La cuestión es tema de debate casi cotidiano. Si bien en las grandes urbes, el debate parece saldado por características propias, en las ciudades más pequeñas como Gualeguay renace con cada caso. ¿Hay que dar las identidades en nombre de la salud pública?
Ha habido comportamientos diferentes. La mayoría opta por el silencio, pero los casos que han transitado por el camino inverso lo han hecho con cierta tranquilidad. Quizás el más emblemático será el del Dr. Eduardo Petraglia. El mismo llamó y avisó la condición de su hijo. “Queremos cortar de cuajo cualquier comentario o suspicacia. Nadie se enferma porque quiere”, reseñó en aquella ocasión y tuvo razón. La mayor parte de la sociedad le agradeció el gesto y las muestras de solidaridad fueron la respuesta común.
Claro que no todos siguieron el mismo camino. Sucede que la condición de ‘positivo’, al menos en el inconciente colectivo, es casi la misma que la de ‘sospechoso’. Una vez que se conoce un caso, se repican las voces pidiendo nombres ‘para saber si alguno ha estado en contacto’, suele repetirse hasta el hartazgo. La mayoría ha preferido conservar el silencio y preservar su identidad, aún a costa de habladurías y chismes que en la mayor parte de los casos no tienen mucho fundamento.
El estado, es cierto, no puede divulgar las identidades. Queda pues un vacío, entre las demandas de la gente y los que los medios efectivamente pueden informar. El reproche también los (nos) alcanza. Si damos nombres somos irresponsables por exponer a los enfermos. Si no los damos es porque estamos ocultando algo, por lo general lo peor. Ahí aparecen las teorías conspirativas de las que no se salva nadie.
Hace pocas horas, el periodista Julián Cosso fue hisopado y dio negativo. El mismo lo confirmó a LT38 y consintió que su nombre se hiciera público. Los cuestionamientos sobrevinieron igual, ignorando que el propio damnificado había aceptado que se diera la noticia e incluso su nombre.
Hace un par de semanas, LT38 tuvo un caso en un familiar de un integrante. La propia emisora lo contó al aire, redobló las medidas de prevención mandando a su staff a aislarse, hasta que pasara cualquier riesgo. No faltó quien exigiera nombre y apellido de cada caso, o echara a rodar versiones de todo tipo, saltando de un nombre a otro de la AM como caso de COVID. Al final del camino, ninguno llegó siquiera a tener síntomas.
Al final del camino la conclusión es clara: se dan nombres siempre y cuando el paciente esté de acuerdo o, como fue el caso de la Dra. Silvia Echazarreta en General Galarza, el mismo Director del Hospital Perú donde ella trabaja, lo haga público. Tanto en el caso de positivos como de negativos.
Por supuesto que esto tampoco acallará las voces de los cuestionamientos. Si se dan porque se dan y si no se dan porque no se dan. Pero es un criterio. Malo o bueno. Quizás de las pocas cosas tangibles en medio de este tembladeral.
Finalmente no tuvo COVID
Conmovedora carta de un paciente que estuvo en el hospital aislado
Cada mañana llegan centenares de mensajes a LT38. Pero este del jueves llamó la atención. Se llama Cristina Musio. Estuvo internado en el Hospital San Antonio por ser caso sospechoso. Al final dio negativo, pero quiso agradecer.
“Jorge buen día! Dejame agradecer por tu intermedio a todo el personal del Hospital San Antonio (doctores y enfermeros) sector aislamiento. Estuve allí 11 días por caso sospechoso Covid contacto estrecho laboral en CABA y gracias a Dios me hisoparon con resultado negativo”, cuenta Cristian, aún conmovido por lo que le tocó vivir.
Y remarca. “Destaco el aguante y acompañamiento de todo el personal que están permanentemente dando palabras de aliento y preguntando que necesitas? Apelo a la RESPONSABILIDAD SOCIAL de cada uno. A quienes me atendieron les conozco los ojos nada más y en ellos se ve reflejado el cansancio pero siempre firmes y sin bajar los brazos. Mi agradecimiento eterno a estos gladiadores y por favor a cuidarse, no tenerle miedo a este virus pero sí respeto y estar informados”.
En un diálogo posterior, Musio contó que, como trabaja en la Ciudad de Autónoma de Buenos Aires, en el hospital hasta le consiguieron una mesa sobre la cual colocar su PC y otros elementos de trabajo. “Te escuchaba –le cuenta a Barroetaveña- mientras vos esperabas también el resultado y compartíamos los mismos sentimientos, no tanto por nosotros mismos sino por quienes nos rodean”.