Un alto porcentaje de escuelas rurales ubicadas en zonas de cultivos dependientes de agrotóxicos es afectado por las fumigaciones que realizan los productores, con un fuerte impacto en alumnos y maestros que sufren distintos efectos y patologías tanto inmediatos como crónicos
Esto lo aseguraron docentes durante el 3er. Congreso Nacional de Médicos de Pueblos Fumigados que comenzó ayer y culmina mañana en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.
La participación en el encuentro de docentes de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, de áreas productoras de soja, girasol, trigo maíz, arroz, se inscribe dentro de la campaña «Paren de Fumigar las Escuelas».
En este marco, la directora de la escuela 44 República Argentina del departamento Uruguay en Entre Ríos, Mariela Leiva, precisó que el colegio «fue fumigado en diciembre de 2014, y no fuimos avisados ni había ningún especialista supervisando».
«Estábamos en pleno desarrollo de clase y de pronto escuchamos el ruido del avión, salgo y el olor era muy fuerte, llamo a la policía, y en el transcurso de 10 minutos había una nena vomitando y otros chicos tirados sobre los bancos con mareos, dolor de cabeza, ardor en los ojos», recordó esta directora y maestra a cargo de niñas y niños de nivel inicial y primaria.
«A casi un año -añadió- no sabemos si tenemos agroquímicos en sangre; la causa se judicializó, se hizo la denuncia, nos extrajeron sangre que se envió al laboratorio de Criminalística de Entre Ríos y la respuesta fue que no tienen los medios necesarios para determinar si tenemos agroquímicos en sangre o no».
Asimismo, contó que «las fumigaciones son moneda corriente, la escuela está inserta en los cultivos que están a 5 o 6 metros», y agregó que en su zona hay 13 escuelas «y casi todas están expuestas».
Por su parte, Matías Ruiz Díaz, maestro de dos instituciones educativas del norte de la provincia de Santa Fe, contó a que «en general las escuelas de esa región están rodeadas de cultivos sin ninguna distancia mínima de seguridad, uno abre las ventanas y tiene los cultivos a muy pocos metros, centímetros a veces, y éstos son cultivos muy dependientes de fumigaciones con agrotóxicos».
«Estamos en la escuela y sabemos que la soja, el girasol, que está al lado es fumigado, y que por reversión térmica esas sustancias ingresan a la escuela», expresó el maestro que trabaja en Las Palmas, en el Departamento de General Obligado y en Campo 94, un pequeño paraje del Departamento de San Javier.
Relató que las fumigaciones se hacen por tierra y por aire y «hay casos en que se realizan durante las horas de clase».
«Hay otros casos -detalló- donde hay una presencia importante del arroz -como sucede en el Departamento de San Javier y Garay- que es un producto que se cultiva sobre humedales y por lo tanto no puede ser fumigado en forma terrestre, se hace con aviones que pasan por arriba de la escuela y a poca distancia, y eso hace que la deriva sea mayor».
Ruiz Díaz destacó que cuando se realizan las fumigaciones «hay efectos que son inmediatos, como alergia, enfermedades de la piel, ardor en los ojos, problemas respiratorios, algunos se vuelven crónicos, y otros son casos de cáncer, que uno se va enterando que tienen que ver con los agrotóxicos».
Destacó que «hay médicos que dejan asentado que la problemática del chico tiene que ver con la cuestión ambiental pero la mayoría no; y con los docentes también hay un obstáculo fuerte y mucho tiene que ver con lo económico, que atraviesa todo, con el miedo a perder el trabajo, la changa».
No obstante, recordó que «en el norte de Santa Fe hay un médico que fue pionero en denunciar los efectos de las fumigaciones a fines de los 90 cuando comenzó la soja transgénica, que es Roberto Páramo, que denunció la aparición de muchos chicos con malformaciones en una localidad que se llama Malabrigo».
El maestro relató otros casos «en que lograron parar las fumigaciones, como pasó en el Paraje 1, que queda en el Distrito La Sarita, que fue en momentos en que había una reunión de padres que tuvieron que encerrarse porque habían pasado fumigando por arriba de la escuela».
Ruiz Díaz manifestó que «el discurso que se sostiene desde el Estado, desde los ingenieros agrónomos, desde los productos, es el de las ‘buenas prácticas’, como que si se hace todo bien no tendría que pasar nada».
«Pero nosotros sabemos -continuó- por la vida cotidiana que las buenas prácticas’ no existen, se fumiga con viento, se fumiga al lado de la escuela, con avión a distancias muy cortas».
En este sentido, precisó que proponen «como objetivo de mínima para el resguardo ambiental, que haya como mínimo 800 metros entre las escuelas y las áreas de fumigación; y de máxima pensar modelos productivos que no sean dependientes de este paquete tecnológico».
Fuente: Télam