Si bien requiere de una fuerte inversión, los aumentos de tarifas alientan el uso de la «casa verde»
Karina López Vargas tiene eso que muchos desearon en los últimos meses, cuando recibieron las boletas de luz y gas con los aumentos: una casa que se alimenta del sol. En su terraza, en el barrio de Flores, seis paneles solares alimentan el sistema eléctrico del hogar. Es una casa amplia, con cinco habitaciones, parque y pileta. Por lo tanto, la demanda es alta. Por eso combina la energía de red con la que ella «captura» en la terraza. Tiene un calefón solar que le provee agua caliente, incluso en días nublados, y que le permitió reducir el consumo de gas en un 70 por ciento. La última factura que le llegó no supera los 300 pesos.
La pileta es climatizada: mantiene una temperatura de entre 15 y 18 grados en invierno, todo gracias al sol. Claro que para acceder a estos dispositivos tuvo que invertir hace tres años unos 125.000 pesos. Tomó la decisión cuando empezaron los cortes de energía y pasó varias temporadas sin luz. Hoy, con los aumentos, está agradecida de haber tomado la decisión a tiempo.
Porque si bien todavía le faltan dos años para empezar a amortizar el dinero que invirtió en reconvertir su casa, por culpa de los aumentos de las tarifas y gracias a las nuevas tecnologías, la brecha de amortización de estos equipos es cada año menor.
Vivir del sol ya no es una utopía. Las empresas que venden sistemas solares para casas y departamentos viven un verdadero boom de consultas por estos días.
Hace dos semanas, Alexis Atem, uno de los socios de la firma Enegé recibió la llamada del presidente Mauricio Macri. El mandatario quería un presupuesto para instalar un calefón solar en la quinta de Olivos. «Nos solicitó un equipo para cuatro personas, que cuesta unos 27.000 pesos», relató Atem a LA NACION, aún sorprendido. Como la comunicación se difundió en los medios, no tardó mucho en llegar el aluvión de consultas. «Estamos recibiendo más de 1000 llamadas por día. Ojalá que muchas ventas se concreten», relató. Esta semana se colocaría el calefón solar en Olivos.
Para instalar este sistema de agua caliente sólo se necesita una terraza o superficie vertical con un metro cuadrado de exposición solar directa, es decir, con orientación norte, según explica Manuel Pérez Larraburu, coordinador de proyectos de Colectando Sol, una ONG que dicta cursos gratuitos para aprender a construir el propio calefón solar, que es la estrella de los sistemas alternativos. ¿La razón? Permite la mayor reducción del consumo. «Tenemos una gran convocatoria para estos cursos. A diferencia de las empresas que venden e instalan los sistemas, nosotros enseñamos a fabricarlos. Los asistentes aprenden en sólo una clase a hacerlo. Y únicamente pagan los materiales, que rondarán los 8000 pesos», detalla.
Luis Petit es el propietario de la fábrica Calefón Solar Térmico en Entre Ríos. El aumento de las tarifas lo encontró justo cuando estaba a punto de desmontar la firma, que le resultaba poco redituable. «No podíamos competir con el precio de un gas subsidiado. Sólo colocaba este sistema gente que tenía una fuerte conciencia ambiental. La inversión, hasta ahora, era demasiado grande como para recuperarla ahorrando en la boleta de luz y gas», explica.
Pero la nueva demanda de sus equipos lo sorprendió. «Hoy, un calefón solar, que ronda los 20.000 pesos, o un sistema de calefacción central y de climatización de la piscina, que cuesta unos 150.000 pesos, tienen otro color al lado de una boleta de gas de 6000 pesos», apunta.
En el partido de Moreno, hay un barrio de viviendas sociales que se alimenta exclusivamente con el sol. Se trata de un plan piloto que impulsó la Fundación Vida Sustentable y Energía (Foviste). «Como suele ocurrir en las viviendas sociales, cuando se entregaron a unas 35 familias que hoy viven allí, no se contempló la necesidad de calentar agua para bañarse», explica Nicolás Maggio, director. «Ahí nos sumamos nosotros. Les pusimos estos calefones en 2010 -que son los mismos que el que se va a colocar en la quinta de Olivos- y desde entonces estamos monitoreando el funcionamiento. Hicimos ajustes, pero lo que vimos es que tienen muy buen rendimiento y muy poco deterioro», detalla.
