Hay historias que demuestran que el amor puede superar cualquier barrera. Incluso la del Alzheimer. Jorge y Cinta batallan contra la enfermedad del olvido. «El Alzheimer no puede borrar nuestra historia de amor», dice el hombre.
Hay historias que demuestran que el amor puede superar cualquier barrera. Incluso la del Alzheimer, la enfermedad del olvido. Ese es el caso de Jorge, un español de 86 años, que no deja de visitar, día a día, a su esposa Cinta, que está internada en un centro debido a su avanzada enfermedad. «El Alzheimer no puede borrar nuestra historia de amor», dice el incansable hombre.
La historia fue publicada por el diario español ABC y tuvo gran repercusión en las redes sociales. Jorge y Cinta se conocieron hace más de 50 años y desde entonces están juntos. Tienen cuatro hijos y un amor incondicional.
En 2013, cuando Cinta fue presa de esta enfermedad y sus condiciones físicas se volvieron muy delicadas, ella fue trasladada desde su domicilio de Madrid a la Fundación Vianorte-Laguna. Desde entonces, Jorge no faltó ningún día a verla, aún teniendo una hora de trayecto de ida y otra de vuelta.
Jorge quiso, por todos los medios, evitar la internación de su esposa. Intentó cuidarla en casa, «pero en una ocasión se le rompió una vena y le produjo una gran hinchazón en el estómago, lo que afectó también al riego sanguíneo de su cabeza y produjo daños en su riñón, uretra, pulmón?». Por eso, estuvo internada en el hospital ocho meses, lo que aceleró mucho el avance del Alzheimer.
«Avanzó tanto que dejó de salivar, de hablar y caminar. Como, además, tenía problemas de corazón y necesitaba que un médico la viera tres veces a la semana y, por la Seguridad Social era inviable, optamos por traerla a la Fundación Vianorte-Laguna, donde recibe un trato profesional exquisito», relata.
Él, la visita todas las tardes, después de una caminata diaria, obligada por su diabetes. Y no sabe con qué se encontrará cada vez que la visita.
«Cada día es una sorpresa. Nunca sabes cómo te va a recibir. Lo malo es que ya no me reconoce. En ocasiones le pregunto ‘¿pero sabes quién soy?’ con la ilusión de que diga mi nombre. Pero cada vez guarda más silencio. Solo me mira. Alguna vez me responde: ‘sí, cómo no voy a saberlo: eres mi padre’. A veces también cree que soy su abuela? o un señor».
Pero no sólo son momentos agridulces en las visitas de Jorge. A veces se sorprende con lo que le entrega su amada Cinta. «Un día la besé y me sorprendió con un ‘¿me das otro?’ Eso, para mí, es maravilloso», reveló.
Eso le da energía para seguir. Jorge dice abiertamente que le da mucha pena ver cómo la enfermedad se adueña de la memoria de su mujer y ya no puede mantener conversaciones fluidas como antes. Pero lo más importante es estar con ella, a su lado.
«Solo con tener la oportunidad de que me mire a los ojos me hace feliz porque, en el fondo, pienso que me conoce, que sabe quién soy, aunque no sepa decírmelo. El afecto no se olvida. El Alzheimer no puede borrarlo. Por eso, yo le hablo a mi mujer, la acaricio, la beso? Nuestro amor sigue vivo, aunque ella no pueda expresarlo».
María Jesús, hija de ambos, le dijo a ABC lo impactada que estaba por la dedicación de su padre para poder visitar a Cinta. «Es increíble que en estos seis años solo faltó en una ocasión porque en verano, como hace tanto calor, lo encontramos en el suelo por una bajada de tensión. A pesar de sus 86 años, y de sus achaques, él trasmite todo su amor con sus visitas diarias. Es un gran ejemplo para toda la familia», dice.
Y recuerda: «Durante todos los años que llevamos en ViaNorte hemos visto familias que iban distanciando las visitas según el olvido se instalaba en la memoria de sus seres queridos hasta que, finalmente, contrataban cuidadoras para que las acompañaran. Es una verdadera lástima. La esencia de las personas siempre está ahí. Y el amor es eterno, tal y como lo vivo yo en mis padres».