Podría contarse la historia con las imágenes del trabajo de Julián Olivera, pero vale la pena conocer al detalle –tanto como el que les impone a sus modelos- cómo se inició en las réplicas de autos clásicos, de carrera y de colección.
Entrar a la casa de Julián es conocer la pasión por los autos en miniatura. Los hay por toda la sala y de todos los estilos: coleccionables de revistas, clásicos, de competición y las dos últimas producciones del artesano de las réplicas, exhibidas para el deleite y asombro de quien llega.
La largada
Hace 30 años, con apenas 12, Julián descubrió el interés por replicar autos. El comienzo, sin dudas, estuvo marcado por la pasión de su padre por el automovilismo, que lo contagió al punto de diseñar su primer vehículo en arcilla. “Hace poco me lo recordaba mi mamá. Iba a la Escuela de Artes Visuales desde los 10 años y nos enseñaban a modelar con las manos, así que el primero, que tenía forma de auto, fue ahí”.
“Después empecé a mirar carreras con mi papá y en esa época había un corredor de apellido Mouras. Los dos éramos fanáticos y el primer autito que hice en cartón fue el de él. Así arranqué, pero uno siempre quiere ir avanzando, perfeccionándose cada vez más, y como veía que el cartón lo moldeaba con las manos, pensaba que con un poquito más de trabajo podía pasarlo a chapa. Fue así que empecé, a prueba y error”, relata Julián, al tiempo que reconoce que desde ese inicio hasta la actualidad “pasaron un montón de técnicas y todo lo fui aprendiendo de forma autodidacta, porque no tengo estudios”.
En boxes
De aquellos tiempos de cartón quedaron los moldes, que aún los hace en ese material antes de cortar con precisión las piezas de chapa, todo de forma manual. “Ahora estamos en la era de las impresiones 3D, pero yo trato de no usar tecnología, solamente alguna herramienta eléctrica. Es todo artesanal y a puro ingenio, porque no compro piezas ni materiales”.
-¿Cuál es la materia prima para tus autos?
-Básicamente chapa de la que se usa para cartelería y repuestos de radios viejas, de televisores, de computadoras, cosas que la gente me va dando y voy poniendo en una caja en el taller. Lo que por ahí se me dificulta conseguir es el acrílico para los vidrios, porque es todo reciclado y trato de comprar muy poco.
Para darle color a las réplicas, que ya pasaron las 50, Julián utiliza pintura automotriz y algunos aerosoles que debe adquirir en Buenos Aires. “Para hacer el símil de los asientos del Torino tuve que comprar por internet porque es un color especial, pero el de la chapa sí, me lo pinta Mauro (Ramírez) en su taller. Él me da una mano grande, llevo el auto todo masillado a que me tire el color y el barniz y desinteresadamente deja de hacer lo que está haciendo y me lo pinta. Además Nacho Marcó de Electroguay me hace las calcomanías chiquititas que completan la obra. Si bien el auto tiene muchas horas de trabajo, sin esos detalles no estaría completo”.
A los conocimientos de mecánica que fue sumando durante su vida, de chapa y pintura que le transmitió su papá y de técnicas de remachado y soldadura con estaño que le aportaron los dos años de Escuela Técnica, Julián sumó ingenio, disciplina y curiosidad, los ingredientes infaltables para alguien que no tiene métodos para seguir. “Hago todo a ojo, no uso regla, sí tengo un cartoncito con rayas y esas son las medidas. Me baso mucho en el tamaño de las ruedas, porque partiendo de la rueda después te tiene que coincidir todo el auto”.
“Cuando tuve que hacer el camión de Mendizábal que tenía la jaula de 16 metros, como no hay plano me tomé el trabajo de medir la rueda. La llanta tiene un metro, entonces en 16 metros tenían que entrar 16 llantas y dio perfecto, quedó bien en escala”, explica.
-¿Hay momentos en los que las ideas no pueden plasmarse?
-Sí. Cuando algo no me sale, me vengo adentro y lo dejo que se enfríe. Lo diagramo en la cabeza y dibujo en cualquier papel que encuentro. También me pasa que hay cosas que ni yo sé cómo las hice y si me toca hacerlas de nuevo no sé cómo, así que seguramente las hago diferentes.
