Empatía: capacidad de ponerse en el lugar del otro. Se habla mucho y se practica poco, aunque hay personas que dejan claro de qué se trata. Patricia Zair es una de ellas. Convirtió su lucha en solidaridad y puso en marcha un proyecto para colaborar con pacientes oncológicas.
Enfrentar el cáncer
Nació en la entrerriana ciudad de Villa Elisa y a los seis años llegó a Gualeguay, donde vive desde entonces. Aquí formó su familia, que actualmente conforman su mamá, sus hijos Noelia y Francisco y su nieto Benjamín.
Ellos fueron los pilares fundamentales en su lucha contra el cáncer, que le detectaron hace dos años a partir de un control anual. “Fue tremendo, porque te dicen cáncer y te paralizás, no sabés para dónde agarrar, además porque quedé viuda hace 12 años por la misma enfermedad. Por suerte, la familia apoya mucho, está todo el tiempo y no hay palabras para agradecer todo lo que han hecho por mí”.
Sobre la importancia de la prevención, Patricia da cuenta que “todos los años en las vacaciones de invierno iba y me hacía el control anual completo. Empecé a hacerme la mamografía a los 40 y a los 52 me salió que tenía un nódulo, entonces mi doctora me explicó que si yo no hubiese ido a hacérmela, hubiese crecido muchísimo y hubiese sido todo peor”.
Para enfrentar la enfermedad, Patricia se sometió a una cirugía, en la que le extirparon 19 ganglios, seis sesiones de quimioterapia, 35 rayos y un año de vacunas. Si bien hoy continúa con los controles, el cáncer ya no está. “Terminé, lo pasé a todo eso, por eso resalto que al control te lo tenés que hacer, porque agarrado a tiempo es vida. Hay mujeres que han ido después de cinco años y el problema es mucho mayor”.
-Hay que aprender a convivir con eso…
-Sí, hace poco me hice centellograma en Oro Verde y tenía muchos nervios, gracias a Dios me dio todo bien, pero es inevitable ponerse nerviosa. Mi médico Franco Ramello me decía que el cáncer no estaba más, que después de la operación es todo para prevenir, pero siempre vivís con eso.
Tras la intervención quirúrgica, Patricia decidió hacer su tratamiento en el hospital San Antonio. “Elegí atenderme en el Hospital, así que fui a conocer y me recibió Griselda, por entonces jefa de Oncología, una enfermera que es un amor de persona y que ya se jubiló. Me encantó el lugar, todas las quimio me las hice ahí y terminé con Claudia, que es la jefa ahora. Todas son personas excelentes, muy humanas, no tengo palabras para agradecerles, porque están todo el tiempo pendientes, al igual que Franco e Ileana Camusso, que son el equipo de Oncología”.
Pensar en el otro
Su microemprendimiento de costura, que hace 11 años inició con la confección de turbantes de toalla, dio un giro tras su lucha contra el cáncer y la experiencia de ver caer su cabello por el tratamiento. “La verdad que fue la peor parte para mí perder mi pelo, que me encantaba, pero siempre traté de ponerme pañuelos de colores en la cabeza, aunque no tuviera ganas, así que cuando pasó todo y empecé a coser de nuevo pensaba en qué podía hacer, algo que fuera práctico para estas mujeres que estaban pasando por lo que yo pasé, porque me llamaban y me preguntaban dónde compraba los turbantes que tenía puestos, que en realidad eran pañuelos que me enroscaba”.
“Algunas me decían que no es fácil ponerse los pañuelos y entonces pensé en hacer un turbante de tela de algodón. Hice uno y me encantó, quedó re práctico, cómodo, fácil de poner y fresco, así que empecé a comprar telas para hacer”, señala.
Lo que pensó como una nueva propuesta de su marca Patrizia –con zeta por su apellido-, terminó en una iniciativa solidaria. “Me salía casi 200 pesos cada turbante, más el abrojo, el elástico y el hilo, entonces iba y compraba para dos, después para dos más y así, pero cuando la gente me empezó a preguntar no pude venderlos, no puedo, es re fuerte. Me escribió gente de Buenos Aires asombrada, porque me decían que allá son carísimos”.
Así se inició la cadena de generosidad. “Me empezaron a preguntar si quería que me dieran plata y les decía que no, que prefería que fueran a la retacería directamente. Me trajeron muchas telas, una más hermosa que otra, también abrojo, elástico, de todo. Hoy lo que hago es cortar, coser y armar y en lo único que gasto es en mis etiquetas y en mi trabajo, que me encanta”.
“El sábado pasado —relata— mandé por primera vez al Hospital una caja con turbantes y una carta para las chicas que están haciéndose quimioterapia, que no las conozco. Después recibí fotos con carteles, cosas que te abren el alma de una forma… no podés creer que puedas con tan poquita cosa lograr que una persona sonría a pesar de no tener su pelo y de estar bancándose las quimio y todo eso. Creo que al pasar por una experiencia tan fuerte te conectás de otra forma, se forma un lazo que no se puede explicar, solamente lo entiende la gente que ha pasado por lo mismo”.
A poco de comenzar, el proyecto de Patricia se expande y surgen nuevas oportunidades para ayudar. “Una chica de Gualeguaychú con la que nos hicimos amigas en el CEMENER mientras nos hacíamos rayos, me preguntó qué posibilidad había de hacer una tanda de turbantes infantiles para el Hospital Materno Infantil San Roque de Paraná y le dije que sí, que encantada. Me dijo que son chicos de hasta 14 o 15 años y que si podían ser con telas con estampados infantiles, porque hay nenas que son re coquetas”.
“Hay personas grandes que no tienen problema de estar sin su pelo, otras como yo no salen a la calle si no se ponen algo en la cabeza, así que con esta chica, que se llama Lorena Romero, estamos en eso. Ahora quiero que mis turbantes lleguen a todos lados, quiero que muchas personas los puedan usar”, expresa, al tiempo que destaca que “es mucha gente que pone el material y de todas las mujeres que me han traído cosas ninguna ha pasado por una enfermedad de estas, es increíble cómo se ponen en el lugar y piensan, porque nadie está libre. Tal vez no es mucho lo que gastan en dinero, pero el solo hecho de ir a la retacería o a la mercería a comprar y traerme las cosas es un montón. Es todo a través del amor, que es lo que nos cura”.
En el mes de la sensibilización sobre el cáncer de mama y próximo a conmemorarse el Día Mundial –el 19 de octubre-, Patricia ya se prepara para aportar en la concientización para la prevención y detección a tiempo de la enfermedad. “Corté 10 turbantes de color rosa para llevar al Hospital para que la gente tome un poquito más de conciencia, se haga los estudios y se controle”.
-¿Qué sensaciones te despierta ver que usan tus turbantes?
-Es una emoción que no puedo explicar ver que personas que están haciéndose las quimio te mandan una foto con una sonrisa diciéndote gracias o vienen a buscar a mi casa cuando salen de ahí, porque me contactan por las redes, y se llevan hasta tres turbantes. Me encanta poder ayudar y hacer un mimo a esas personas.
Sobre el final, Patricia subraya que “cualquier persona que necesite usar un turbante puede contactarse conmigo para buscar uno en mi casa, porque sé que hay gente que va a otras ciudades a hacerse los tratamientos oncológicos”.
Para comunicarse con Patricia, ya sea para retirar un turbante o para donar telas, elástico, abrojo o hilos, se puede encontrarla en su Instagram o en su Facebook, donde aparece como Patricia Zair, o al 15467393. “Ahora necesitamos telas para niñas, siempre de algodón, así que todo aquel que pueda colaborar desde ya lo agradezco”.