Los tres comparten la preocupación por la suba de contagios y el incremento en la ocupación de camas de terapia intensiva y coinciden en que hay que endurecer la cuarentena que vence el domingo, sin embargo hay matices entre ellos en cómo encarar la cuestión.
Axel Kicillof, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof comparten la preocupación por la suba de contagios y el incremento en la ocupación de camas de terapia intensiva y coinciden en que hay que endurecer la cuarentena que vence el domingo para evitar un colapso del sistema sanitario. Pero anoche existían todavía diferencias en torno a la implementación y el anuncio de las nuevas restricciones, que podría ser a última hora, rodeado por una evidente fatiga social y una compleja realidad socioeconómica a casi cien días del primer decreto presidencial.
Con ese diagnóstico, el jefe de Estado, el jefe de Gobierno y el gobernador volverán a verse las caras esta tarde -a última hora de ayer no había aún precisiones del horario de la convocatoria- para resolver la vuelta a una fase más dura del aislamiento que tiene en Kicillof a uno de los principales promotores.
Un síntoma de que la etapa más cruda de la pandemia empieza a asomar es que el reporte oficial del Ministerio de Salud de todas las noches, que ayer registró un nuevo récord de 2.635 contagios -1.463 en la Provincia y 1.012 en la Ciudad-, ahora viene anexado con el porcentaje de ocupación de camas de terapia intensiva: 52% en el AMBA.
Rodríguez Larreta es el más reticente: preferiría esperar unos días más para anunciar la marcha atrás, aunque sabe que no tiene demasiado margen para insistir con sus planteos. “Es parte de las decisiones que se tienen que tomar hoy”, explicaban anoche en el entorno del jefe de Gobierno.
Más allá de los matices, ayer por la noche había cierto consenso entre la Casa Rosada y las administraciones porteña y bonaerense de que estamos en vísperas de dos semanas de un confinamiento más estricto, como en las primeras semanas de la cuarentena, con fuertes restricciones en el transporte público y controles mucho más efectivos que los actuales. Para disminuir la movilidad, que promueve la circulación del virus.
En la Ciudad daban por descontado anoche que las salidas de menores de los fines de semana seguirán habilitadas, que el ejercicio al aire libre, fuertemente cuestionado por la Provincia, volverá a ser restringido y que los bancos, a diferencia de la fase 1 del confinamiento decretado por primera vez el 19 de marzo, esta vez continuarán abiertos.
A última hora de ayer, y a pesar de que los encargados del Transporte de la Nación y las dos jurisdicciones del AMBA no habían sido convocados formalmente para debatir la cuestión, se había descartado casi por completo una clausura total de los servicios de trenes, subtes y colectivos, como circuló durante más de un día después de que Sergio Berni, el ministro de Seguridad bonaerense, aconsejara la idea. Por el contrario, apuntan a revisar permisos y habilitar, por dos semanas, solo a esenciales.
Fue uno de los temas que conversó Kicillof en forma remota y por separado, ayer por la tarde, con intendentes de la primera y la tercera sección electoral, del PJ y de Cambiemos: el mandatario provincial volvió a apuntar contra la Ciudad por la circulación del virus. Jorge Ferraresi, de Avellaneda, aseguró de hecho que los casos de su distrito se debían en buena medida por la proximidad con la Capital.
Durante la semana, y después del encuentro que mantuvieron el lunes Fernández, el jefe de Gobierno y el gobernador en Olivos, se especuló además con la posibilidad de suspender el transporte. Después trascendió que se podría cortar el circuito de los colectivos en la General Paz, que divide la Ciudad de la Provincia. Luego aclararon que era una medida inconveniente porque los trabajadores esenciales, los únicos que deberían utilizar el transporte público en estos días, no podrían llegar a sus lugares de trabajo: médicos, enfermeros o policías, por citar ejemplos.
