Ex soldado de Malvinas y candidato al Nobel: «sentí que tenía que hacer algo»

«Nada será tan importante como haber podido llevar a las mamás de los caídos a las tumbas de sus hijos ya identificados como sucedió en marzo de 2018», dice Julio Aro que, junto al británico, Geoffrey Cardozo, fueron nominados al Nobel.
Entre asombrado y culposo por no poder darles el tiempo que le piden todos los medios, Julio Aro intenta multiplicarse para no dejar a nadie sin atender. «Estoy desbordado, lo que nunca. Yo ya sé lo que es ser entrevistado pero lo que está pasando estos días me supera». Aro es un ex combatiente argentino de la guerra de Malvinas, que acaba de ser confirmado como candidato al Nobel de la Paz. «No lo esperaba, la verdad, no sé qué decir… Pero a mí el premio ya me lo dieron las madres de los soldados caídos con sus abrazos y eterno agradecimiento», afirma.

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El Consejo Superior de la Universidad Nacional de Mar del Plata, institución que solicitó su candidatura, recibió la notificación del Comité Noruego del Nobel señalando la postulación tanto de Aro como del británico Geoffrey Cardozo por su trabajo mancomunado para ubicar e identificar los restos mortales de los soldados argentinos enterrados en el Cementerio de Darwin, en las Malvinas, tras la guerra desatada entre la Argentina y Gran Bretaña en 1982.
Mientras habla con Clarín. Aro se despide vía zoom de Cardozo, el ex capitán británico que en 2008, en un encuentro de veteranos de guerra que tuvieron en Londres, le entregó en mano al argentino documentos y planos con referencias, fotos y coordenadas del Cementerio de Darwin, que el propio Cardozo había preparado en 1983. «Esto te va a hacer muy útil», fue lo que le dijo el inglés al argentino cuando éste le expresó el dolor por sus compañeros caídos en combate sin identificación.

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Aro recibió ese material, lo hizo traducir y los planos determinaron dónde y cómo habían sido inhumados los cuerpos de los soldados, «un trabajo que Geoffrey Cardozo hizo con un sentido de humanidad indescriptible. A partir de ese informe clave descubrí que todo lo que se decía era verdad, que debajo de cada cruz había un cuerpo que estaba enterrado a un metro de profundidad, dentro de un cajón y con tres bolsas, circunstancia clave para que proteger el estado de conservación».

Con estos datos, Aro, que es profesor de educación física y trabaja en una obra social del IOMA, creó la Fundación No me olvides (2009), no sólo para darle un marco formal a esta iniciativa, sino también «que el veterano de Malvinas sepa que no está solo, además de promover, fortalecer y resguardar la calidad de vida de las personas que padecen estrés post traumático, trastornos físicos o psíquicos originados por situaciones violentas».
Así fue el puntapié inicial para el trabajo de identificación de los cuerpos que, con esa documentación, se llevó a cabo gracias a la intervención de la Cruz Roja Internacional y al aporte fundamental del Equipo Argentino de Antropología Forense, que hizo saber que «el cuidado que se tuvo en la protección de los cuerpos fue esencial para que se pudiera trabajar en la identificación», subraya Aro, de 59 años, bonaerense de Mercedes, residente en Mar del Plata.

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Ser nominado a un Nobel de la Paz «es algo tan lejano e inimaginable, que no lo pienso, ni se me ocurre, qué sé yo… ¡Cómo verme en esa instancia! Es imposible. Yo entiendo que resulte algo novedoso para la prensa, lo es para mí, claro, pero insisto y no son palabras tiradas al viento: nada será tan importante como haber podido llevar a las mamás de los caídos a las tumbas de sus hijos ya identificados como sucedió en marzo de 2018. ¿Puede haber algo más trascendente que eso? Ese agradecimiento de mamás y papás que me dijeron ‘gracias por ayudar a encontrar a mi nene’ no tiene medida».
A Aro le parecería fabuloso alzarse con el Nobel «porque no tengo dudas de que la causa lo merece, pero sobre todo creo que visibilizaría una situación que muy pocos conocen: permitiría que el mundo se entere de que gracias al trabajo que hicimos con Geoffrey (Cardozo) y tanta gente pudimos identificar a 115 soldados caídos en Malvinas. ¿Sabés lo que es eso? 115 soldados de un total de 122 caídos», enfatiza.

