El desafío de estudiar y enseñar fuera de las aulas Escuela en casa: la tarea de los padres y la realidad de los chicos

 

 

Se cumplieron tres meses del inicio de la cuarentena y los estudiantes continúan con la escuela en casa. Nada sencilla la tarea para las familias que cada semana reciben las actividades. Mientras muchos no encuentran el modo de sentar a sus hijos a estudiar, otros se descubren un poco docentes y la experiencia se torna menos dificultosa.

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Los relatos son completamente disímiles. Sucede que la situación nos encontró desprevenidos, sin preparación para una realidad que, acaso, habíamos leído de tiempos en que la escuela funcionaba en la casa, situaciones aquellas de privilegios.
Hoy, con la tecnología como aliada, esa instancia se repite, esta vez desde la educación pública y privada, educación que de manera imprevista debió reconvertirse. A través de teléfonos, computadoras y cuadernillos impresos, los docentes trabajan de la mano de los padres para encarar esta nueva forma de hacer escuela.
Aparecen, entonces, docentes de blanco guardapolvo delante de un pizarrón grabando videos en algún espacio de su casa que han acondicionado para ello y otros, que a pesar de la incomodidad que sienten, lo graban una y otra vez. Lo mismo ocurre con los estudiantes, que responden con audios y videos que dudan estén bien.

El rol docente
Soledad es maestra jardinera en escuelas de la ciudad y relata que “lo que nos pasó es que debido a la diversidad de familias tuvimos que priorizar los contenidos, sujetos a los materiales que pudieran tener en casa, porque al principio no se podía salir, así que priorizamos lengua, matemática y juegos y así fuimos marchando”.
“Fuimos registrando las actividades que nos devolvían las mamás a través de WhatsApp y comunicándonos con las familias de los que no nos habían mandado nada, porque uno no sabe en qué condiciones podían estar, entonces tratar de generar un vínculo con esas familias”, revela.
En seguida, agrega: “También tuvimos que aprender a usar la tecnología, sobre todo las que somos docentes de otra época, para planificar las cuatro salas de cinco años. Empezamos a comunicarnos por Google Drive para que cada una pudiera ir poniendo las sugerencias y las ideas y además aprendimos a usar Zoom, porque generalmente nos reuníamos, pero ahora no podíamos. Lo que al principio fue un obstáculo resultó genial, porque aprendimos un montón de cosas que en otro momento, quizás, no se nos ocurriría”.
Romina es docente de primer grado en una escuela céntrica y mamá de una niña que inicia su educación primaria. “Estoy en una escuela que tiene a favor que la mayoría de los chicos tienen acceso a Internet, a una computadora y a celular, son muy pocos los casos en los que no y la conectividad en este momento para nosotras es fundamental”.
“En primer grado somos cuatro las docentes y estamos permanentemente comunicadas para poder planificar las actividades que se van enviando, primero a una plataforma de Classroom de Google donde los directivos corrigen, nos acompañan, van revisando lo que armamos y nos hacen sugerencias. Una vez aprobado se envía a las familias”, explica.
-¿Cómo trabajan con niños que están aprendiendo a leer y escribir?
-En nuestro caso acompañamos con videos, para llegar de otra manera a los más chiquitos. Al estar en primer grado lo que uno intenta es que ese archivo que mandamos sea realmente significativo, por eso mandamos videos para estar más cerca de ellos. Lo que a nosotras nos da la pauta de que vamos por el camino correcto es cuando nos responden con audios o con videos de cómo nos miran en la computadora o en el celular, la verdad que se te llenan los ojos de lágrimas, es súper emocionante. Las familias acompañan de una manera increíble, si yo tengo que dar testimonio de mi experiencia es que hay mucho acompañamiento, uno se siente apoyado.
Romina señala luego que “además soy parte de los micros radiales de la Dirección Departamental de Escuelas y estoy fascinada, es una experiencia hermosa. Me dieron la oportunidad de llegar a otros hogares, a otros alumnos, a otros docentes, siento que se ha reunido a todos, a los que estudian, a los que enseñan, a los que acompañan. A mí los micros me hacen sentir parte de una propuesta que es empatía pura”.