En la ciudad existen edificios públicos, como la Legislatura porteña y la Defensoría del Pueblo que alimentan parte de la energía que consumen con paneles fotovoltaicos. Ocurre lo mismo que en la casa de Karina López Vargas. La energía solar que no consumen se inyecta a la red general. Pero no se le paga a quien aporta esa energía, como sí sucede en otros países, donde hay medidores que registran ese aporte y la empresa proveedora le paga al usuario. En España, por ejemplo, fueron tantos los que aportaban energía solar a la red eléctrica, en lugar de consumir, que hace dos años los clientes reclamaban a las empresas saldos a favor y el gobierno colocó un impuesto al uso de energía solar, con el rechazo masivo de los defensores de la energía limpia. En la provincia de Santa Fe se intentó avanzar en ese sentido. Se comenzó a pagar al que aporte energía, pero a precio de mayorista con tarifa subsidiada. Fue un pobre incentivo y no estimuló la reconversión.
También hay quienes usan el sol para cocinar. Es el caso del ingeniero Alfredo Esteves, que construyó su casa en Guaymallén, Mendoza, íntegramente como una vivienda solar.
«Tiene un sistema de ganancia directa de calor», explica. Se trata de galerías vidriadas con orientación norte, que además de luz capturan el calor del sol en el invierno y lo meten a la casa. Esto permite, con un buen sistema de aislamiento térmico -esto es, doble vidrio y burletes-, mantener la casa calefaccionada. Por la noche se cierra el sector y eso evita que la temperatura baje, como ocurre en el exterior, 15 grados. La pérdida de calor es de apenas un grado. En verano, el sistema se desactiva mediante la apertura de ventanas.
Además de calefón solar, Esteves, que es investigador del Conicet en el Instituto de Ambiente, Hábitat y Energía, tiene un horno ecológico. Se trata de un equipo que cuesta unos 3200 pesos y que al usarlo en reemplazo del horno a gas reduce otro 15% el consumo energético.
«Construir una casa adaptada a la energía solar, con buena aislación térmica, con buena orientación y con el equipamiento de calefacción y agua caliente sanitaria incrementa entre 5 y 10% el costo de una vivienda. No es significativo si se piensa en el ahorro futuro. Por culpa de la mala orientación y una aislación térmica deficiente se pierde mucho calor. Más del 50% del gasto en energía para calefaccionar una casa se puede reducir si se mejoran esas dos variables», apunta.
«Una inversión de 150.000 pesos hace cuatro años tenía un plazo de amortización de 19 años. Hoy, esa misma obra se amortiza en cinco años», detalla Esteves.
Dispositivos para ahorrar energía
Calefón
Una familia que por las subas paga unos $ 8000 anuales de gas (dos bimestres de $ 2500, uno de $ 1500 y otros tres de $ 500), si usa el calefón solar ahorrará $ 5600 por año. Necesitará casi cinco años para amortizar los $ 27.000 invertidos
Medición de consumo
Un dispositivo permite controlar en tiempo real el consumo eléctrico de una casa y lo gastado al instante. Así, el usuario puede tomar decisiones para ahorrar. Se llama Nucleus, de General Electric, y cuesta $ 2500
Hornos solares
Existen distintos modelos, pero uno estándar cuesta $ 3200. Si se reemplaza el horno de gas permite reducir un 15% el consumo. Se necesitan poco menos de tres años para amortizarlo
Termostatos
Los termostatos programables cuestan alrededor de $ 1700 y permiten mantener estable la temperatura de un ambiente más allá de los cambios que se produzcan. Funciona con distintos equipos de calefacción
Sistema integral
Para adaptar la calefacción a grandes dimensiones, el sistema de agua caliente, la climatización de una pileta y la provisión de energía fotovoltaica se requieren unos $ 180.000. Se ahorrará el 80%. En menos de cinco años se amortizará
Encendido de pilotos
El consumo de gas de una estufa, un calefón o un termotanque en piloto es de 0,5 m3 de gas diario por hogar. Se sugiere instalar un sistema de encendido de piloto electrónico, que cuesta unos $ 600.
Fuente La Nacion