Un fuerte editorial publicado este miércoles por el diario El País, el más importante de la República Oriental del Uruguay, hizo foco en la intromisión del Jefe del Estado Vaticano en su país natal.
Bajo el título «Las opiniones del Papa Francisco», el escrito asegura que el Pontífice «ha decidido jugar un rol político» en la Argentina y que «esa circunstancia lo conduce por derroteros sinuosos del pensamiento».
El editorial
El Papa Francisco ha representado desde su investidura como sucesor de San Pedro un importante factor de renovación en la Iglesia, en algunos aspectos de contenido, pero particularmente en sus formas, más cercanas a la gente, menos burocráticas y ceremoniosas.
También ha levantado polvareda con sus definiciones pastorales, prefiriendo una Iglesia accidentada por salir a la calle que enferma por encerrarse en los templos, lo que en nuestro laicista Uruguay ha provocado furibundas reacciones del jacobinismo vernáculo para con nuestro inquieto cardenal.
Hay otros temas más mundanos, sin embargo, donde el Papa Francisco ha desatado polémicas mucho más terrenales. Es claro que ha decidido jugar un rol político en su país natal, que sus ideas políticas siguen estando presentes cuando opina de los males de nuestro tiempo y esa circunstancia lo conduce por derroteros sinuosos del pensamiento.
Este domingo el Papa concedió una entrevista a El País de Madrid donde habló de muchos temas, como la situación de la Iglesia, de los refugiados que llegan a Europa, de la asunción de Donald Trump, entre otros. Allí hay un tema que se destaca por la virulencia con que lo aborda y la ignorancia que demuestra, que es la situación de la economía y algunos de sus conceptos más básicos.
En la entrevista de marras, el Papa opina lo siguiente sobre la situación de América Latina: «El problema es que Latinoamérica está sufriendo los efectos […] de un sistema económico en cuyo centro está el dios dinero, y entonces se cae en las políticas de exclusión muy grande. Y se sufre mucho. Y, evidentemente, hoy día Latinoamérica está sufriendo un fuerte embate de liberalismo económico fuerte, de ese que yo condeno en Evangelii gaudium cuando digo que «esta economía mata». Mata de hambre, mata de falta de cultura […]. Porque los sistemas liberales no dan posibilidades de trabajo y favorecen delincuencias.»
¿En qué planeta vive el Papa para pensar que el problema de América Latina, pululada y hundida por el socialismo del siglo XXI y sus aliados más timoratos sufre los efectos del liberalismo económico? ¿Cómo puede agarrársela con el liberalismo cuando calla frente a las flagrantes violaciones de los derechos humanos Venezuela donde, literalmente, está muriendo gente por causas evitables en cualquier país? ¿Qué piensa que sentirán los feligreses liberales cuando escuchan a la máxima autoridad de su religión tratarlos de cipayos y vende patrias?
En esta y otras declaraciones del Papa, por tanto, se mezclan varias cosas. La primera es que demuestra no tener idea de lo que está hablando, ni respecto a la ciencia económica en sí ni respecto a la situación de América Latina. Los países más prósperos, más justos y con mejores indicadores sociales son los que tienen los mejores índices de libertad económica y eso es un hecho incontrastable. A menos, claro está que queramos armar un discurso ajeno a la evidencia empírica.
En segundo lugar, América Latina ha sufrido históricamente y sigue padeciendo en el presente de un estatismo exacerbado, un proteccionismo muy superior al de las otras regiones del mundo y la ausencia de sólidas democracias y Estados de Derecho que garanticen los derechos humanos y las libertades esenciales. Ese es el verdadero problema no combatir contra el fantasma de un «liberalismo económico que mata» que no se aplica y donde se aplica da formidables resultados.
En tercer lugar, la forma en que se expresa no es digna de su investidura. Con sus palabras insulta y ofende a cientos de miles de sus propios feligreses que creen de buena fe en las ideas que ataca como si fuera un político de barricada en vez del sucesor de San Pedro. Sencillamente resulta chocante que quien ha pretendido recrear una Iglesia de puertas abiertas y misericordiosa destrata de esa forma a tanta gente de buena voluntad.
En todo caso, el rol que viene cumpliendo como opinólogo de economía y política es tremendamente negativo para lograr los resultados que el mismo pregona. Solo la libertad económica logrará reducir la pobreza y mejorar el nivel de vida de quienes lo pasan peor, como de hecho está demostrado y se puede ver en las estadísticas globales de las últimas décadas. Es una verdadera pena cómo pierde la compostura el Papa Francisco con estos temas, porque además de lastimar a mucha gente, prestigia ideas retrógradas y liberticidas, envalentona gobernantes que producen muerte y desolación y queda de espaldas a quienes más sufren en este mundo.