Es profesora en la ciudad francesa en la que vive hace tres años. Estudia en una universidad
parisina y relata cómo sobrellevan en el país europeo el segundo confinamiento, tras el
rebrote de COVID-19.
Dejó Gualeguay al terminar el secundario para estudiar en Rosario, donde vivió diez años
antes de decidir que su sueño de conocer Francia podía hacerse realidad. Actualmente habita
en el este de Francia, “cerca de Suiza y del sur de Alemania, una región llena de montañas, de
mucha naturaleza, diferente a París que es una gran ciudad con mucho más turismo. Aquí es
más tranquilo, hay una vida mucho más confortable”, narra Natalia Brumatti.
“Tenía ganas de explorar nuevos lugares, a mí Francia siempre me llamó la atención y también
quería aprender el idioma. Aproveché el momento que estaba pasando Argentina
económicamente, la crisis y dije es ahora o nunca y no me arrepiento, estoy muy contenta con
la decisión”, da cuenta a la hora de hablar sobre los motivos que la llevaron a despegar de su
país natal.
En ese país del viejo continente, Natalia ejerce como profesora de traducción y de lingüística
hispánica y temas de debates de estudios culturales. “Estoy aprovechando para explorar un
poco más el tema del trabajo, tuve mucha suerte y se dieron muchas oportunidades desde que
llegué. También aproveché para estudiar, ya tengo un diploma francés y ahora estudio con una
universidad parisina que me da la posibilidad de realizar por correspondencia y con algunos
encuentros presenciales una tesis sobre el feminismo en América Latina”.
Ante un rebrote de COVID-19 en Francia, los habitantes de ese país se encuentran por estos
días en un segundo período de aislamiento. “En el primer confinamiento que tuvimos, que fue
en marzo, todo había cerrado. A este le encuentro muchas diferencias, porque tanto lo que es
la escuela primaria como la secundaria y los jardines de infantes continúan abiertos, así que
todos los que son profesores y niños tienen la habilitación para poder salir de sus casas y asistir
a las escuelas”.
-¿Por qué se volvió a la cuarentena?
-Se tomó la decisión porque se fue todo de las manos, habían rebalsado los hospitales y no se
podía seguir sosteniendo. Creo que se escondió mucha información que no se venía diciendo,
porque una vez que se levantó la cuarentena en mayo durante el verano aquí nadie decía
nada, la gente pudo veranear como si nada, todo el mundo viajaba, estaban todos los bares
abiertos y era normal que la segunda ola llegara.
“Se esperaba para noviembre o diciembre y se adelantó. El Presidente de Francia se encontró
en un apuro porque nos dio 24 horas para resolver todo, dio el anuncio el miércoles pasado a
las ocho de la noche y anunció el confinamiento para el viernes a las doce de la noche”, señala
Natalia, mientras recuerda que “el jueves yo justo estaba en París y no se podía estar tranquila.
Estaban todas las estaciones de trenes llenas, la gente volviendo y nuevo confinamiento, que
creo que va a durar un tiempo”.
-¿Qué se cerró en esta nueva etapa?
-Todo lo que es gimnasios, piscinas, las universidades, todos los centros comerciales, negocios
de ropa pequeños y grandes, restaurantes y bares, que era uno de los primeros lugares que
querían cerrar. Por lo general todo lo que sea diversión, como centros de atracción.
Acerca de la vida en esta nueva fase de aislamiento, Natalia revela que “también necesitamos
un certificado para poder salir de la casa, que lo descargamos de una página oficial del
gobierno, en el cual hay que poner la hora a la que salimos de nuestra casa y tenemos una
hora para estar afuera. Hay que respetarlo, porque si no en Francia la primera multa es de 135 euros, la segunda el doble y la tercera estamos hablando de nueve mil euros. Es mucho dinero y la verdad es que piden que se respete”.
“En este momento —agrega— tenemos derecho a salir a hacer deportes, en el radio de un
kilómetro de acuerdo al domicilio que declaramos, y podemos salir a hacer compras de
primera necesidad y a la farmacia. En Francia quedaron abiertos todos lo que son negocios de
primera necesidad para el pueblo francés, es decir, vinotecas, queserías, algunas librerías,
supermercados y mercados de verduras. Lo otro todo cerrado”.
-¿Todos cumplen con lo que se establece?
