Murió el hombre que vivió más de 70 años gracias a un pulmón de acero

Conocido como “Polio Paul”, el hombre requería de la cámara de metal para ayudarlo a respirar; fue a la universidad, se recibió de abogado y publicó varios libros. Murió a los 78 años.

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Este miércoles 13 de marzo de 2024, murió Paul Alexander, el hombre que vivió dentro de un pulmón de acero durante más de 70 años. Tenía 78 años.

“Lo perdí todo: la capacidad de moverme, mis piernas no me sostenían y luego no podía respirar”, decía Paul Alexander, el estadounidense a quien muchos llamaban “Polio Paul”. El texano era una de las últimas personas en el mundo que todavía dependía de un pulmón de acero para vivir.

Alexander, de 78 años, estaba confinado. Su vida se sostenía por mantenerse “atado” a una enorme máquina que lo oxigenaba desde que contrajo poliomielitis, una de las enfermedades mortales más famosas del siglo pasado. Su contagio había ocurrido hace siete décadas, cuando él tenía apenas 6 años.

La polio, o poliomielitis es una enfermedad incapacitante y potencialmente mortal causada por el poliovirus. El virus se transmite de persona a persona y puede infectar la médula espinal de una persona, provocando parálisis.

Sin embargo, gracias a la vacuna contra la polio, la enfermedad está casi completamente erradicada de la sociedad moderna.

Qué es el pulmón de acero

Ese enorme ventilador conocido como “pulmón de acero” fue inventado en la década de 1920 en Estados Unidos, cuando las salas de los hospitales se llenaban de pacientes que se enfermaron en medio del peor brote que asoló al país y siguió hasta la mitad del siglo pasado.

Hacia 1959, unos 1.200 estadounidenses dependían de un pulmón de hierro para mantenerse con vida, pero con el correr de los años esas enormes máquinas se volvieron menos comunes fundamentalmente por un motivo: la distribución generalizada de la vacuna contra la polio. En 1979, Estados Unidos fue declarado libre de poliomielitis, y para 2014, solo quedaban 10 estadounidenses usando un pulmón de hierro. Con la muerte de Polio Paul, sólo queda una persona viva en Estados Unidos atada a un pulmón artificial.

“Polio Paul” le había contado al diario The Guardian que se contagió de polio en 1952 cuando tenía seis años y vivía con su familia en los suburbios de Dallas. Siendo muy joven quedó paralizado de la cintura para abajo y fue trasladado de urgencia al hospital y colocado en la máquina.

El pulmón de acero es una cápsula hermética que succiona oxígeno a través de presión negativa, lo que permite que los pulmones se expandan y que el paciente respire. Es un tubo cilíndrico grande, pesado y requiere que la persona que lo usa permanezca abrochado adentro durante la operación.

Actualmente el pulmón de acero es muy poco usado en el mundo de las terapias respiratorias modernas. La mayoría de los pacientes con parálisis de los músculos respiratorios usan ventiladores mecánicos que empujan el aire dentro de las vías respiratorios con presión positiva.

Paul Alexander empezó a ser conectado al pulmón de acero a los seis años, y desde entonces su vida cambió para siempre.Paul Alexander empezó a ser conectado al pulmón de acero a los seis años, y desde entonces su vida cambió para siempre.

Antes de cumplir los 20, Alexander dependía tanto de ese artefacto que los médicos disminuyeron sus expectativas para su futuro. Sin embargo, él tenía otros planes: “Nunca me di por vencido, y todavía no voy a hacerlo”, afirma hoy desafiante Alexander, de quien ya podría decirse que ha ganado la batalla.

Nunca se rindió. “Como odiaba simplemente ver televisión todo el día, comencé a estudiar y me gradué en la escuela secundaria con honores”, cuenta. Luego se graduó en un doctorado en Leyer en la Universidad de Texas en 1984.

Alexander pasó décadas trabajando como abogado y en algunos momentos hasta pudo lograr que lo desconectaran del pulmón de acero, pero luego dependió de la máquina en todo momento.

Paul Alexander escribió con un bolígrafo atado a su boca su propia biografía: tardó cinco años.Paul Alexander escribió con un bolígrafo atado a su boca su propia biografía: tardó cinco años.

“Hago lo mismo que todos los demás. Me despierto, me lavo la cara, me cepillo los dientes, me afeito, tomo un poco de desayuno; solo necesito un poco más de ayuda para hacerlo “, bromeaba el hombre que a pesar de sus limitaciones, el año pasado sacó su biografía, titulada “Tres minutos para un perro: mi vida en un pulmón de hierro”. La escribió en cinco años, escribiendo cada palabra del libro con un bolígrafo sujeto a un palo que tenía en la boca.

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