El periodista publicó una imagen que lo muestra ensangrentado tras la brutal golpiza que recibió el lunes durante la manifestación en el Congreso. «Ahora somos objeto de una cacería; nunca vi algo así», enfatizó.
El periodista Julio Bazán fue brutalmente agredido el lunes pasado mientras cubría los disturbios que se producían en las afueras del Congreso, cuando cientos de manifestantes comenzaron a atacar a la Policía de la Ciudad para evitar que se realizara la sesión en la que finalmente el oficialismo aprobó la ley de reforma previsional.
«Documento de la barbarie contra la prensa, que no podrá detener nuestra vocación de informar», escribió en las redes sociales junto con una imagen que muestra el salvajismo que reinó durante la manifestación.
El periodista fue atacado por un grupo que lo golpeó, le tiró ceniza caliente en la cara y hasta le arrojó un piedrazo que le provocó un durísimo golpe en la cabeza. «Estaban completamente desaforados», aseguró.
«Todavía persiste la molestia del corte que tengo en la cabeza, donde me suturaron con cinco ganchos; además tengo la boca hinchada y dificultades para hablar porque me quemaron por dentro con la ceniza que me tiraron», explicó Bazán en declaraciones a Radio Mitre.
Desde la sala de terapia intermedia el periodista aseguró que la violencia que sufrió en la Plaza del Congreso tenía un único objetivo: destruirlo. «Buscaban hacerme daño por todos los medios; creo que la intención era destruirme», señaló el periodista.
«Los médicos están viendo una tomografía para determinar si los golpes que me dieron en el abdomen y en la espalda tuvieron alguna repercusión; están viendo especialmente imágenes del hígado para ver si tengo alguna secuela», relató el cronista de TN.
Aunque admitió que no puede identificarlos, dijo que era un grupo joven, con un jefe, «todos transformados por la ira». «No fue la primera vez que me lastimaron, he estado en otras situaciones, pero ahora los periodistas somos objeto de una cacería, algo que nunca había visto», agregó.
«Mis heridas se van a curar, pero lo que hay que curar rápidamente es el clima de animosidad y agresividad que se instaló entre la gente que lograron fanatizar con discursos y con relatos, para convertirlos en energúmenos», concluyó.