-Realmente en el primer confinamiento se respetó bastante, pero hay de todo en Francia, hay
mucha gente que lo respeta y otra que no. Creo que en este segundo confinamiento la gente
está un poco enojada, en el primero cuando yo salía a hacer una hora de deporte no andaba
nadie en la calle, esta vez cuando fui a hacer mis compras vi mucha más gente comparada con
el primero. Creo que la gente está un poco cansada, no entiende mucho porqué, pero eso no
significa que todo el pueblo francés haga de la misma manera.
-¿El barbijo es obligatorio?
-Sí, en todos lados, en lugares cerrados y abiertos, para tomar el tren, un bus urbano, lo que
sea. Normalmente hay multas, pero hasta ahora no he visto un policía haciendo multas, pero
es un riesgo no tenerlo puesto, también por conciencia social para cuidar a los demás. Mucha
gente en Francia es asintomática, lo tiene al coronavirus y no se entera porque no presenta
síntomas.
-¿Se habla de la vacuna?
-Se habla, pero no tanto como en Argentina, no sé si aquí están tan amigados con la vacuna
rusa. Francia supongo que quiere descubrir la vacuna y los científicos franceses están
disputando con otros científicos, pero más que eso no sé.
Si bien el anuncio del Presidente Emmanuel Macron lleva el confinamiento hasta el primer día
del próximo mes, los franceses estiman que se extenderá bastante más y así también lo
entiende Natalia. “Todos sabemos que no va a ser hasta ese día, él tiene la obligación de dar
una fecha, pero seguramente en dos semanas vuelva a hacer un anuncio por cadena nacional y
de acuerdo a los números lo va a alargar. Casi todos los medios de comunicación están
diciendo que no va ser hasta el 1° de diciembre, un verdadero confinamiento tiene que durar
más de un mes, porque el pico más alto de esta segunda ola que estamos viviendo se espera
dentro de dos semanas”.
-¿Qué pasa con las clases en este segundo aislamiento?
-Para el primer confinamiento se volvió a las clases y justo pasaba como en Argentina que
quedaban unas semanas, dos de junio y dos de julio. Los docentes tenían que tener un barbijo,
mantener distancia con los alumnos y se dio clases normalmente, pero los alumnos que eran
de riesgo, que tenían un problema de salud y creían que podían contagiarse y pasar por un
problema más grande, se quedaban en su casa, entonces el docente se grababa y enviaba la
grabación de la clase.
“En este momento el gobierno cambió de decisión y la escuela para los adolescentes y los
niños sigue siendo obligatoria, pero antes no debían usar el barbijo los niños y ahora sí. He
escuchado a algunas madres que cuentan que los niños están mareados, cansados, que les
falta el oxígeno, que no están acostumbrados, pero es obligatorio para ellos también”, explica.
-¿Cuál es el nivel de contagios en las escuelas?
-Para los niños lo habitual, sí muchos docentes y cuando un docente supone que lo tiene no
puede asistir al trabajo, se tiene que quedar en su casa, tiene que hacer la prueba y si estuvo
en contacto con otro tampoco. Los niños no es tanto el caso, aquí las muertes bastante
marcadas son en los geriátricos y la gente que pasa los 50 años, los niños no son gran
problema aquí, por eso es que siguen yendo a la escuela.
-¿Qué noticias llegan a Francia de Argentina?
-Los franceses me suelen decir que se enteran que en Argentina se sigue con el confinamiento
y la expresión es siempre ¡Uh, qué impresionante! ¡Cómo aguantan!, porque la noticia que llega es que la gente hace cinco o seis meses que está confinada y que no soportan, entonces
me preguntan cómo hacen con la economía. Además, lamentablemente, a Europa la
información que llega de Argentina y de los países sudamericanos es siempre referida a la corrupción y a mí me da un poco de pena que llegue eso.
Sobre el final y para distender el diálogo, Natalia destaca de Francia algunos atributos culinarios. “Los quesos, la verdad que es inexplicable lo que hay, se pueden probar de todo tipo. Ahora que estamos empezando el invierno se comen quesos calientes, parecido a la fondue, algo que se llama la raclette que se come con papas, ensalada y todo el queso
derretido, es súper rico y la verdad que los precios son muy accesibles para comer bastante a
menudo. Hay quesos muy baratos en el supermercado, que son los normales y que son
bastante ricos, y después están los artesanales, que son de productores locales, que salen un
poco más caros, pero siempre accesibles”. “También están los vinos, hay uno que se llama el vino amarillo, es con un gusto bastante particular, que no se parece a ningún vino argentino. No es que sea mejor que un vino
argentino, pero es totalmente diferente”, concluyó.