Con el rechazo al aborto a tan solo una voluntad de alcanzar la mayoría absoluta e irreversible de 37 votos en el Senado, la intervención del Gobierno se convierte en la llave maestra que podría salvar a Alberto Fernández de tropezar en la Cámara alta con la misma piedra que en 2018 impidió que la interrupción voluntaria del embarazo se convirtiera en ley.
Es que tras el recambio de diciembre último de un tercio de los miembros del Senado, el panorama no ha variado demasiado en relación a la votación de agosto de 2018, cuando los «celestes» se impusieron sobre los «verdes» por 38 votos contra 31.
s cierto que ahora hay un dato novedoso e insoslayable desde el punto de vista político. A diferencia de hace dos años atrás, la Cámara alta hoy es presidida por Cristina Kirchner, resalta el periodista Gustavo Ybarra.
Ybarra recuerda que luego de años de soslayar el tema, la expresidenta cambió de postura hace dos años y ahora, se supone, jugará fuerte a favor de la sanción de la ley. Es más, hasta podría reservarse un papel protagónico en lo que algunos imaginan una película con final épico, con ella como protagonista.
Por el momento, aquella brecha de hace dos años parece a punto de repetirse. Del total de 72 senadores el rechazo al aborto legal, seguro y gratuito ya reúne 36 votos, mientras que los senadores que lo apoyan llegan a 32.
En este escenario, la definición quedaría en manos de apenas cuatro legisladores, un puñado de voluntades de las cuales al menos dos son integrantes del oficialista bloque del Frente de Todos.
Ybarra asegura que todas las miradas apuntan a Edgardo Kueider (Entre Ríos) y Roberto Mirabella (Santa Fe), dos peronistas que vienen resistiendo la presión mediática para manifestar su postura de cara a una eventual votación del proyecto que el Presidente anunció que estaría enviando la semana próxima al Congreso.
Pero con estos dos votos tampoco alcanza para que el proyecto pueda convertirse en ley, por lo que la tarea del Gobierno deberá ir más allá y ponerle el cuerpo al proyecto si es que pretende ganar esta pulseada política.
En otras palabras, tanto el presidente Alberto Fernández como Cristina Kirchner tendrán que apelar a todo el poder de «persuasión» posible para restar votos contra el aborto en las filas del oficialismo.
La meta no parece demasiado difícil. Apenas si deberán lograr la ausencia en el recinto el día de la votación o el cambio de sentido del voto de dos senadores propios para dejar la mesa servida para un final de película, dice Ybarra.
Los nombres sobran, pero hay dos casos que en el Frente de Todos empiezan a sonar fuerte, que son mirados con esperanzas por los «verdes» y con desconfianza por los «celestes».
Uno de ellos es el de la rionegrina Silvina García Larraburu. La barilochense fue la única senadora del bloque kirchnerista que en agosto de 2018 se animó a sacar los pies de plato y votar en contra. ¿Le darán la misma libertad de conciencia ahora que en la votación se juega la suerte de un proyecto impulsado por un gobierno peronista?
La misma pregunta se hacen algunos senadores peronistas sobre el salteño Sergio Leavy.
Hace dos años Leavy votó en contra del aborto como diputado nacional. Pero en aquel momento el proyecto ni siquiera tenía garantizada su aprobación en la Cámara baja.
De hecho, aquella votación terminó volcándose a favor del aborto en plena madrugada por la intervención de factores políticos externos al recinto legislativo. Uno de ellos fue el entonces gobernador de La Pampa Carlos Verna, con gestiones urgentes.
«Celestes»
Los sectores «celestes» del oficialismo tienen en cuenta estos factores y no solo prometen dar batalla sino que ya advirtieron sobre la necesidad de que la votación del aborto se realice sin intervenciones política externas.