Y continúa Aro embalado: «También el mundo sabría que todavía faltan reconocer a 7 soldados, de los cuales de dos estamos cerca de dar con sus familiares en Chaco y Punta Arenas. Pero no es sencilla la búsqueda de los familiares, es un trabajo arduo y complejo. Tampoco sería un aspecto menor que se masifique la relación de dos gobiernos que, finalmente, pudieron reconstruir su vínculo».

El ex combatiente habla con entusiasmo, pasión y dedicación a pesar de que su línea telefónica está detonada. «Cuando volví de aquel viaje a Londres, en octubre de 2008, ya tenía otra cabeza, estaba más liviano, me había sacado un peso enorme de encima y mi relación con ‘lo inglés había cambiado radicalmente».

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¿Por qué, Julio, qué había sucedido?
– Es que mi cabeza había hecho un click, ya no tenía ese rencor, ese rechazo y ese enojo por lo que hasta entonces era el enemigo. Ese año 2008 fue una bisagra, un punto de inflexión, porque primero había viajado a Malvinas, el 2 abril, y meses después conoció a Cardozo. Fueron dos viajes reveladores, sanadores, pero regresar a las islas 26 años después fue terriblemente movilizante. Y volver siempre sana…

-¿Ese viaje fue el más significativo de los nueve que hiciste?
-Sin duda, porque estuve allí solo durante una semana y fue muy fuerte esa sensación de caminar por los campos de batalla, recorriendo ese paisaje tan particular, visitando el cementerio y estando allí largas horas. En Malvinas uno huele ese aire y percibe ese viento tan especiales, tan identificatorios… Pero sentí un caos en mi cabeza cuando advertí que las tumbas no tenían identificación, sólo decían «Soldado Argentino solo conocido por Dios». Y ahí fue cuando pensé que tenía que hacer algo.

-¿Pensaste en la incertidumbre de las familias de los caídos?
-Me puse en lugar de los familiares, entendí el sufrimiento de no saber cuál es la tumba de su ser querido, imaginaba la incertidumbre, el padecimiento y la falsa ilusión de que estén con vida si no hay placas con sus nombres.
-Cuántas imágenes deben haberte pasado por la cabeza…
– Me iban cayendo distintas secuencias de 1982, como diapositivas imborrables que me sacudieron, pero era algo que necesitaba y lo necesitaba hacer solo conmigo, sin nadie a mi alrededor. Insisto en lo sanador de ese viaje, porque fue una gran limpieza donde desaparecieron el odio y el rencor por todo lo que fuera inglés.

-¿Recordás cuál fue el primer soldado NN identificado?
-Gabino Ruiz Díaz, un soldado correntino, que murió el 28 de mayo. A este nombre llegamos a partir de un número de documento que encontramos en el informe que me dio Geoffrey Cardozo, que luego googleamos, y nos llevó a Elma Pelozo, su madre, que cobraba una pensión. Así fue que me fui hasta la localidad de San Roque, en Corrientes, y encontré a Elma, a quien le expliqué por qué yo estaba allí, que necesitaba una gota de su sangre para cotejar el ADN con la del cuerpo del soldado de quien sólo teníamos su documento. Ese fue el primer gran impulso hasta llegar a 115 identificaciones.
¿Cómo resultó ese recorrido hasta llegar a esta postulación al Nobel?
– Muy duro, con muchos obstáculos y palos en las ruedas los cuales durante un buen tiempo no nos dejaron avanzar. ¿Por qué? Porque aparecieron un montón de opinólogos, políticos y malas influencias que empezaron a llenarles la cabeza a los familiares que, indecisos, no sabían si dar o no el visto bueno para allanar el camino de las identificaciones. Fue dificil, tuvimos que soportar situaciones delicadas.