En carrera
Con una pequeña pinza que lo auxilia a veces, las manos y la vista, que ayuda con buena iluminación, los ratos en el taller de su casa se convierten en el pasatiempo favorito, pasatiempo que su esposa Mónica ha sabido incentivar. “En un tiempo los dejé de hacer, había hecho algunos de Turismo Carretera y después perdí el interés, pero cuando la conocí, le mostré los que había hecho y me preguntó por qué no hacía de nuevo. Fui a buscar los que estaban desarmados en la casa de mi papá, los pinté de nuevo y los dejé listos, pero no tenían detalles, eran básicos”, recuerda Julián, mientras asegura que “si no hay compañía es imposible, porque hay fines de semana que no salimos a ningún lado, yo me meto en el taller y ella se va a su jardín con los cactus”.
Con esa decisión de retomar, llegaron los autos clásicos, que sospecha coronados por los dos Torino que acaba de terminar, un trabajo que sorprende por donde se lo mire. “Están hechos a pedido de un cliente, que me mandó desde Córdoba 200 fotos por auto, desde abajo, de los lados, del interior. Mientras más fotos más real el trabajo”.
En tanto los observa, como si lo sorprendiera el resultado, Julián señala que “el capó abre y cierra, al igual que las puertas. Si se saca, el motor de los dos es un motor tornado, como el modelo que trae; le hice hasta los nervios, tiene donde van los filtros de aceite, donde encastra la caja, está completo. Además los tapizados son en tela y para las cubiertas usé una técnica nueva, porque generalmente las hacía con un burlete, pero ahora implementé que sean huecas, dos mitades unidas al medio y si la sacás es una cubierta de auto. Incluso trato que no se note la unión, lo mismo que las bisagras de las puertas, trato de ocultar todo lo que en el auto no se ve. Soy bastante obsesivo y comparo las fotos que me mandan con el auto en el mismo ángulo, si el detalle que se ve en la foto se ve en el auto está bien para mí”.
“Como de mecánica entiendo bastante y sé cómo funciona un tren delantero o un diferencial, al de los Torino también les busqué la funcionalidad y las ruedas se mueven, creo que los próximos van a arrancar”, dice entre risas y revela: “Los falsos chasis están marcados como son, así que quiero poner un espejo abajo para que se vean. Hace un tiempo implementé una madera para apoyarlos y una caja de vidrio, que también hago yo, por la presentación y porque lo primero que volaban eran los espejitos. Ahora están protegidos de la tierra y nadie puede tocarlos”.
-¿Cuánto tiempo te llevó hacerlos?
-Cuatro años y medio, me tardé mucho porque estábamos remodelando mi negocio y no les hice nada durante meses, pero tampoco me fijo plazos. Se complica dedicarles muchas horas, aunque hay trabajos que son más sencillos y los resuelvo en menos tiempo. Hice un camión Internacional 1924 en 25 días, porque no llevaba tanto detalle interno.
-¿El cliente de los Torino tiene los originales?
-Sí, el blanco lo usa para rally histórico, que es una carrera de regularidad, y el celeste era del papá, que lo había vendido, así que cuando su papá falleció se puso a buscarlo, lo compró y lo restauró entero.
-¿Los Torino marcaron un antes y un después?
-Sí, por la mística del auto, por la gente que conocí, por las puertas que se te van abriendo, los restauradores que conocí y que les llama la atención lo que uno hace. Me gustan todos los autos que he hecho, a todos les he puesto el mismo ímpetu, pero por ahí me gusta más hacer algún modelo por el desafío. En este caso era que al Torino se le abran las puertas de atrás, porque nunca había hecho con cuatro puertas.
Los modelos
Desde el Mouras que confeccionó al principio hasta los Torino, pasaron muchísimos trabajos de los que guarda cientos de fotos. “De este tipo de trabajos no me queda nada, sobre que termino los entrego. Solamente tengo dos o tres de Turismo Carretera, de la época que hacía solamente autos de carrera y todavía no me dedicaba a los originales”, expresa.
“He hecho —enumera— algunos modelos actuales, una Citroën C4 VTS modelo 2010, que se le abrían las puertas y el capó y se fue a Mar de Ajó. También los camiones jaula de Mendizábal, camiones viejos de transporte, colectivos, camionetas, de todos modelos”.
