Empatía, esa que a muchos les falta es la que no escasea en el personal de salud. Son días de angustia y desesperación los que se viven puertas adentro de nuestro hospital, porque los casos no paran de crecer, las camas no se liberan y el cansancio agobia después de un año y dos meses de trabajo incesante.
Vivir la pandemia puertas adentro del San Antonio es muy diferente a la historia que quieren contar los negacionistas, los que no creen que el virus existe y mata, los que se creen inmunes. Parece crudo el relato, pero es una triste realidad.
Lorena Magallán es licenciada en Enfermería y hace más de 20 años que trabaja en el nosocomio local, donde actualmente es supervisora. Nada de lo que dice lo escuchó, todo lo que cuenta lo vivió en carne propia durante su trabajo diario. Duele, cansa, desespera, el virus no para y tras el tiempo que lleva entre nosotros empieza a mostrar su peor cara.
En cada inicio de turno se preparan, se colocan cada una de las prendas de protección y el escudo que necesitarán para enfrentar durante toda la jornada el dolor y la muerte. “Armamos una coraza con el correr de los años y viendo todos los días lo que vemos, pero esto que está pasando ahora nos superó y más de una vez terminamos llorando en un rincón y acompañando al paciente, porque el familiar muchas veces no puede estar”, expresa Lorena.
“Lo veo en los chicos de Terapia Intensiva —agrega—, cómo acompañan, cómo la gente los busca, les piden una llamada o alguna cosa y ellos siempre están dispuestos. Por ahí están cansadísimos o con todos esos elementos de protección y unas máscaras muy seguras, pero que más de una vez descomponen, y sin embargo tratan de hacer lo que más pueden, hablándoles o trayéndoles dibujitos de los hijos o nietos que terminan empapelando todas las paredes. Te llega al corazón, porque sabemos que somos un nexo entre ellos y la familia, pero es desgastante, por eso hablamos de cansancio físico y emocional”.
-¿Cómo superan esto en la cotidianeidad?
-El cansancio físico lo superás con una siesta, con unas horas de dormir o por lo menos estar tirado en la cama mirando tele, pero lo emocional no es lo mismo, es mucho más difícil. Debo reconocer que desde el Hospital, cuando empezó la pandemia, que estábamos con miedo y muchos se deprimieron, nos dieron la posibilidad del servicio de salud mental. Armaron un grupo con Irene Pinasco, que es la jefa de Salud Mental, y cuando se requería y un personal estaba superado en la parte emotiva, se lo derivaba y ellos le hacían un seguimiento hasta que la persona estuviera bien otra vez.
“Mientras estás trabajando —sostiene— te lleva la misma adrenalina, pero después cuando llegás a tu casa te afecta, porque tu entorno nota que no estás bien, estás cansado y muchas veces contestás mal. Más allá de eso, creo que detrás de todo está Dios, no queda otra que pensar eso, es la fe que te ayuda a superar muchas cosas”.
-¿Qué es lo que más les ha impactado de la pandemia?
-Ahora lo que nos está impactando mucho son las edades, porque estábamos acostumbrados a personas añosas, de más de 75 años, y ahora en Terapia hay intubados de 38, 42, 44, 55 años, que dejan niños chiquitos en el domicilio y ni hablar si llegan a fallecer. Además empezaron a aparecer casos de chiquitos, en Neo tenemos tres, unas mellizas y una nena con la mamá aislada, es una recién nacida a la que le hicieron el hisopado. Eso nos ha afectado, porque las edades han bajado muchísimo.
“También impacta cuando le tenés que decir a una persona lúcida que la vas a intubar, porque ellos no se dan cuenta que están tan mal. Te miran con desesperación y te preguntan todo, tenés que sacar fuerzas de donde no tenés para hablarles claro y que no sea tan impactante para ellos”, relata la profesional de la salud, al tiempo que recuerda que “un día pasaron un paciente a Terapia Intensiva y al otro día trajeron al hijo con síntomas, esas cosas duelen. Gracias a Dios que a nosotros no nos ha tocado con colegas, sí al principio tuvimos una pediatra que a mí me afectó muchísimo porque trabajé con ella muchos años, pero sí hemos tenido familiares internados, incluso ahora una de mis colegas tiene un sobrino internado que está muy mal”.
-¿Cómo los afecta la irresponsabilidad y el negacionismo de muchos?
-Te da mucha impotencia, mucha. Tengo hijos adolescentes y vivo discutiendo, porque les digo que trato de cuidarme lo que más puedo en el Hospital, que por ahí me toca estar mucho tiempo con los elementos que provocan asfixia, pero me doy cuenta que ellos también están cansados, porque siendo adolescentes no le temen a nada.
Sin embargo, a Lorena lo que más le duele es la actitud de quienes deben predicar con el ejemplo. “Se les echa la culpa a los adolescentes, pero detrás de ellos hay un adulto. En las casas o en las chacras hay un adulto, lo mismo con el tema de las bebidas alcohólicas, no son los adolescentes solos, hay muchas otras personas. Esas cosas nos molestan un montón, también los eventos que se realizaron a nivel local, que se podrían haber evitado”.
-Cuando decimos que hay que ir al Hospital para ver de qué se trata, ¿qué encuentran?
