María Cristina Robledo regresó después de muchos años al lugar donde fue asesinado su marido, en General Madariaga. Esta noche participará en Pinamar de un homenaje a 20 años del crimen
Aferrada a un crisantemo blanco, con la emoción protegida por sus anteojos de sol marrones, María Cristina Robledo, la viuda de José Luis Cabezas, habla como puede, con fragilidad, como si no hubieran pasado 20 años y a su marido lo hubieran asesinado ayer ahí mismo, apenas a unos centímetros de donde está parada para hablar con Infobae. «Parece mentira, algo está fallando si 20 años después seguimos pidiendo Justicia», comenta la mujer con una tonada española que se le impregnó por el exilio voluntario en España al que se sometió junto a su hija Candela Cabezas después del crimen.
Robledo no recuerda cuándo fue la última vez que estuvo en este monumento del horror, escondido en medio de un campo de General Madariaga, donde el policía Gustavo Prellezo le pegó dos tiros al fotógrafo de la revista Noticias y luego le prendió fuego adentro del auto que Cabezas usaba para moverse por Pinamar, donde cubría la temporada de verano. Regresó ahora para rendirle homenaje, junto a su cuñada Gladys, y otros familiares de víctimas. «Solía venir en invierno con Candela, que elegía piedritas de la playa y las traía acá porque decía que eran para su papá», cuenta a Infobae. Sin embargo, admite que este sitio, que ahora tiene varias imágenes de José Luis y una cruz blanca de unos cuatro metros de altura, tiene «una energía que impone, algo fuerte».
Instalada en Islas Canarias, la viuda de Cabezas volvió a la Argentina sólo para recordar a su marido. A pesar de la lejanía física y temporal, siente que el tiempo no pasó. «El país sigue siendo el mismo, las luchas son las mismas, las injusticias son las mismas, parece que me fui ayer», comenta.
Lo que más le costó de llegar hasta la cava donde se cometió el atentado más grave contra la libertad de expresión desde la vuelta a la democracia, fue superar la emoción durante el último tramo del camino, una ruta angosta, de tierra, entre pastizales y el vuelo bajo de los pájaros: «Pensaba en lo que habrá sentido él en ese momento. Me dio mucho dolor, mucha emoción, tristeza y también, al llegar, un profundo agradecimiento a todos los periodistas, que aunque pasó mucho tiempo siguen estando acá».
Robledo trata de evitar hablar sobre la causa, pero no puede dejar de referirse a la decisión de la Justicia de darle prisión domiciliaria a Prellezo, que significa que ya ninguno de los condenados -tres a reclusión perpetua y seis a prisión perpetua- está en la cárcel. «Durante los 20 años, la sensación de injusticia fue permanente, algo de todos los días. Lo de Prellezo fue el golpe final. Sólo tuve algo de paz después del juicio en Dolores, pero a partir de ahí fue todo retroceso», comenta mientras mira los pétalos del crisantemo blanco que tiene entre sus manos, y luego, casi en un suspiro, admite que la fuerza para seguir se la da su hija, «el mejor recuerdo» que tiene de Cabezas: «Vivo por mi hija, y salí adelante por ella».
Actos en homenaje
Robledo participó esta mañana del primer acto de homenaje a Cabezas, realizado como todos los años en la cava de Madariaga donde fue asesinado. Allí también estuvieron Pedro Guevara, el baqueano que encontró el Ford Fiesta prendido fuego, donde estaba ya muerto el fotógrafo, y Gladys, hermana de José Luis. «Los asesinos de mi hermano eligieron matarlo por dos pesos. Prellezo lo planeó durante un año. Es increíble que esté libre. Los asesinos de mi hermano serán siempre asesinos, por más que estén libres y vayan a misa», comentó.
Esta noche, desde las 20, se llevará a cabo otra conmemoración, organizada por el Municipio de Pinamar, frente al monolito que recuerda al fotógrafo en la entrada a la ciudad, sobre la avenida Bunge. Además, allí, se inaugura hoy una muestra sobre el fotógrafo.