Militar, abogado, periodista, político, diplomático, economista y patriota, creador de la Bandera y de la Escarapela Nacional. Verdadero prohombre de la Patria, que entregó todo sin pedir nada a cambio.
Hoy se cumplen 250 años del nacimiento de don Manuel Belgrano, acaecido en 1770 en la ciudad de Santa María de los Buenos Ayres, la misma que lo viera morir cincuenta años después, el 20 de junio de 1820.
Militar, abogado, periodista, político, diplomático, economista y patriota, creador de la Bandera y de la Escarapela Nacional. Verdadero prohombre de la Patria, que entregó todo sin pedir nada a cambio.
Su vida, si bien corta, fue intensa y rica en servicios a nuestra patria, la que lo tuvo por actor esencial en sus primeros y duros tiempos.
Tras culminar sus estudios en el Real Colegio de San Carlos -hoy Nacional de Buenos Aires-, partió a España para volver abogado por la Universidad de Salamanca, asumiendo como secretario perpetuo del Consulado de Buenos Aires en junio de 1794, secundado por su primo Juan José Castelli. No dudó en sumarse a la Milicia Urbana en ocasión de las invasiones inglesas de 1806 y 1807, teniendo activa participación en el bando criollo que nos legó la Primera Junta de Gobierno Patrio de la que formó parte.
Tras los sucesos de mayo de 1810 encabezó la Expedición al Paraguay, en cuyo curso fundó los pueblos de Mandisoví y Curuzú Cuatiá, a la vez que redactó el Reglamento de las Misiones del 30 de diciembre de 1810, documento institucional más antiguo con vigencia en la actualidad, ya que forma parte del texto constitucional de Misiones. Creó nuestra enseña patria.
Sucedió a Saavedra en la Jefatura del Regimiento de Patricios y estuvo a cargo del Ejército del Norte: el Éxodo Jujeño y las batallas de Tucumán y de Salta lo tuvieron como artífice.
Integró la misión al continente europeo y de regreso redactó el proyecto de Constitución para el Reino Unido del Río de la Plata, Perú y Chile, cuyo contenido político expuso en la sesión secreta del Congreso de Tucumán del 5 de julio de 1816, de paso a asumir, por segunda vez, al frente del Ejército del Norte; ello en consonancia con el plan libertador de José de San Martín, junto con quien fue fogonero de la Declaración de nuestra Independencia nacional.
«Así, su vida cívica en prieta síntesis, en la que, por cierto, hay muchos más episodios para destacar y que nos hablan de su compromiso con nuestra patria. Su salud no lo acompañó, en especial en la parte final de su vida, que se apagó cuando tenía solo cincuenta años y la más absoluta pobreza, de la que se despidió con una frase en la que recordó el gran ideal de su existencia: «¡Ay, Patria mía!», no ha perdido vigencia, máxime en estos día en que la mediocridad y el egoísmo se han apropiado de la vida política», escribe Armando Mario Márquez, presidente de la Junta de Estudios Históricos del Neuquén, presidente del Centro de Estudios Constitucionales del Comahue.