En el aire de La Red Paraná, Jésica Folgueras relató el trasfondo del escándalo que envuelve Vicente Luis Hanemann, intendente de esa localidad del departamento Nogoyá.
Jésica Folgueras tenía 14 años cuando conoció a Vicente Luis Hanemann, el actual intendente de Lucas González. Recientemente, la Justicia obligó al jefe comunal a reconocer el hijo fruto de esa relación y esta mañana, en dialogo con Ahí Vamos, el programa de 97.1 La Red Paraná, Jésica contó el trasfondo de una historia que, además del conflicto paterno-filial que la justicia se encamina a saldar, se esconde una historia de violencia y abusos, una mochila que carga en silencio desde hace casi 20 años.
La denuncia de Folgueras se realizó en el ámbito de la Justicia Civil por filiación. No hay denuncias radicadas en el ámbito Penal por la violación, los abusos reiterados y la violencia de género. En tanto hay varias denuncias policiales por amenazas que nunca fueron judicializadas.
Por qué ahora
La ola de escándalos por abusos sexuales en todas las instituciones, y en particular los de la iglesia católica, instaló el tema en la opinión pública que en primer lugar cuestiona a las víctimas, no a los victimarios. Quizás por eso al comenzar su relato, Jésica aclara: «Es un tema bastante duro para mi, uno tiene que remover toda clases recuerdos y situaciones dolorosas; ahora estoy madura y fuerte para afrontarlo, quiero contar la verdad, y no es por política, nadie me pagó por hablar». Revictimizar exigiendo relatos detallados para luego someterlo a la consideración de cientos de anónimos, hace que las víctimas solo retrasen el momento de contar su verdad. En este caso, dos décadas. «Es momento de hablar, me cansé, pasan cosas que se tapan, y asi como yo, ojalá salten otras mujeres, estoy contenta por el apoyo de gente de mi pueblo, de Nogoyá donde vivo. Ya conté la verdad y no voy a bajar los brazos», afirma.
Sobre el consentimiento
La edad que Jésica indica haber tenido en el primer abuso, anticipa una discusión acerca del consentimiento o no de las víctimas. Según el Código Penal, la situación de las menores de entre 13 y 15 años está regulada en el artículo 120, que consagra una pena de 3 a 6 años de prisión –y que se puede elevar a 10 años– al abuso sexual que «hubiere configurado un sometimiento sexual gravemente ultrajante para la víctima», pero supedita la existencia de delito a determinadas circunstancias: cuando se cometa «aprovechándose de su inmadurez sexual [de la víctima], en razón de la mayoría de edad del autor, su relación de preeminencia respecto de la víctima, u otra circunstancia equivalente, siempre que no resultare un delito más severamente penado».
Todo empezó con una violación
«A mi no me dejaban salir a ningún lado. Yo quería salir, entonces una amiga me invitó a una reunión política y ahí sí me dieron permiso. En ese entonces era un pueblo muy tranquilo, así que me dejaron ir, y ahí lo conocí. Yo tenía 14 años. Ese día estaba lloviendo, yo había ido con dos amigas, yo tenía permiso hasta las 11 y; 11 y 10 a más tardar. Era un 12 de agosto, creo que festejaban su cumpleaños, él tenía 34 años. Al salir, me voy con mi compañera y otra chica y él se ofrece para llevarnos. Antes de llegar al barrio, nos deja una cuadra antes porque se iba a empantanar; cuando me quiero bajar me dice que no me baje porque quería hablar conmigo. Ya al subir me había pedido que fuera adelante y yo me negué y me subí atrás, pero él insistía.Ahí se da vuelta estira la mano y me toca la pierna, ahí me entró miedo, yo tenia 14 años y él era una persona mayor».
El relato de la mujer, que hoy tiene 35 años, es claro al describir que Hanemann, no sólo pasó por alto el «detalle» de la minoría de edad de la entonces adolescente, sino que además la retuvo contra su voluntad dentro del vehículo.
