempre hay un pero, falto siempre un actor, ese actor anónimo que no busca micrófonos, que no busca ningún podio. Ese actor que ignorado, menospreciado muchas veces, mal remunerado. Ese actor es el trabajador de la salud. Porque de eso se trata el Hospital San Antonio, no son ladrillos, puertas; es su gente. Desde los profesionales, médicos, odontólogos, psicólogos, técnicos, el personal de enfermería, Gualeguay cuenta con el mejor personal de enfermería de la provincia. No son limpiaculos, son enfermeros profesionales, los que se encuentran en la primera línea de la batalla. Y no olvidar el resto de trabajadores, mucamas, camilleros, choferes. Todos estos actores juntos son el espíritu del hospital.
La complejidad en el tipo de consulta en Gualeguay en los últimos años fue creciendo exponencialmente. Con ello también fue aumentando la infraestructura, en tecnología. La población cada vez necesitaba más respuestas y contención. Dentro de este engranaje había algo que al parecer poco importaba a las autoridades de turno, el factor humano. Cargos insuficientes, ausencia de concursos. El personal de enfermería fue profesionalizándose según corrían los tiempos.
Por otro lado también contábamos con servicio privado de atención médica. El mismo, por su número de camas, era insuficiente para cubrir las necesidades de la población. Esto nos tiene que dejar una enseñanza, un sistema sanitario tiene que estar garantizado por el estado. El estado es el responsable de garantizar la salud de la población, y en todos sus niveles, atención primaria, prevención, etc.
Hoy nos encontramos enfrentando una crisis sanitaria. Inédita, en todo caso para mí. En mis 30 años de medico nunca me tocó vivir algo similar. Al principio se menospreció el alcance de esta epidemia, que se fue transformando en pandemia. Hoy todos nos hemos hecho expertos en estos términos. Pero donde radica el problema? Nos enfrentamos con un enemigo diminuto, no lo vemos. Irrespetuoso, no respeta sexo, edad, profesión. Pero por sobre todo no respeta clases sociales; entra en una villa, en country, por eso genera tanto miedo. No en vano comenzó con personas provenientes de viajes al exterior, costo del pasaje no accesible a cualquier bolsillo. Comenzaron a aparecer los casos, y las muertes. Las medidas tomadas por el poder ejecutivo fueron acertadas. Pero donde radicaba el problema? Que sucedería si los casos severos aumentaban? Y ahí comenzamos a acordarnos de la salud pública. El sistema médico privado no está en condiciones de ponerle el pecho a esta pandemia. Y se vino la pregunta, pregunta que muchos nunca se hicieron. Como están nuestros hospitales, están equipados? Alcanzan los respiradores? Y las camas? La enfermedad ya está instalada y el sistema de salud público es el que está dando las respuestas necesarias. Lo que no sabemos qué ocurrirá si esto va en aumento, cosa que parecería ocurrirá.
Al fin nos dimos cuenta que, no solo en Gualeguay, sino en todo el país contábamos con instituciones, muchas centenarias que estaban disponibles para ejercer la nada fácil tarea de enfrentar esta pandemia. Pero saben que, nos acordamos tarde, el sector público fue abandonado por cada gobierno de turno, sin insumos, con poca infraestructura. Si total aquellos que podíamos pagarnos una prepaga podíamos tener cubiertas todas nuestras necesidades. Pero, como dije, hoy las miradas están puestas en ese sector público olvidado y bastardeado. No me cabe duda que la respuesta se va a dar, pero no por los distintos integrantes de los poderes del gobierno, salvo honrosas excepciones. Donde están todos estos personajes que durante años se pavoneaban por canales de televisión, radios. Donde están diputados, senadores, sindicalistas, jueces. Yo sé dónde están, por fin encontraron a alguien a quien temer; este virus les da miedo, reptan como víboras buscando un agujero donde esconderse y evitar el contagio. Yo no esperaba otra respuesta.
Pero volvamos nuevamente a ese actor anónimo. Están ahí, donde siempre estuvieron. Y cómo? Si no los veíamos. Pero si, ahí están, mírenlos, están en su lugar de trabajo, arriesgando todo, arriesgando lo más preciado que tiene un ser humano que es su propia vida. Mal pagos, sin seguridad laboral, pero están como estuvieron siempre. Podemos enfrentar esta crisis, yo digo que sí, pero va a ser pura y exclusivamente a ellos, y ahí me da el temor de al nombrarlos puntualmente me olvide de alguno. Mis compañeros, los trabajadores de la salud, todos, desde el más bajo escalafón hasta el más alto. Yo no me incluyo, ya estoy viejo. Bendito sea Dios que nos concedió la gracia de contar con todos ellos. A todo el personal del Hospital San Antonio, vaya el respeto y la admiración de este cansado y desilusionado médico.
Que Dios los bendiga.
