Con un golazo de Urzi, que luego se fue expulsado, y un cabezazo de Nehuén Pérez, el Sub 23 se impuso por 2-1 ante Colombia y dio el paso que necesitaba para conseguir el objetivo olímpico. De yapa, a falta de una fecha, gritó campeón con puntaje perfecto.
Agustín Urzi (con un golazo desde afuera del área) y Nehuén Pérez de cabeza anotaron para el combinado nacional, que sufrió luego del descuento y de la evitable expulsión de Urzi. Terminó refugiado, aguantando en su área. Pero no fue esa la imagen que dejó en el torneo. Por el contrario, exhibió aplomo, jerarquía, juego colectivo y, sobre todo, futuro.
Con el guiño del resultado en el duelo previo, la Selección salió al campo de juego a terminar con su misión. Presión extendida, con la colaboración de sus hombres ofensivos y buenas combinaciones le otorgaron el dominio absoluto en el primer cuarto de hora. Julián Álvarez tuvo la apertura del marcador antes del minuto de juego, pero el arquero Ruiz desvió su intento rasante. A los 4, el que pisó el área fue Urzi, y el remate salió desviado.
Pero poco a poco el local fue haciendo pie, a partir de los cuatro hombres ofensivos; todos más proclives a la movilidad y al desequilibrio que a brindar una referencia en el área. Carrascal, Benedetti, Cetré y Carbonero soltaron algunos destellos que complicaron al fondo argentino. El enganche de River contó con una oportunidad clara a los 13, casi sin oposición, y elevó su tiro por encima del travesaño.
Argentina salió de ese momento de zozobra apostando a la posesión. Hamacando la pelota a lo ancho retomó confianza y volvió a llegar con peligro. Primero, a los 23, con la aparición sorpresiva de Capaldo, que forzó a la intervención del arquero. Luego, con otra prueba de Urzi que pasó cerca de la valla, tras una pelota parada. Pero luego Colombia creció otra vez y dejó una buena imagen en el cierre de la etapa, con comando cambiante, dinámica y atractiva.
Argentina salió al inicio del segundo con un cambio: el ingreso de Matías Zaracho por el amonestado Nicolás Capaldo. Y recuperó los bríos del comienzo del partido. La presión alta, esta vez, dio sus frutos en la red: a los 4′, Bravo recuperó en el lateral izquierdo y cedió para Agustín Urzi, su compañero en Banfield. Y el chico que fue seguido desde cerca por Boca y River sacó un zurdazo impactante, que se incrustó en el ángulo izquierdo del arco defendido por Ruiz.
Y el segundo golpe a fondo llegó casi de inmediato: a los 7, Julián Álvarez ejecutó un córner con precisión quirúrgica y Nehuén Pérez, como ante Chile, firmó su grito, el 2-0. El tanto le dio tranquilidad al seleccionado, que continuó inquietando a partir de la desesperación rival. A los 11, tras un pelotazo, Gaich ganó a pura potencia, enganchó de derecha hacia el centro y remató apenas desviado.
Pero Colombia logró descontar. A los 22 minutos el árbitro Piero Maza interpretó como sujeción de De la Fuente un contacto mínimo y Cetré cambió el penal por gol con un remate cruzado. E Inmediatamente Argentina se quedó con 10 por la inexplicable reacción de Urzi.
Argentina entendió que iba a tener que sufrir. Aguantar. Un rol al que no estaba acostumbrado. Pero lo cumplió hasta festejar. García, de cabeza, no convirtió de milagro a cinco del final. Luego, Atuesta, con un tiro lejano, le hizo viento a un palo. García, una vez más, rechazó casi en la línea (en lugar de empujar el balón) en tiempo de descuento.
El destino quiso premiar a Argentina. Al andar de veterano de Nehuén Pérez y el acompañamiento de Medina, el otro central. A la ubicación de Fausto Vera. Al ida y vuelta de Bravo; los destacados en lo que pidió el encuentro. Pero también Alexis Mac Allister, el goleador. Adolfo Gaich, con un rol más solidario que anotador. Julián Álvarez, de botines sensibles. Y Fernando Batista, un entrenador de perfil bajo, experimentado formador, que logró armar un equipo rodándolo en las fechas FIFA. Y que sacó chapa de olímpico.