-Una Terapia Intensiva repleta con las 11 camas ocupadas, una Sala de Pediatría con pacientitos chiquititos aislados con su mamá, una Maternidad a la que ingresan los familiares y no pueden salir más porque no lo permiten, una zona de aislamiento con muchas internaciones y pacientes que se descompensan, una zona de polivalentes que se supone que son patologías clínicas, quirúrgicas y traumatológicas y por ahí justo hacés un hisopado porque tuvo temperatura y tenés un positivo y no sabías.
“Van a encontrar personas corriendo de un lado a otro, servicios que tienen que cambiar de personal porque no dan abasto con el que tienen, una Guardia donde los enfermeros hacen veinte mil actividades, atendiendo los pacientes respiratorios, las curaciones, los pacientes pediátricos cuando hay que hacerles un inyectable, limpiar las ambulancias después de ir a buscar pacientes o llevar altas. Van a encontrar personal que está agotadísimo tanto física como mentalmente y que te va a pedir por favor que lo cuides, porque podemos tener respiradores o camas, pero no hay personal”, manifiesta.
En tal sentido, Lorena revela: “Tenemos muchos colegas aislados otra vez, nos autorizan cuatro suplencias y tenemos un solo suplente para cubrirlas, los médicos están muy estresados, lo mismo el personal de mucamas, de rayos, de laboratorio, de cocina, los chicos de maestranza, un Hospital colapsado en cuanto al personal y a la ocupación de camas. En mi turno veo cómo las ambulancias van cada 15, 30 o 40 minutos a buscar pacientes respiratorios”.
“Ruego de corazón a la población que se cuide —apela—, porque estar un rato compartiendo con alguien un mate o una bebida te puede costar la vida y no solamente a vos, sino también a tus abuelos, tus hermanos, tus tíos, tus padres, es feísimo. El otro día nos enteramos que un paciente que falleció en Terapia se contagió en el cumpleaños de 15 de la hija, esas cosas te duelen, porque él quiso darle a su hija el sueño de su vida y le costó la vida”.
En seguida, Lorena subraya: “Este es un virus que está matando gente, lo veo a diario, nadie me lo cuenta. El lunes hubo tres fallecimientos, dos adultos y un neonato, lo vivo de adentro, como todos mis colegas y como todo el equipo de salud. Es desesperación lo que estamos sintiendo ahora, porque ya hace prácticamente un año y medio que estamos trabajando así; cuando empezamos con el virus nunca pensamos que iba a durar tanto, pensamos que iba a ser una Gripe A, un tiempito y chau, pero esto que estamos viviendo ahora no tiene nombre”.
-¿Cómo se preparan para entrar a un sector Covid-19?
-Encima del ambo te tenés que poner el camisolín, las botas, la cofia, barbijo N95, barbijo quirúrgico, la máscara y doble guante, ahora no lo sentimos tanto porque hace más frío, pero en el verano nos descomponíamos del calor. El tema de colocarte el equipo no es tanto como sacarlo, porque si no lo sacás con la técnica que debés seguro te contaminás y corrés el riesgo de contagiarte. También hay que destacar a los chicos del lavadero, que están muy expuestos, porque están con toda la ropa contaminada; se ponen un mameluco aparte y un montón de cosas porque es impresionante el nivel de exposición.
-¿A qué atribuyen los contagios del personal?
-Al desgaste. En Terapia hay divisiones con un hule grueso y son espacios chiquititos donde tenés que estar controlando las bombas, las vías centrales y los respiradores y si te olvidaste de algo o te equivocaste en la manera de retirarte el equipo de protección te podés llegar a contaminar. Por ahí uno discute que se puso todo, pero el que está al lado te ve y cuando te recargan de horas podés cometer errores.
-¿Cómo se genera conciencia en los que niegan la situación?
-Habría que hacerlos entrar a Terapia y que vean lo que vemos nosotros, te aseguro que se van a empezar a cuidar. Creo que es la única manera, porque las autoridades han hecho hasta lo imposible muchas veces, otras no, pero desde todos lados estamos continuamente machando sobre el lavado de manos, el alcohol al 70, la lavandina al 55 por ciento, el distanciamiento social y el barbijo, pero se olvidan.
En cuanto a la situación del personal de salud, Lorena afirma que “todos los gobernantes se han portado pésimamente mal con nosotros, porque nos llenan de palabras lindas, pero si faltás te descuentan 15 mil pesos del sueldo. Ahora van a pagar título, pero solamente a los licenciados, a los enfermeros rasos no, por más universitarios que sean, lo que tampoco me parece justo”.
“Pido, ruego, que los políticos se fijen en nosotros, que nos aumenten los sueldos, que nos mejoren las condiciones edilicias y laborales, que saquen la ley de enfermería, que saquen el colegio de enfermería, para estar más respaldados, y que los gremios, en vez de estar callados, luchen por nosotros y estén de nuestro lado”, reclama.
El tiempo que nos ha tocado es tan difícil como haberlo imaginado hace apenas un año y medio, pero esta es la realidad y mientras el personal de salud está en la trinchera, resistiendo, nosotros debemos, por respeto, empatía y responsabilidad, quedarnos en casa.