«Cuando llegamos mis amigas se bajan, él no me deja bajar, me cierra las puertas y las traba. Me dice ‘vos sos muy linda y esto que aquello´ y yo me asusto y me largo a llorar. Él me dice que no me asuste, que solamente quería contarme lo que él sentía por mi, y después se tira encima mio, obligándome, porque yo no quería. Me quería desnudar y yo me resistía: ‘Pero si vos llegaste hasta acá’, me decía y yo lloraba, el insistía, al punto de que ‘pasó lo que tenía que pasar’. Le dije que por favor me llevara a mi casa, porque me iban a pegar, él no quería, hasta que me lleva. Al otro día yo estaba mal, no sabía si contarle a mis padres lo que me había pasado. Tenía miedo de lo que me dijeran, de que me pegaran. Así que me calle la boca, le conté a mi compañera, y me dijo que por qué no le había dicho nada, y desde ahí yo pase un mes y algo encerrada porque él me perseguía. A veces lo veía en el barrio llevando mercadería para repartir, y siempre estaba ahí merodeando».
«Una relación enfermiza», celos, golpes y un aborto forzado
«Al tiempo, en otra reunión nos invitó a salir y ahí ahí accedí. Después empezó una relación con él, que se volvió muy enfermiza. Cuando me levantó la mano por primera vez, fue una vez que estaba muy ebrio, y me pegó porque había una persona que -supuestamente- me miraba, él me dijo que yo lo estaba provocando y ahí empezaron los golpes.
El relato de Folgueras sigue: «A los 15 años quedo embarazada de él, pero él me hizo hacer un aborto, me engañó. Viene me da una pastilla y me dice ‘esto te va a hacer sentir bien, es para fortalecer el bebé’, yo ya estaba de 3 meses. Yo confiaba en él y tome la pastilla y después me dice que tenía que hacerme un aborto porque la criatura ya estaba muerta, yo me negué. Volví a mi casa, a la tardecita, sangrando y el me vuelve a decir que tenía que ir y hacerlo porque me iba a morir de una infección, que el bebé ya estaba muerto. En María Grande me hicieron el aborto».
Vuelvo a mi casa a Lucas, y estaba muy amargada, y le cuento a mi familia lo que me había pasado, mi mamá me da una paliza. Revivir esto es un calvario, hoy. Cuatro meses estuve viviendo con él, me golpeaba, me violentaba, me encerraba y a veces venían los hijos y yo los cuidaba. Me tiraba de los pelos, me pegaba con cualquier cosa, todas clases de horrores, hasta que quedo embarazada nuevamente y él vuelve a insistir para que aborte o que se lo entregue, porque él decía que le iba a dar una mejor vida que yo; que yo no le iba a poder dar nada y yo no quise ninguna de las dos cosas, entonces él me dijo: ‘Si seguis, olvidate de mi’ y eso hice, seguí luchando sola, sin pedirle nada, ni un pedazo de pan».
Revictimización
La mujer relató que con el tiempo se dio cuenta de los abusos: «Después me di cuenta de las atrocidades que viví. Después el se acerca a verlo a Joaquín y siempre me buscaba. Una vez me amenazó con arma, yo hice la denuncia. Yo le dejaba ver al hijo, nunca me interpuse. Yo pensé que había cambiado, me dijo que me iba a ayudar, luego empieza un trámite por filiación y ahí me amenaza con el arma, para que desista del juicio. Yo voy y hago la denuncia, pero no me creyeron, me dijeron que no tenía pruebas y la archivaron».
Pueblo chico
Lucas González es una localidad del Departamento Nogoyá, en el centro de la provincia que, para el censo de 2010, arañaba los 5000 habitantes.
«En su momento, cuando yo necesité, nadie quería salir de testigo porque todos trabajaban en la municipalidad. Es un pueblo chico, todos se conocen y nadie quería arriesgar su trabajo. En Lucas, si no trabajás en el municipio no tenés otro ingreso; hay poco trabajo, lo único que se puede hacer es barrer calles, juntar basura, estar en algún área del municipio y nada mas. Eso o limpiar alguna casa, pero no hay muchas opciones. Por eso me costó mucho salir a enfrentar esto sola, y siempre va a ser mi palabra contra la de él».