Por falta de cupo, un frigorífico no ingresó la mercadería que se comprometió a comprar y se echó a perder. Los pescadores no cobrarán.
Hace unos días, pescadores de Victoria tuvieron que tirar más de 8.000 kilogramos de sábalo. En un cálculo rápido hecho por un acopiador, esto representa una pérdida de alrededor de 50.000 pesos de mercadería, sin contar la nafta y los demás recursos que quienes se dedican a esta sacrificada actividad invirtieron para llegar río adentro, a los lugares donde hay mejor pique.
Los devolvieron al río. Aparecieron apilados sobre una vieja barcaza y mucha gente que pasó por el puerto de la Ciudad de las siete colinas se encontró con un cuadro desolador en la zona que está frente al camping. Tirar comida en un mundo donde el hambre arrecia a tanta gente a veces conmueve, otras genera malestar y hasta enoja. A 50 kilómetros del lugar, en Rincón de Nogoyá, también arrojaron piezas en grandes cantidades.
Sin embargo, no fue culpa de los pescadores. Ellos se van de sus casas de noche o de madrugada, aún en noches de frío lacerante, y vuelven bien entrada la tarde, trayendo lo que pudieron capturar con el espinel o la red para venderlo y ganarse el sustento, que cada vez se torna más magro porque les regatean el precio o quedan presos de los valores que los grandes frigoríficos de la zona imponen. Si no ubican la mercadería la pierden y no cobran.
A los pescados que tiraron al río los fue a buscar un camión de uno de los tres frigoríficos de Victoria, pero llegó un día más tarde que el acordado. Para ese entonces, la mercadería ya no estaba en buen estado y la rechazaron.
Al respecto, un testigo de la situación que prefirió que no se publique su identidad por temor a posibles represalias, comentó a UNO: «Hay un mal manejo de parte de los frigoríficos, que están tapados de pescado y no le dan importancia a estas cosas. Fue una negligencia de uno de ellos, que quedó en mandarles el camión un miércoles y fueron al otro día. El pescado ya estaba feo y encima pasó otro día más, porque lo cargaron un jueves y lo llevaron para descargar un viernes. Los frigoríficos no se hacen cargo de su desidia y los perjudicados son los pescadores».
A su vez, aseguró que esto ocurre a menudo: «Están tirando pescado continuamente. Es terrible lo que está pasando. Uno de los frigoríficos está trabajando bien, pero no tiene cupo de exportación. El otro tiene cupo, pero no le compra a los pescadores locales o les hace esto de rechazarle la pesca y la tienen que tirar. Prefiere comprarle a pescadores de Santa Fe o Rosario porque les pagan menos y llegan barcos llenos desde allá».
Por su parte José Luis Urriaga, uno de los acopiadores de Victoria a quien todos conocen como Gato, confió que si se quejan por estas cuestiones los frigoríficos los castigan y les dejan de comprar. «Se tiró pescado en Rincón de Nogoyá y en el puerto de Victoria. Acá fue un frigorífico que lo dejó arriba de un camión. Se comprometen a comprar y te lo cargan, pero después te dicen que no tienen cupo, el pescado se pone feo y no te lo pagan. A ellos no les importa».
A su vez, confió resignado: «Como acopiador soy un defensor de los derechos de los pescadores, pero sabemos que si voy a un frigorífico y hago quilombo después no me reciben más. Me quedo sin vender el pescado o me aprietan de alguna forma. Hay que agachar la cabeza».
«El problema es que no dan abasto y se hacen de un compromiso que después no pueden cumplir. Nosotros a los pescados los perdemos, porque en un freezer no los podemos guardar: son grandes cantidades y además un freezer les quema la grasa y les quita el brillo; a un mercado lo tenemos que llevar brillosos, bien acomodaditos. Se podría guardar a lo mejor en una cámara. Desde el gobierno dijeron que iban a hacer una, y no pasó nada», comentó.
Por último, aclaró que mientras no se asigne un cupo mayor de exportación seguirán generándose este tipo de situaciones: «Se tira más pescado de lo que la gente piensa. Peleamos porque a uno de los frigoríficos que nos compra le den más cupo y no lo conseguimos. Tiene solamente 89 toneladas, cuando los otros tienen 200 uno y 325 el otro. En una reunión un ministro nos dijo que es para mantener el precio, pero de esta forma lo fija el frigorífico. Es al revés, si hubiese cupo libre el precio podría mejorar. Nosotros le damos 6 pesos el kilo al pescador y nos quedamos con una ganancia de 70 centavos o 1 peso».
«Pagamos monotributo y otros impuestos, ponemos el vehículo, corremos con la pérdida por las piezas que el frigorífico nos decomisa. A veces vendemos a particulares bajo cuerda para ganar algo porque con lo que nos pagan a nosotros no ganamos prácticamente nada», dijo a modo de conclusión.
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Hay cada vez más pescadores por la falta de trabajo
En Victoria hay buen pique. Sale boga, patí, bagre amarillo, surubí y dorado. Sin embargo, la bajante del río preocupa a quienes se dedican a la extracción del recurso ictícola. «Se está pescando bien y variado pero estamos preocupados por la bajante del río que hay, que es impresionante. En poco tiempo no tendremos peces, porque buscan lo profundo y se van al río de la Plata o a otro lado», señaló a UNO José Luis Urriaga.
Lo que se saca por lo general va a parar a los tres frigoríficos que hay Victoria: Curimba SA, Epuyen SA y River Fish SRL; cerca, en Diamante, está el Lionciti. Cada uno de ellos compra las piezas a los acopiadores de la zona.
«Los pescadores trabajan conmigo, que laburé toda la vida como pescador y saben que vienen y les pago en efectivo, les brindo la nafta si necesitan, les compro alguna malla o les pago las deudas. No tienen que estar esperando cinco o 10 días, o a lo mejor un mes para andar cobrándole al frigorífico, que algunos ni les pagan. Cuando hay que hacer un reclamo voy directamente yo y no 30 o 40 pescadores, porque no los atienden. Así laburan también los otros acopiadores», contó. A su vez, aseguró que cada vez hay más pescadores: «No sé cuántos hay en Victoria hoy, porque la gente que no tiene trabajo viene y se dedica a esto y cada vez hay más».
«Yo tuve la desgracia de perder a un hijo de 13 años que estaba pescando, era su trabajo. Los pibes acá antes de salir a robar o dedicarse al malandraje se van a pescar para hacer una moneda. Los chicos de la zona son como tortuguitas: nacen y se van al agua, porque otro trabajo no hay en Victoria», comentó por último.