Una vez más, se demostró la forma rápida y eficaz que tienen los narcotraficantes para asociarse y reorganizar la venta de drogas pese a estar presos.
Ya lo habían hecho Walter Ramírez con Gonzalo Caudana, en la Unidad Penal de Paraná; y Daniel “Tavi” Celis desde el penal de Federal. Ahora fueron condenados “un peso pesado” del narcotráfico nacional, como es reconocido el misionero Pedro Amadeo “Pity” Arrúa, y el uruguayense Javier Caire, junto a familiares y colaboradores, por montar una estructura que transportaba marihuana y cocaína desde Paraguay y Misiones para su distribución en localidades de Entre Ríos, y también en otros puntos del país.
Y hacían todo ese movimiento comercial millonario desde las cárceles de Concepción del Uruguay y Gualeguaychú, donde estaban cumpliendo penas por narcotráfico. El Tribunal Federal remarcó que tuvieron complicidad por parte del Servicio Penitenciario, sobre todo en la Unidad Penal N° 4, publicó el diario Uno de Paraná.
Arrúa recibió la pena más alta impuesta por la Justicia Federal en Entre Ríos por tráfico de drogas: 13 años de prisión, que iguala a la recibida por Daniel “Tavi Celis a fines del año pasado. Además, “Pity” Arrúa ya tenía una pena de otros 13 años por otras “aventuras” narco, y ahora ambas deberán ser unificadas.
Por su parte, Javier Caire, quien ya estaba condenado por traficar drogas junto al narco concordiense Mario “Gordo” González, ahora recibió siete años más de prisión.
El juicio se desarrolló en febrero, y el martes pasado el Tribunal Oral Federal de Concepción del Uruguay, integrado por Roberto López Arango, Mariela Rojas y Sebastián Gallino dictaron la sentencia.
El Tribunal destacó la investigación iniciada en 2017 que desbarató “una empresa criminal” que operó primero desde la Unidad Penal 4 de Concepción y luego desde la Unidad Penal N° 2 de Gualeguaychú. En la misma, Arrúa -de 56 años-, se valió de sus familiares directos, entre ellos Isela Giménez Cabral (su ex pareja), que colaboraba comunicándose con proveedores y preparando las “mulas”.
También sus hijos Franco Arrúa, de 20 años; y Pedro Augusto Arrúa, de 27 años, quienes comercializaban la droga que se proveían desde el Paraguay y también preparaban a las “mulas” para que trasladaran las cargas desde Posadas (Misiones) hasta Entre Ríos.
Ilda Galeano (36 años, de nacionalidad paraguaya) y Marta Raquel Domínguez, fueron señaladas por enviar droga a Concepción del Uruguay en colectivos y en un automóvil particular, y se encargaban de contactar a los compradores y distribuirla.
Caire, de 40 años, contó con su pareja Nadia Maidana; Walter Fernández Cañete; y Ofelia Barreto, quienes se proveían para luego entregarles la droga a su hija Keila Clotet para el narcomenudeo.
Según el Tribunal, “no hay dudas de que Pedro Arrúa montó una estructura funcional para el transporte, distribución y comercialización de estupefacientes. Una ‘cadena de distribución’ que lo ubicaba en el centro de la escena desde la Unidad Penal 4 y luego desde la Unidad Penal 2”, y recalcaron que la modalidad de delito “se convirtió en un modus operandi que se repite en diversas causas, lo que agrega un peligro extra a la actividad esencial del narcotráfico, en la medida que supone la existencia de cierto margen de corrupción interna en las unidades del Servicio Penitenciario y desidia en los controles”.
“Quedó de manifiesto que cuando fueron a cumplir la orden de requisa de la celda de los internos Pedro Arrúa y Javier Caire la maniobra fue dilatada por las autoridades de la Unidad Penal 4, lo que provocó que al efectivizar la medida no pudieran requisarse los aparatos de telefonía celular, advirtiéndose sólo la presencia de cargadores, indicio de que operaba de manera subrepticia con aparatos telefónicos cuya tenencia está vedada por el régimen penitenciario”, destacó el Tribunal Federal.
Arrúa “desde sus lugares de detención se encargó de contactar a distintas personas de Concepción del Uruguay que le compraban la cocaína que traía desde Misiones. Era habitual que una vez por semana coordinara que preparen a la ‘mula’ de turno para que transporte el material espurio”, dice el fallo.
Arrúa contaba con dinero suficiente para financiar y conseguir el estupefaciente, que resguardaba en distintos inmuebles de familiares y amigos de Misiones.
Los jueces destacaron “la notable astucia con la que se manejaba Arrúa (…) Estaba al tanto de todos los movimientos de obtención y distribución de las sustancias ilícitas y su rendimiento económico (…) Y tenía previsión por eventuales procedimientos con advertencias para esconder droga y dinero”.