Sueño cumplido: Niño entrerriano nació sordo y a los 5 años oyó por primera vez

Exequiel, de cinco años, nació sordo y su madre luchó varios años para que su hijo no perdiera la oportunidad de oír y hablar. Fue operado y cuando le encendieron los implantes, le brillaron los ojos, no pudo contener su felicidad.

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A Exequiel Sampietro no le alcanzan las horas del día para (re)descubrir un mundo que durante cinco años transitó en silencio, como si hubiera protagonizado sin buscarlo una película muda, que acumulaba segundas y terceras partes en continuado y finales abiertos.

Esa misma pantalla, por momentos monótona y confusa, adquirió hace poco nuevos matices. Ahora, de ella se desprenden no sólo caras, gestos y señas. Surgen, además, sonidos, voces, música y ruidos, muchos de los cuales desconoce y lo asustan, aunque también lo animan a soltar «palabras», probar qué efecto generan en otros, y atenuar gradualmente la hipoacusia neurosensorial bilateral profunda que sufre desde que nació.

Se trata de un proceso que vive inquieto y curioso, con temor, pero feliz, según relata Yanina Blatt, su mamá, algo aturdida por las corridas de las últimas semanas, y agradecida a quienes hicieron posible que su pequeño hijo pudiera operarse en el Hospital Garrahan, en Buenos Aires, y tuviera sus anhelados implantes.

«Al salir del hospital, un camión cruzó y golpeó fuerte contra un badén. Fue hermoso ver la reacción de Exe mirando para todos lados y preguntando qué era. Es un sueño cumplido», asegura emocionada, mientras sospecha que ese recuerdo marcará un hito en la memoria de la familia, pegado a la primera vez en la que el nene oyó su voz.

Un camino cuesta arriba

El camino no fue fácil. Mucho menos lineal. La cruzada comenzó cuatro años atrás -apenas detectaron que el nene no reaccionaba ante ruidos fuertes y seguía jugando como si nada- con visitas fallidas a consultorios, diagnósticos dispares, viajes extensos y expedientes cajoneados.

En cada instancia el deseo de intentar que Exequiel no perdiera la oportunidad de poder oír y luego hablar (una capacidad que se desarrolla hasta los 6 y 7 años promedio) era transversal y justificaba el resto: el cansancio, los frenos, la venta de rifas para costear los primeros audífonos y las idas a la fonoaudióloga, que enumera Yanina al repasar su extensa lucha.

Varias negativas en manos del gobierno provincial fueron suficientes para que ella y su marido viajaran en noviembre pasado a la Capital Federal para presentar el pedido de implantes cocleares ante el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, en la Dirección de Asistencia Directa por Situaciones Especiales, bajo el número de expediente 1435055. La solicitud fue aprobada en diciembre último y pasó al área de Presupuesto, donde por algún motivo quedó trabada.

La desesperación, en cierta manera, se volvió incontrolable. «Era siempre lo mismo. El tiempo pasaba y la posibilidad de que mi hijo desarrollara el lenguaje era cada vez más chica», explica Yanina, quien se desempeña como maestra de educación primaria en Concordia. Fuente El Once

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