Dramático relato de una hija violada por su padre policía: «Me sacó mi niñez»

La Justicia condenó a Juan Ariel López, integrante de la Policía de Entre Ríos, a la pena de 23 años de cárcel por haber abusado sexualmente de dos de sus hijas. «Me ponía el arma en la cabeza», contó una de las jóvenes.
No lo llama «papá». Lo llama por su apellido. «López». Así le dice. No siente amor por López. Ni odio. Siente miedo. Ese miedo indescifrable que se pega en la piel desde la niñez.
Sabe que López arruinó su vida. La destazó. Hizo años su vida cuando niña, adolescente, una chica que pudo haber tenido una vida normal pero que no. «Yo no me siento normal», dice Micaela López, 22 años, abusada por su propio padre, Juan Ariel López, integrante de la Policía de Entre Ríos.

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La abusó desde los 11.
«Me sacó toda mi niñez, mi adolescencia, salir con chicos, conocer gente. Se ponía celoso cuando estaba con alguien. Me revisaba el celular. Esas cosas. Por eso yo no me considero normal. Me da miedo todo», dice ahora, una semana después de saber que la Justicia condenó a López a la pena de 23 años de cárcel por haber abusado sexualmente de dos de sus hijas.

Micaela López dice que no dudó el día que, en 2018, decidió ir a la Policía ?donde trabajaba su padre- y presentar una denuncia. Contó por qué quería denunciar. Les dijo que ahí, en el baño de la comisaría de Villa 3 de Febrero, en Nogoyá, la había abusado. «Ellos ?dice de los agentes que recibieron la denuncia- enseguida me creyeron porque yo daba detalles que eran ciertos. Él estuvo en esa comisaría desde que yo tuve 14 hasta que yo tuve 15, me parece».

Sólo Micaela sabe qué le hizo su padre. Ella y los jueces que escucharon su relato duro, hiriente, en el Tribunal de Juicio y Apelaciones de Gualeguay, que terminó condenándolo a López a 23 años de cárcel. Ni siquiera su mamá Soraya Itati Correa pudo escuchar todo: la avergonzó darle detalles. Para qué, pensó, no es necesario. «Pero le dije. Le dijo cómo comenzó: le dije esto, le dije lo otro, y le dije que lo iba a denunciar a López. Entonces fui: agarré valor y fui a la comisaría», recuerda ahora.
Ahora López está condenado y está con prisión preventiva en la Unidad Penal de Gualeguaychú.
Micaela dice que ahora está leve. Que siente alivio. Que nunca pensó en cuántos años lo mandarían a la cárcel: siempre deseó que estuviera en la cárcel. «Eso me alivió. No pensaba en los años. Lo único que quería era que él saliera de la calle, para que no siguiera haciendo daño. Yo sé cómo es él y él no va a cambiar», asegura.

-¿Y cómo es?

-Es re manipulador, sabe mentir bien. Sabe dar miedo. A mí lo que me causa es miedo. Le tengo terror. Y es violento. Yo, con una mirada de él, yo ya sabía cómo se iba a poner. Para la gente de afuera, siempre fue un oficial, un señor. Pero para nosotras fue todo lo contrario.

-¿A qué edad empezaron los abusos?

-Conmigo empezó a los 11 años. Y con mi hermana, a los 15. Yo te explico: la primera vez, cuando tenía 11 años, no entendía nada. No sabía si eso que él me hacía estaba bien o no. Después, cuando fui grande, y le dije que le iba a contar todo a mi mamá, empezó con las amenazas, y me apuntaba con el arma. Me ponía el arma en la cabeza. También decía que si hablábamos, la familia se iba a quedar sin comer.

Micaela no contó, pero empezó a beber. A los 14 ya se supo extraviada en el alcohol y fue la primera vez que contó lo que pasaba. Se lo contó a una amiga, y le hizo jurar que guardaría el secreto.

-Yo te digo la verdad: hubo un tiempo, no sé qué tiempo, que yo me había acostumbrado, por el miedo que le tenía y porque sabía que no podía hacer nada. Entonces, me acostumbré. Después me cansé, hubo noches que no podía dormir. Con el corazón en la boca me quedaba cada vez que sabía que tenía que estar con él.

-Hiciste una primera denuncia en 2012, pero no prosperó.

-Sí. En 2012, yo mentí por él. En la Justicia mentí. Por miedo a que mi familia se quedara sin comer. Él me decía que si lo denunciaba, mis hermanos se iban a quedar sin comer, que mis hermanos me iban a odiar, y que ni la policía me iba a creer. Nadie te va a creer, me decía. Cómo mentí a los 14 años. Qué bolazo fue eso. Después, mi hermano Jorge supo de los abusos. Pero tampoco pudo denunciar. También le tenía miedo. Todos en esta casa le tenemos terror.

-Cuando estuvieron en el juicio con tu hermana, una quiso enfrentarlo a López en el careo. ¿Cuál de las dos fue?

-Fue mi hermana Stefanía. Ella es la mayor. Se lo enfrentó en el juicio. López pidió el careo. Yo no quise enfrentarlo. Yo lo había hablado. Cuando él me hacía lo que me hacía, le decía: «Yo soy tu hija». Y él me decía: «Pero yo no te hago daño». Me veía llorar y me decía que él no me hacía daño. Por eso no quise el careo, porque sabía que él iba a negar todo.

López fue abusador de sus propias hijas. Y un violento. Y un alcohólico. Eso dice Micaela.

-Cuando él tomaba, yo también tomaba, para poder enfrentarlo. Yo no me controlaba con eso de tomar, porque era lo que me daba valor. Yo sabía que si él tomaba una botella de vino, se enloquecía. Se enloquecía al punto de llegar, agarrar el arma y apuntarnos a nosotros. No le importaba nada.
Micaela dice que su hermana Stefanía no sufrió los abusos como los soportó ella. «Gracias a Dios no le pasó lo mismo», se consuela. «Ella llegó a quererlo y por eso aceptó el careo con López. Pensó que se iba a arrepentir y pedirle perdón. Y no, no lo hizo. Y eso fue lo que la mató, la destrozó a mi hermana», dice.

Después, Micaela se echa culpas: ella, que fue abusada, y abusada por su padre, se responsabiliza por no haber frenado el infierno a tiempo.

-Esto es un poco por mi culpa. Si yo a los 14 años lo hubiera denunciado no hubiera pasado lo que pasó. Pero, bueno, ahora le dieron 30 años. Pero igual: a mí no me repara nada lo que pasé. Pero un poco me alivia.

Le duele, admite, que haya miembros de su familia que no le crean lo que ocurrió. Como su abuela materna, que declaró en contra de sus nietas en el juicio. Carmen Jesus Gutiérrez, suegra de López, dijo en el juicio de su yerno: «Es un muchacho buenísimo. Un hijo más».

Ahora, Micaela recuerda ese dato y dice:
-Vos sabés que cuando a mí me decían que no me creían lo que nos había pasado, yo no peleaba. Me ponía a llorar en un rincón. Lloraba como si fuera una nena de 5 años.

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