-Cuesta desprenderse…
-Mucho. Por suerte se dan estas oportunidades de eventos y muestras, los pido y la gente me los presta. La mayoría está acá en Gualeguay, así que voy rotando para no cansarlos, pero lleno la casa, los vuelvo a mirar y me doy cuenta que a las cosas las hice diferentes. Por ejemplo, hice 13 estancieras y ninguna es igual a otra, a todas les fui modificando o perfeccionando alguna cosa.
-El valor económico no se condice…
-Si me pongo a dividir el precio por las horas dedicadas, quedás lejos. Si bien me reditúa lo hago por pasión, no pretendo llenarme de plata haciendo esto. Además de ninguno recupero el valor del trabajo, porque parto de cero, no es que voy y compro algo armado.
De exhibición
-¿Hay alguien más en Argentina que haga este tipo de trabajo?
-Con esta técnica de chapa no, mayormente los hacen de madera. Hay un chico que ha hecho algunos modelos de Turismo Carretera, pero nada que ver a esto; muy bien logrado, pero sin tanto detalle.
Si bien no hay eventos de modelismo, ya que dejó de realizarse en Córdoba el único en su tipo, Julián participa de encuentros de autos antiguos que dejan espacio a su arte. “Cuando voy llevo seis o siete, que son los que me pueden llegar a entrar bien acomodados en el auto”.
-¿Cuál es la reacción de la gente?
-Muchos siguen de largo, después no sé si se enteran que son hechos a mano y aparecen otra vez a mirar y preguntar. Ahí es cuando demuestran interés, cuando saben que no compro las piezas para armar. También preguntan si son juguetes y les explico que no, que son hechos artesanalmente.
-¿Te creen cuando decís que los hacés vos?
-(Risas) Algunos no, te dicen que los comprás, pero ni siquiera compro material porque reciclo todo. Como siempre están los incrédulos, saco fotos desde que los arranco hasta que los termino, para mostrar cómo nacen y cómo se van desarrollando.
-Las fotos, el recuerdo… ¿qué más queda?
-La reacción de quienes me los encargan. Al camión Internacional yo sabía que el hombre lo quería mucho, que fue su ingreso durante mucho tiempo y sus hijos se criaron con el camioncito y es como que esto revive toda la historia, eso es lo que me queda, la emoción cuando lo entregás.
“El dueño de los Torino no los ha visto en vivo, los ha visto por fotos y me ha mandado miles de agradecimientos, pero cuando los vea calculo que nos vamos a emocionar después de cuatro años y medio”.
De la mano de las últimas piezas confeccionadas llegó el reconocimiento de programas y periodistas reconocidos en el mundo motor. “En El Garage me hicieron una nota, porque yo hace mucho tiempo me contacté con el productor Horacio Zavalza, que vino a hacerme una nota por todos los trabajos, y cuando le mandé las fotos de los dos que estaba haciendo le interesó porque son Torino. También me ha hecho notas Rubén Daray, que ahora tiene el programa por internet. La primera nota con la línea general de autos que hice y la segunda con estos”.
“Mucha gente que sabe lo que es un Torino se ha contactado; hay un señor Heriberto Pronello, que en la década del 70 preparaba los autos con Oreste Berta, que dijo que los quiere ver, que les interesan”, comenta orgulloso.
Nuevas metas
-¿Qué se viene ahora?
-Un muchacho se compró un Chevrolet 400 y me pidió que lo haga con las cuatro puertas que abran. Además quiero hacer tres modelos diferentes a la vez, es un desafío que me propuse: una camioneta Ford Ranger modelo 2010, un Chevy cuatro puertas modelo 73 y un auto de rally. También estoy haciendo algo distinto, un Chevrolet Impala a pedal para un nene de dos años, con manijas, espejos y todo el detalle exterior.
-¿Y la maqueta del auto propio?
-Tengo un Gordini que compré en el 98 y fue mi primer auto, pero soy fanático de Chevrolet y me encantaría tener un 400. Es el auto de mis sueños y si algún día se da lo tendré, sino me haré una maqueta.
La pasión como motor de un pasatiempo que trasciende su taller y la vitrina de quien le encarga el modelo de sus amores para convertirse en el disfrute de quienes posan la mirada en cada detalle. Se necesita buena visión y pulso, pero también perseverancia, paciencia y talento, cualidades que a Julián parecen convertirlo en una especie de Roberto Mouras del modelismo.
María Constanza Fernández Larraburu