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“Siempre dije —destaca— que mi lugar en el mundo era el aula, pero la pandemia vino a enseñarme que mi lugar en el mundo es cualquiera en el que yo pueda enseñar y aprender, eso es lo que a mí me deja esta experiencia. No lo tomo como algo negativo, lo tomo como una circunstancia que estamos atravesando todos y que necesitamos de esa empatía para acompañarnos y apoyarnos”.
La experiencia de Celina, docente de primaria en una escuela rural, es muy diferente. “Con esta pandemia ha sido dar un vuelco en nuestra actividad docente, no pensábamos que íbamos a pasar por algo así y de un día al otro cambiamos nuestra manera de trabajar, nuestra manera de llegar a los chicos. Al principio el miedo era no poder llegar o cómo llegar, sobre todo en mi caso que tengo chicos con dificultades de aprendizaje y además un nene en primer grado y otro en sala de tres”.
-¿Cómo fue ese inicio?
-Hablé con los padres por teléfono, porque ya no podía ir, por mi edad estoy en riesgo, por lo que no puedo trasladarme. Les comenté en marzo cómo iba a ser la enseñanza de ahí en más y les expliqué que todas las semanas les iba a mandar audios, porque no tienen otro medio, tampoco Internet. Otras no tienen teléfono con WhatsApp, así que le envío a algún familiar que les pasa lo que tienen que hacer los chicos.
“Cuando vienen a hacer las compras, yo les entrego mercadería por el RAN (Refuerzo Alimentario Nacional) y de Comedores y ahí aprovecho para enviarles material y para hacer con ellos la retroalimentación, es decir, aprovecho a compartir, que me cuenten. Una mamá me cuenta que está aprendiendo con la hija, porque solo fue hasta tercer grado, se ha hecho un pizarrón y la ayuda”, expone Celina.
Más adelante, da a conocer: “Les envío muchos audios porque mi voz para ellos es súper importante, soy su referente, es una relación muy linda la que tenemos. Les mando, los animo, les cuento por qué estamos así, preguntan por qué no está abierta la escuela, porque ellos quieren ir, es su lugar. Les digo que tenemos que esperar, que tenemos que cuidarnos y para eso estamos haciendo esto”.
-¿Han logrado aprender?
-Sí, han ido aprendiendo de a poquito, pensé que iba a ser más difícil, pero he logrado mucho apoyo de los padres, que han sido muy colaboradores, dentro de su contexto social y cultural que es muy difícil. Viven en lugares muy desfavorables, donde los caminos son feos, no hay demasiados medios, no tienen energía eléctrica, por lo que tienen que estar con un equipo electrógeno que prenden solo de noche, porque les gasta mucha nafta si lo prenden durante el día. No tienen radio ni televisión, que sería un aporte muy lindo para ellos ver los programas que se hacen. Es mucho el trabajo, pero vale la pena.
En el nivel secundario las cosas pueden ser más difíciles. Con tantas asignaturas y docentes diferentes, los estudiantes se enfrentan a otras dificultades.
También los profesores, que no solo deben aprender a usar las nuevas tecnologías, sino que deben esperar respuestas que a veces no llegan. Inés dicta Matemática en una escuela nocturna y da cuenta que “además que es desgastante corregir en computadora, muchas veces siento desconfianza de si el chico hizo solo las actividades. En general no preguntan por vergüenza o por no molestar y entonces se quedan en el camino”.
“A esto se suma que muchos chicos del turno noche no tienen Internet o no tienen teléfono, menos aún computadora, entonces no pueden cumplir con el envío de las actividades y algunos tienen solo un teléfono y muchas veces priorizan que los hijos hagan la tarea”, indica.

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Para la docente, “realmente trabajamos más así que en el aula. De mi parte me gustaría que los alumnos se animen a preguntar más, también están los que nunca aparecieron, pero pasa ahora como pasaba antes, siempre hay chicos desmotivados”.
Y opina que “la evaluación cualitativa es complicada, ya que no se puede ver trabajar al chico ni el tiempo que le dedicó ni nada de eso, se hace más que nada en base a la entrega de los trabajos”.
Melina es profesora “en tres escuelas con contextos sociales y económicos totalmente diferentes” y narra su experiencia en cada una de ellas. “Una es una escuela privada, que todos los chicos tienen conexión a Internet y todas las herramientas tecnológicas, como tablets, celular, computadora, notebook, así que ellos están dispuestos a trabajar con el método que utilice el docente y manejan todas las plataformas, ya sea Classroom o Zoom para poder dar las clases y de esa manera desarrollar los contenidos de cada materia. Además la mayoría tiene bastante acompañamiento de la familia y son muy pocos los que no envían los trabajos”.
En igual sentido, refiere: “También trabajo en la escuela secundaria de Puerto Ruiz y es otro contexto, la mayoría de los chicos no cuenta con el acompañamiento de los padres, porque en general no han terminado siquiera la primaria, entonces se manejan más solos. Además no todos cuentan con acceso a Internet ni con las herramientas tecnológicas, por lo que a los que no tienen se les manda el material impreso y con los demás se trabaja a través de los grupos de WhatsApp, que es la única vía de contacto que tenemos. Son chicos que cuesta más que participen a la hora de realizar las actividades”.
Y completa: “Además trabajo en una escuela del Séptimo Distrito, en un multiaño. Tengo siete alumnos y dos solamente tienen celular, aunque con muy poco acceso a Internet, entonces si tienen alguna duda me mandan por WhatsApp y yo les respondo con un video o con una foto de un ejercicio. Con los otros cinco se dificulta más, porque las actividades se las lleva impresas el director de primaria, que es el que viaja. Con ellos no podemos trabajar ni con videos ni con audios, porque no cuentan con las herramientas”.
“De esos siete chicos —manifiesta—, las dos estudiantes que tienen celular son las que me han mandado actividades y una chica más, del resto no tenemos noticias, tampoco tienen acompañamiento de la casa, porque la mayoría de los papás no terminó la primaria”.
-¿Se trabaja más de esta manera?
-Sí, son muchas más horas que le tengo que dedicar, porque hay que adaptar todas las clases, los contenidos, la metodología de enseñanza de acuerdo a cada escuela y después que no tenemos horarios, porque los chicos mandan a cualquier hora para preguntar o te mandan fotos que tenés que corregir. Es más agotador trabajar así, porque yo particularmente tuve que aprender a manejar un montón de plataformas que ni sabía que existían.
Sabrina es docente de idioma en los niveles primario y secundario y también ha aprendido el uso de las nuevas tecnologías para poder continuar con su labor educativa. “Mi experiencia al principio fue algo desastrosa, pero una vez que le agarré la mano al Classroom y al Zoom para las clases virtuales se me hizo más fácil. Igualmente, para mí que trabajo en dos niveles diferentes se me hace muy difícil corregir las actividades, las devoluciones a cada alumno y dar clases desde mi hogar. Es muy difícil trabajar desde la casa y más cuando tenés varios nenes, que necesitan que también los ayudes con las tareas o como yo que tengo un bebé y siempre que me siento a hacer algo de la escuela me pide que esté con él”.

