Por los altos costos, el Banco Central suspendió la fabricación de monedas

El Banco Central suspendió la fabricación de monedas, ante la suba de los precios internacionales de los metales que se utilizan para elaborarlas y el impacto de la inflación. Los principales insumos son cobre y níquel, que en los últimos días prácticamente triplicó su valor en los mercados internacionales.

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Ya desde el año pasado había organizaciones dedicadas a recolectar monedas para luego fundirlas. Esto significa que el valor intrínseco de las mismas superaba el valor facial dispuesto por el propio Banco Central. En otras palabras, hace ya un tiempo que las monedas valen más por su aleación que por su precio para comprar bienes o servicios. Al igual que los billetes, la encargada de acuñarlas es la Casa de la Moneda.

En realidad, este fenómeno se da por una mezcla de dos circunstancias. La suba en los precios de los metales, exacerbada ahora por la invasión de Rusia a Ucrania, pero también la pérdida de poder adquisitivo de la moneda en un contexto de elevada inflación.

Según la descripción del BCRA, la moneda de diez pesos es fabricada con una aleación de alpaca plateada, 65% de cobre, 10% de níquel y 25% de zinc. Pesa 4,75 gramos. Se trata de la moneda de mayor denominación, aunque equivale apenas a cinco centavos de dólar. En el caso del cobre, la suba acumulada en los últimos meses ronda el 20% en moneda dura.

La moneda de cinco pesos es mucho más pesada, 7,30 gramos, y para su fabricación se utiliza “acero electrodepositado con níquel”. Justamente este metal fue noticia en las últimas horas al suspenderse su cotización en Londres por la suba astronómica del precio. En los últimos días, la cotización de esta materia prima llegó a subir un 250%.

Esta situación podría llevar a que empiecen a escasear las monedas a la hora de dar cambio. Actualmente, las monedas más requeridas siguen siendo la de 5 y 10 pesos, aunque resulta cada vez más difícil conseguir. Las monedas de curso legal, sin embargo, van de 1 centavo a 10 pesos.

Las estadísticas del Banco Central muestran que la única moneda cuya circulación venía aumentando era la de diez pesos, que ahora también fue discontinuada. Por supuesto, lo ya acuñado se sigue distribuyendo entre los bancos que las solicitan.

La cantidad de monedas de 5 pesos circulante, por ejemplo, no muestra aumentos en su volumen de circulación desde noviembre pasado, por lo que ya se habría suspendido su producción y posterior entrega hace varios meses. La moneda de 2 pesos, por su parte, prácticamente permanece constante en su volumen circulante desde mayo de 2021, o sea hace diez meses.

Según comparaciones realizadas ya a fines del año pasado, fundir monedas podía significar hasta tres veces el valor de las mismas en el mercado. Luego de esta suba en los precios de las materias primas, el negocio es aún más suculento. Y para el Banco Central implicaría una fuerte pérdida ordenar la fabricación de monedas que no sólo están depreciadas, sino que además sufrieron un fuerte aumento en el costo de los insumos para la producción.

La escalada sin precedentes del níquel también representa un problema para varias industrias, en especial la automotriz que es uno de los principales demandantes de este metal para el proceso productivo. En el sector ya se daba por descontado que esta situación generará una caída en la oferta de vehículos, algo que se hizo sentir el año pasado por problemas logísticos a nivel global, en especial la fabricación de chips. Los importadores de este metal, además, ya se venían quejando de las dificultades para efectuar giros al exterior, que es un aspecto que se suma a los obstáculos para la fabricación local.

Todas las materias primas volaron ante la escalada de la guerra en Ucrania. Para la Argentina el impacto es mixto. Por un lado, recibe el beneficio de la suba de los precios de los productos agrícolas, en particular la soja que se consolida arriba de los 600 dólares la tonelada.

Sin embargo, el aumento del petróleo y del gas le pegará a las importaciones de gas licuado que precisa la economía argentina en invierno, cuyo precio se cuadruplicó de un año a otro. Esto tendrá un impacto negativo sobre la balanza comercial y las reservas una vez que se haya liquidado la cosecha gruesa.

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