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-¿Sufriste algún tipo de agravio?
-Se empezaron a decir cosas que no tenían sentido ni razón de ser, como que desde la Fundación No Me Olvides operábamos para los ingleses, que ellos nos pagaban… También que estábamos metidos en política y una cantidad de cosas ridículas que, por suerte, fueron quedando en el camino y muchos de esos familiares que rechazaban ayudar terminaron pidiendo disculpas excusándose de que les habían llenado la cabeza.
Hoy tenés 59 años, ¿qué te acordás de aquel pibito de 19 años que combatió en Malvinas?
-Sabés que quise recuperar muchas veces a ese Julio, al que fui a buscar las nueve veces que viajé a Malvinas, pero no lo pude encontrar y me bajoneaba. Sólo sé que ese Julio que fue a Malvinas nunca más volvió a ser el mismo. Aunque intenté reconstruirlo de a poquito, no volvió a aparecer.

-¿Entendiste por qué no apareció más ese Julio?
-Sabía, pero me costaba darme cuenta… Entendía que no existe ninguna persona que haya vivido un conflicto como es una guerra que haya podido volver de la misma manera. Me arrancaron a ese Julio que no tenía ni veinte años y también al Julio de los años siguientes. Tuve que madurar de golpe, sin anestesia y pasaron los años y hoy, aunque no es nada fácil, intento ser lo más feliz posible.

-¿Cuántos pensamientos deben haberte aparecido en cada viaje?
-En cada uno me fui convenciendo de no juzgar a mis compañeros, muchos de los cuales se quitaron la vida porque no pudieron salir de esa situación traumática, otros se sumieron en la depresión y están los que se refugiaron en las drogas o el alcohol. Los que estamos con vida hicimos lo que pudimos, no lo que quisimos y así sufrimos un montón de situaciones que repercutieron en nuestras parejas, familias, amigos y trabajos. Yo elegí hacer esto con la Fundación No Me Olvides, que me ayuda hasta el día de hoy.

-Y gracias a tu dedicación te cruzaste con personalidades como Roger Waters y el Papa Francisco…
-Roger Waters fue muy importante, porque cuando estuvo en la Argentina en 2012 le hizo llegar una carta a la entonces presidente Cristina Kirchner, cuando hasta entonces el Estado no nos daba bola. Pero su intervención fue clave para que nos manden a llamar para ver qué necesitábamos, Y el Papa Francisco nos sorprendió por lo que sabía de nuestro trabajo y nos apoyó, con todo lo que eso significa.
Las vueltas de la vida
Julio Aro hizo el servicio militar en 1981 en el Regimiento 6 de Mercedes, con 19 años, debido a que pidió prorrogar para terminar sus estudios secundarios y ayudar a la economía familiar. De haberlo realizado en 1980, seguramente Malvinas no habría sido su destino. «Nunca me perseguí con eso, siempre lo acepté, como también acepté el 614, el número de sorteo con el que pensaba que me salvaría y no fue así. Después salí en la primera de las bajas que hubo y pensé: ‘Nunca más piso un regimiento y mirá cómo y dónde terminé. El destino está marcado, no hay vuelta».

-¿Te hacés alguna pregunta sobre tu paso por la Guerra?
-Muchas veces me pregunto por qué y para qué me tocó volver con vida y la respuesta que tengo es «para esto», para ayudar a que mis compañeros caídos tengan una tumba con una cruz y un nombre y apellido, y para poder acompañar a las familias. Y también pienso que si me hubiera tocado quedarme allá, me habría gustado que alguno de ellos se hubiera quedado al lado de mi familia. Fuente:
Fuente: Clarín

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