Un millar de vacunos murieron en cuatro feedlots santafesinos

Los establecimientos están radicados en Cafferata y Chañar Ladeado, en la provincia de Santa Fe. La hipótesis apunta a la combinación del calor extremo con un hongo presente en la dieta, que les habría impedido disipar el calor corporal.

 

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La combinación de calor extremo y la aparente presencia de micotoxinas en un elemento de la dieta habrían sido las causas de la repentina muerte de unos 1.000 bovinos (novillitos de 250 a 300 kilos) en cuatro establecimiento de engorde a corral en Cafferata y Cañar Ladeado, dos localidades del sur santafesino.

Según fuentes cercanas, el denominador común en estas empresas fue la utilización de descartes de semilla forrajera como estirador de la ración, producto que las cuatro firmas habrían adquirido al mismo proveedor. El dato es clave en la hipótesis de la combinación del factor climático con el alimento, dado que en la región hay muchos feedlots y el problema sólo se produjo en estos cuatro, ubicados en un radio de 15 kilómetros.

La explicación veterinaria (casuística por el momento, mientras se realizan estudios científicos para determinar las causas con exactitud) indica que la acción de la mico toxina impidió a los animales disipar el calor corporal durante los primeros días de la semana, en las que hubo en la región registros muy elevados de temperatura y humedad. Las primeras especulaciones indican que podría tratarse del hongo Claviceps purpurea, también conocido como «cornezuelo», que suele parasitar especies como Festuca, Raigrás, Pasto ovillo, Agropiro y algunas especies de campo natural. En 2014, el INTA había alertado sobre el peligro mortal de este patógeno (incluso a campo abierto). El documento indicaba que «el cuadro clínico se desencadena cuando las marcas térmicas son cercanas, o superan, los 30ºC», por lo que «el animal intoxicado pierde su capacidad de disipar el exceso de temperatura corporal, llegando la misma a valores incompatibles con la vida (40-42ºC)».
Las fechas en las que se produjeron las muertes, en las cuales disminuye la dotación de empleados y la atención de los administradores, también serían parte del cúmulo de factores que causaron el desastre.

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Para Carlos Boneto, uno de los titulares del Establecimiento «Los Aromos», uno de los involucrados, el año no podría haber arrancado peor. Climatológicamente hablando, el calor, la humedad y falta de viento, configuraron un escenario fatal. En diálogo con Campolitoral, destacó que «algunas muertes fueron por stress calórico según lo describen los profesionales. Acá ITH (Índice de Temperatura y Humedad) fue muy alto (por encina de 90) y tuvimos algunas muertes, aunque no de la magnitud de otros colegas. Sobre 6.000 animales perdimos 120», remarcó.

«Si bien es una cantidad importante es un valor bajo, encontrando un año atípico en el sentido que el cruzamiento de esos factores ambientales afectó a los animales de pelaje negro. No están preparados. Esto hace años que no sucede, el cambio climático está llevando a que haya que entrar a analizar los modelos de producción con otras características (como los de Australia o zonas más húmedas y cálidas)», agregó.

Por su parte, el médico veterinario Ramiro Aramburu, responsable de otro de los establecimientos, relató: «el 26/12 arrancamos con mortandad escasa, 6 a 7 animales en total, algo normal para esa temperatura y humedad. Luego se acomodó la dieta, pero el 1/1 a las 15.30 hs el encargado de darle de comer me informa que había 50 animales muertos. Llegué hasta el campo, el 70 % del feedlot mostraba signos de estrés calórico y muchos animales muertos en los corrales. Se llamó a los bomberos y se empezó a bañar a los animales. Al final del día no habían comido y nos comunicamos con los otros colegas que habían tenido problemas. Atiendo a más de 12 y ese era el único establecimiento con problemas. Lo que vimos fue que todos los damnificados tenían en común la materia prima de la dieta: un barrido de limpieza de semillas».

A continuación, detalló las acciones para frenar la mortandad: «limpiamos los comederos (se sacó más de 15 mil kilos), se los alimentó y al otro día nos reunimos con el equipo de trabajo y hacer el balance. Incluso lo hablamos con un patólogo de la UNR y los proveedores de insumos para que lo analizaran. Decididamente el stress por calor es el condicionante, y el predisponente es la posible toxina en el alimento. Como sanitariamente no se trata de una enfermedad contagiosa, se debería enterrar en una fosa con tierra y cal, pero para reducir los cuerpos algunos fueron quemados».

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