La tarea de los padres
Laura es mamá de estudiantes de primaria y secundaria. Nada le ha resultado sencillo a la hora de adaptarse a la escuela en casa. “Ahora se me está complicando mucho la motivación porque no hay fecha de regreso. A mi nene que va a primer grado le cuesta hacer la tarea, pero a mi preadolescente, que está en el secundario, le afecta el tema de las relaciones con sus pares, se le ha hecho muy difícil, está desesperada ante cada anuncio del Presidente, porque no está viendo el final del camino”.
“En cuanto a la cantidad, de mi hija que va a secundaria me parece razonable, ni poco ni mucho. Lo que planteé es que nos agarró tan de repente que los chicos no tuvieron tiempo de entablar un vínculo con los profesores, tutores o preceptores, con nadie. Entonces en el caso de mi hija que pasó de ser pollito mojado de sexto grado con las dos maestras divinas a 11 personas, no llegó a entablar un vínculo de confianza para preguntarles algo que no entiende y la función del padre es de doble carga”, expresa.
“Nosotros —dice— en casa tenemos la suerte de poder tener material de lectura, de tener buena formación, de saber dónde y qué buscar o a quién llamar, pero hay papás que no saben cómo buscar y cómo pedir, entonces nos ayudamos, pero no es la idea que nosotros hagamos las tareas”.
Luján además de mamá de un estudiante de primaria es alumna del nivel terciario y empleada de un comercio local, por lo que los tiempos se dividen bastante para cumplir con todo. “Hemos llegado a la conclusión de que si no nos ponemos todos los días un poquito se nos junta un montón, así que tratamos de hacer las cosas con tiempo, aunque Tomás empezó re embalado y las últimas tareas ya no tiene el mismo entusiasmo”.
“Además yo estoy cursando el terciario y por ahí compartimos mucho el teléfono, porque Tomás tiene que ver algún video o copiar la tarea. Estamos organizando las dos tareas y el chiquito que está en jardín está quedando un poco afuera, no estamos llegando mucho. A esto se suma que empecé a trabajar y el papá no está, porque trabaja afuera”, reseña.
Flavia, por su parte, cuenta que “tengo un solo hijo y a pesar de eso se me complica muchas veces atenderlo para hacer las actividades. Tengo que sentarme con él con las actividades que implican colores por su daltonismo, de todas formas un poco se debe ver agravado por el hecho de que también soy docente y tengo que dedicar mucho tiempo al trabajo en casa”.
“En épocas normales, más allá que uno corre todo el día, hay horarios, ahora esas rutinas desaparecieron. Como docente y en mi cargo de secundaria tengo que poner mucha energía, por las características de las escuelas en las que trabajo, son chicos que necesitan mucha atención. Se extraña el vínculo, eso más que nada”, concluye.
Roxana afirma a su turno que “al principio fue difícil con la más chiquita que está en primer grado porque no quería hacer tarea, no estaba acostumbrada, hacía berrinches, lloraba mucho, era muy estresante. Buscamos la forma de incentivarla, negociando con regalos y golosinas y la seño con las devoluciones ayudó mucho. Ahora vamos al día con todo, ya estamos bien y ella es feliz”.

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La voz estudiantil
Para cerrar la nota quisimos escuchar a los estudiantes, que a pesar de todo siguen aprendiendo un poco todos los días. “En esta cuarentena aproveché a repasar temas de la escuela, cuentas y también leo, todo cuando he terminado de hacer las actividades que nos mandan las seños. Me da pena toda la gente que está enferma, ojalá termine pronto todo esto”, pronuncia Melanie, estudiante de cuarto grado, mientras Joaquina, que cursa el quinto año del secundario, sostiene: “Es un año complicado, donde se aprende poco, no tenemos clases virtuales y solo trabajos cada dos o tres semanas, con una y media de entrega. Aunque nos quejemos mucho de ir a la escuela, es muy necesaria y no hay nada como aprender presencialmente”.

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