El Papa abrió las puertas de la Iglesia a los divorciados vueltos a casar

En su nueva exhortación apostólica, Francisco pidió una mayor apertura de la Iglesia con los divorciados vueltos a casar. Rechazó «los proyectos de equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio»

El papa Francisco publicó hoy su nueva exhortación apostólica sobre la familia en la que «en casos particulares» abrió las puertas de la Iglesia a los divorciados vueltos a casar, al tiempo que sostuvo la necesidad de la educación sexual y abogó por una «mejor preparación» para el matrimonio.

«Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio. No me refiero sólo a los divorciados en nueva unión sino a todos, en cualquier situación en que se encuentren», afirma el Papa en el capítulo 8 del documento, titulado «Acompañar, discernir e integrar», tres palabras clave para entender el nuevo enfoque pastoral al que es llamada la Iglesia de Francisco.

De 262 páginas en su versión en español, Amoris Laetitia, sobre el amor en la familia, recuerda que «el camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero». Dividida en nueve capítulos y un total de 325 párrafos, la exhortación apostólica, que no caerá bien en sectores conservadores, llama a evitar «creer que todo es blanco o negro», y, significativamente, afirma que «ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal».

En un lenguaje simple y directo, y de a tramos, también poético -cita a Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Mario Benedetti, Martin Luther King, Erich Fromm y la película La fiesta de Babette-, el Papa habla como un pastor que escuchó durante sus más de 50 años de sacerdote y obispo en Buenos Aires historias reales de todo tipo. Reflexiona sobre el amor y, también, sobre sus sombras, y sobre las dificultades concretas de las familias del mundo de hoy, marcado por la «cultura de los provisorio», el narcismo, el ritmo frenético, las dificultades económicas, la falta de trabajo, las guerras, las migraciones, la violencia, la explotación.

Y, con inmensa humanidad, da consejos prácticos y concretos para que las familias, gracias al amor de Dios, puedan superar los innumerables desafíos y crisis que viven.

En el documento, en el cual también hace autocrítica y admite que la Iglesia no supo transmitir la belleza del amor de la familia y llama a una mejor preparación de los sacerdotes en cuanto a estos temas, reafirma la indisolubilidad del matrimonio, que solamente es tal si formado por un hombre y una mujer. Y reitera que las uniones entre personas del mismo sexo no se pueden equiparar «simplísticamente» al matrimonio.

Las situaciones «irregulares»

En el capítulo 8, que es el que más atención acaparó, trata las denominadas «situaciones irregulares», el tema que más dividió en los dos sínodos que hubo en el Vaticano, en octubre de 2014 y 2015. Allí, si bien el Papa no da el vía libre general a que todos los divorciados vueltos a casar puedan tomar la comunión -algo que hasta ahora sólo podían hacer si viven como hermana y hermano, es decir, sin tener relaciones sexuales-, ni dictamina una nueva norma, tampoco cierra esa posibilidad. Al contrario, deja todas las puertas abiertas. De hecho, asegura que después de recorrer un camino de «discernimiento» personal y pastoral y de un análisis de cada caso particular, la exclusión de los divorciados vueltos a casar puede superarse. Los divorciados vueltos a casar no sólo no pueden comulgar, sino que tampoco pueden ser padrinos de bautismo o confirmación, ni leer lecturas en misa, entre otras prohibiciones.

En el texto, no obstante, Francisco no menciona esto. Consciente de que sectores conservadores están obsesionados con la prohibición de la comunión a los divorciados vueltos a casar, tal como había ocurrido en el documento final del sínodo pasado, en Amoris Laetitia no aparece la palabra «comunión».

«Los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo. La lógica de la integración es la clave de su acompañamiento pastoral . Su participación puede expresarse en diferentes servicios eclesiales: es necesario, por ello, discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional pueden ser superadas», afirma. «Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia, sintiéndola como una madre que les acoge siempre, los cuida con afecto y los anima en el camino de la vida y del Evangelio», agrega.

Amoris Laetitia confirma la línea propuesta en el sínodo de obispos por el grupo de teólogos alemanes, es decir, la del discernimiento de las situaciones irregulares, considerando los casos particulares, más allá de las normales generales, como indicaba Santo Tomás en la Suma Teológica. Al respecto, sin pelos en la lengua el Papa sentencia que «sabemos que no existen simples recetas».

«Si se tiene en cuenta la innumerable diversidad de situaciones concretas, puede comprenderse que no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos. Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares, que debería reconocer que, puesto que el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas», afirma. «Los presbíteros tienen la tarea de acompañar a las personas interesadas en el camino del discernimiento de acuerdo a la enseñanza de la Iglesia y las orientaciones del obispo. En este proceso será útil hacer un examen de conciencia, a través de momentos de reflexión y arrepentimiento», agrega.

Uniones gay versus matrimonio heterosexual

Al margen de citar los informes finales de los dos sínodos que convocó en 2014 y 2015, en los cuales por primera vez se pusieron sobre la mesa temas antes tabú, y a documentos de sus predecesores, en el texto el Papa menciona varias veces partes clave de su primera exhortación apostólica Evangelii Gaudium, La alegría del Evangelio.

Recuerda a los sacerdotes que el confesionario «no debe ser una sala de tortura, sino el lugar de la misericordia del Señor», y que la eucaristía «no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio para los más débiles».

Más allá del llamado a una Iglesia que no condena, sino que acompaña e integra, el documento probablemente no caerá bien en los sectores gay. Sólo alude, casi al pasar, a las situaciones de las familias que tienen en su interior personas con tendencia homosexual, confirmando el respeto a su relación con ellos y el rechazo de toda injusta discriminación. Además, reafirma que no se pueden equiparar las uniones gay con el matrimonio entre hombre y mujer y destaca «el derecho natural del niño a tener una madre y un padre».

El capítulo cuarto, titulado «El amor en el matrimonio», es el más poético. A partir del llamado himno de la caridad de San Pablo -«El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta»-, reflexiona sobre el amor verdadero.

La convivencia familiar

Como ya hizo en sus catequesis, Francisco recuerda que «nunca hay que terminar el día sin hacer las paces en la familia» y que hay tres palabras claves para usar en la familia: «permiso, gracias, perdón». También reflexiona sobre la dimensión erótica del amor, sobre la vida sexual de los cónyuges y la virginidad. En el capítulo quinto, «Amor que se vuelve fecundo», elogia a las madres, y destaca el papel de la familia en el cuidado de los hijos y de los ancianos. En el sexto, subraya la urgente necesidad de una mayor preparación de los curas en la pastoral familiar, así como de los novios al matrimonio. El séptimo capítulo está dedicado a la importancia de la educación de los hijos: su formación ética, la educación sexual, que es necesaria, la transmisión de la fe.

En el noveno y último, «Espiritualidad matrimonial y familiar», en una reflexión final, como en realidad hace a lo largo del documento, Francisco subraya que no existen familias perfectas, sino que su realidad es mucho más compleja. Y cierra el documento -el tercero, después de La Alegría del Evangelio y la encíclica Laudato Sí-, con una oración a la Sagrada Familia y un mensaje de esperanza más allá de las dificultades: «Caminemos familias, sigamos caminando. Lo que se nos promete es siempre más. No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud de amor y de comunión que se nos ha prometido».

Fuente: LaNación

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