La investigación que inició para nomenclar algunas calles derivó en el conocimiento de la historia de muchísimos chacareros que habitaron la zona de quintas y chacras de Gualeguay. Esa recopilación de información, datos y anécdotas aparecerá en nuestras páginas a partir de esta edición.
Se inició cuando Francisco Cosso se desempeñaba como concejal de nuestra ciudad y decidió que era hora de que algunas calles de la zona de chacras tuvieran nombre “para mejorar la calidad de vida de los vecinos, por cuanto llega el correo o un pedido que alguien pueda realizar”, explica y agrega que hubo que “estudiar históricamente los hechos, porque cada caso es diferente. Este trabajo después se transformó en una ordenanza en 2017, poniéndole nombre a 29 calles, aunque hay muchas más todavía y hay muchos chacareros también para seguir investigando y dejar marcado en ese proceso un poco la historia de lo que fue nuestra zona de quintas con la llegada de los inmigrantes allá por 1860”.
En seguida, señala que los habitantes que se asentaron en ese sector de Gualeguay, “muchos de origen italiano, yugoslavos, turcos, de todo un poco, venían con esa actividad conocida del manejo de la tierra. Cuando en Europa se produce una transformación, la necesidad de trabajo, los conflictos de vida, comienzan a emigrar y va llegando uno y ese va invitando a los demás. Esta tierra de América y nuestra zona sur tuvo mucha vigencia por la producción, llegaban a Buenos Aires, se quedaban en la casa de algunos tanos que ya estaban en el lugar, el Hotel de los Inmigrantes después y de ahí comenzaban a recorrer el país”.
“Estábamos en los comienzos del desarrollo del ferrocarril —continúa— y se instaló en Gualeguay mucha gente que hizo que la zona de montes, que hoy son chacras y casas de fin de semana, se pudiera poblar con estos amigos que llegaron, algunos solos, otros con su familia y algunos hijos”.
En igual sentido, relata que “algunos se casaron acá, generalmente entre familiares o amigos, porque la única relación que tenían era con los que vivían en este lugar, la hija de fulano se casaba con mengano que vivía dos chacras más allá porque no conocía otra cosa. Incluso había primos que se casaban entre sí”.
“Esa gente fue ordenando estos terrenos, con esta tierra extraordinaria y fueron sembrando las chacras, plantando árboles frutales, criando animales. Hoy nos llama la atención Mercado Libre, pero el primer mercado libre que existió fue el verdulero, el lechero, que llegaba de la chacra y avisaba lo que iba a tener esa semana”, destaca.
-¿Cuánto tiempo llevó esta investigación?
-Anduve un año y algunos meses, porque uno no se puede equivocar con la historia, aunque yo transmito lo que me cuentan por la cercanía o por la familiaridad y también algunos vecinos. Me encontraba con una familia, iba una, dos o tres veces a la casa y después investigar en Internet los datos precisos. Así pude saber de dónde venían, por dónde salían de Italia y en algunos casos tengo el nombre del vapor en el que vinieron y tengo fotos de ellos cuando llegaron.
“Armaba la historia y después iba de nuevo a la casa de los hijos o de algunos familiares para preguntarles y me esperaban con el pasaporte y todo ese tipo de cosas. Hay cartas que venían de Europa a un determinado lugar en el ámbito urbano de la ciudad y llegaban ellos de la zona de chacras a buscarlas. Esto es lo que hablábamos, ahora puede llegar directamente al lugar porque tienen su dirección, aunque falta el número, pero eso corre por cuenta del frentista que puede ir al Municipio para que se lo suministre”, indica.
-¿Cómo lo armaste después?
-Los familiares y los hijos me iban aportando historias, a las que yo les daba el toque que uno le puede dar, poniéndole un poquito de picardía y aportando lo que esa gente hizo en este lugar y apasionadamente defendió, porque esos que vinieron alguna vez no regresaron nunca más. En algunos casos vinieron, a pedido de ellos, los hermanos y en otros llegaron los padres a instalarse con ellos, por las bondades que contaban los hijos que ofrecía este territorio.
“Son cosas apasionantes saber cómo se fueron haciendo dueños de ciertas chacras, todo con trabajo, nada de apoderarse de un terreno e ir a usurparlo. Hubo gente que trabajaba en dos o tres lados para poder pagar la cuota de la chacra que había comprado, se las daban a pagar en dos, tres o cinco años”, reseña Cosso, al tiempo que revela que “hubo gente que cuando llegó venía con un puñadito de dinero que le habían juntado los familiares, atado en un pañuelo, con una valija con pocas pilchas y algunos elementos indispensables para subsistir. Los chacareros que ya estaban instalados les ofrecían un pequeño espacio hasta que ellos se fueran ordenando”.
Más adelante, anecdotiza: “la señora Rebossio, casada con Viviani, me contaba que una noche que se desató una tormenta con mucha lluvia y piedras destruyó todo el sembrado, las plantas y los árboles frutales. El marido la trasladó a la casa de sus padres en la ciudad y al otro día cuando ella llegó a la chacra y vio ese panorama desolador le daban ganas de llorar y el esposo le dijo que iban a tener que empezar de nuevo. Esas cosas me emocionan”.
-¿Hay más nombres para poner en las calles de esa zona?
-Sí, incluso hace poquito le alcancé a la gente del Concejo Deliberante un proyecto de una calle más que me había quedado. Yo voy a tratar de seguir, porque ha llegado gente a casa para brindarme información, como la chacra de Benito Caprile, los hermanos Caprile, cerca de la chacra de un hombre que tuvo mucho que ver con la radiodifusión, Enrique Telémaco Susini. En esa chacra se reunían los días festivos, debajo del parral con un patio de tierra, iban músicos, los chacareros tocaban el acordeón y se armaban las fiestas familiares.
“En esa época, la picardía de David Aschkar, a quien le costaba mucho hablar el español, era ir y decirle a las chicas que el que estaba del otro lado quería bailar con ellas y que estaba enamorado. Así se fueron formando parejas y se fueron casando”, cuenta entre risas.
-¿Cuál es la primera historia que comparte en estas páginas?
-La de Cirigliano, que estaba instalado en el viejo camino a Puerto Ruiz. Por el pasaje del Ombú hacia la vía, frente a la chacra de Ferrando, pasaba la vía en diagonal hacia Puerto Ruiz y en esa diagonal a la derecha hacia el oeste arriba una loma estaba la casa de Casero Cirigliano, que tenía una despensa y un bar, de los que cuento la historia. Eso no es todo, el pasaje del tren, dependiendo de quién fuera se detenía para bajar algún pasajero.