Hasta anoche, ni Mario Meoni, ni Alejo Supply ni Juan José Méndez, los ministros del área de Nación, Provincia y Ciudad, respectivamente, tenían ninguna certeza. “El problema no es el transporte, si no cuánta gente sube al transporte. Nadie le quiere poner el cascabel al gato”, razonaban cerca de uno de los tres. Ninguno, según pudo saber este medio, trabajaba en un escenario de cierre del transporte. Peor: tampoco tenían detalles de cómo serían las restricciones. Solo que, en Casa Rosada, hablaban de “restringir” y “desalentar” el uso de colectivos, trenes y subtes.
Lo llamativo es que, según informes oficiales del Ministerio de Salud basados en el sistema SUBE, los viajes del Área Metropolitana se mantuvieron, en el último mes, en torno al millón de pasajeros. Es decir que no hubo incidencia, según los registros, en el aumento de contagios. Además, menos del 20% de los pasajeros de los trenes y los colectivos pasan de una jurisdicción a otra. La mayoría, unos 700 mil, se mueven dentro del Gran Buenos Aires. ¿Para qué prohibir, entonces, la circulación interjurisdiccional? “No se está evaluando”, aclaró ayer por la noche Santiago Cafiero en diálogo con TN. Al mediodía, el jefe de Gabinete almorzó a solas con el Presidente.
La línea 202 de colectivos, que recorre La Plata, Ensenada y Berisso, por caso, contaba ayer unos 20 choferes infectados con COVID-19.
El gobernador está visiblemente preocupado por la situación sanitaria del Gran Buenos Aires, que es un polvorín. Además empieza a mostrar, en algunos municipios, escenas de inseguridad derivadas de la crisis por la parálisis económica. Puede dar fe, por ejemplo, la intendenta de Moreno, Mariel Fernández, que corrobora un crecimiento de denuncias por hechos delictivos.
Kicillof buscó ayer el apoyo de los intendentes a una vuelta atrás en la cuarentena. En la charla virtual que mantuvo, de hecho, avisó que en el anuncio vinculado al confinamiento en la provincia de Buenos Aires, más allá de la conferencia conjunta con el Presidente y Rodríguez Larreta, buscará mostrarse junto a los jefes comunales. Para exhibir el respaldo de los municipios.
Es que tanto el gobernador como Alberto Fernández y el jefe de Gobierno trabajan en un mensaje unívoco y contundente para buscar la mayor adhesión social posible, en momentos de fatiga.
“Pedirle a la gente una restricción adicional es muy difícil, pero no hay alternativa si los números nos dicen que hay que hacerlo”, reconoció en la mañana de este miércoles Rodríguez Larreta, según pudo reconstruir este medio, en el encuentro virtual de gabinete ampliado.
Esta tarde, antes de Olivos, el jefe de Gobierno tiene agendada, como todos los jueves, la reunión de estrategia de COVID-19 en la que escucha a sus principales ministros. Algunos de ellos todavía se esperanzan en que pueda prevalecer su convicción de estirar el anuncio por una semana más. “Sabe igual que no tiene margen”, confió un dirigente de Cambiemos que habló en estas horas con el alcalde. El cónclave de Olivos será determinante en ese sentido.
El Presidente, Rodríguez Larreta y Kicillof sí coinciden, sin embargo, en que la vuelta la cuarentena más estricta tiene que ser por quince días. Con fecha de entrada y de salida. “Si no, la sociedad ya no nos va a creer”, apuntó anoche un intendente del PJ que participó de la charla por Zoom con Kicillof.
La principal inquietud que atraviesa al jefe de Estado, al jefe de gobierno y al gobernador, además de la crisis sanitaria -y la económica-, es, en esa línea, cuál va a ser la reacción de la sociedad frente la nueva extensión de la cuarentena, más estricta.
El cierre de los comercios de cercanía, con excepción de rubros esenciales como despensas de alimentos o farmacias, que todavía es motivo de debate, es una de las medidas que podría colaborar para alterar el malhumor social.
Fue una de las dudas planteadas ayer por un intendente de Cambiemos del conurbano, en sintonía con Rodríguez Larreta, a Kicillof vía teleconferencia. El gobernador insistió con el mismo mensaje con el que hoy llegará a Olivos para terminar de decidir cómo seguir junto a Alberto Fernández y al jefe de Gobierno: “Hay que cerrar todo”.