El sobrepeso y la obesidad se pueden definir como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Actualmente, la obesidad constituye un grave problema de salud pública que se puede calificar como una epidemia, a la que se destina una variedad de recursos económicos y humanos para su prevención y tratamiento a nivel mundial, pero con aislados resultados positivos en la actualidad.
Actualmente, Argentina es el país de América Latina que reviste la mayor tasa de obesidad en niños menores de 5 años y en adultos varones, según un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) de 2017. El crecimiento de los casos de esta enfermedad es preocupante, ya que impacta negativamente en la salud general de la población y en el sistema de salud pública.
“Esta enfermedad funciona como un factor de riesgo de padecer otras patologías crónicas, tales como diabetes tipo 2, hipertensión arterial, mayor incidencia de infartos agudos de miocardio, ACV, lesiones articulares y apnea del sueño”, explica el Dr. Francisco D´Onofrio, médico especialista en nutrición. Asimismo, se ve afectada la psiquis del individuo que padece obesidad, dado que le disminuye el autoestima y, en consecuencia, impacta negativamente en sus relaciones sociales.
Hoy en día se la considera una enfermedad crónica que tiene, esencialmente, dos tipos: endógena y exógena. La primera abarca entre el 5 a 10 % de los casos, por lo general tiene su causa en la disfunción de alguna glándula endócrina como la tiroides -hipotiroidismo-, el síndrome de Cushing -glándulas suprarrenales-, diabetes tipo 2, el síndrome de ovario poliquístico o el hipogonadismo. Por otro lado, “la forma exógena -cerca del 90% de los casos- se da por un exceso en la alimentación o hábitos sedentarios, originados en el llamado fenómeno de transición nutricional”, explica el experto en el área. El último subtipo es el que se presenta con mayor frecuencia y no está relacionado con otra enfermedad o alteración propia del organismo, sino que se da estrictamente por hábitos tóxicos para la salud.
Es importante tener en cuenta que en los últimos 30 años se duplicó la tasa de obesidad tanto en hombres como en mujeres. Así, en la actualidad, unos 6,5 millones de adultos padecen obesidad en el país y más del 60% de la población argentina tiene exceso de peso, según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo.
“Las acciones de prevención que deberían ser transversales a las diferentes áreas de gobierno no ocurren, por lo que en este aspecto estamos en desventaja respecto de países como Chile y México”, menciona el Dr. D´Onofrio.
Además, es esencial considerar los efectos colaterales de la enfermedad, que no siempre se relacionan con el cuidado del cuerpo y de la salud física. Según el El Instituto Nacional contra la Discriminación, Xenofobia y el Racismo (INADI), ser obeso en Argentina es la segunda causa de discriminación. Al mismo tiempo, la situación se agrava con la falta de una adecuada formación curricular en las carreras de grado de los profesionales que conforman el equipo de salud que trata al paciente obeso.
La prevención es un aspecto que tiene que estar presente desde el embarazo y la niñez, “sobre todo se debe considerar que la adecuada nutrición en los primeros 1000 días de vida es la clave para una futura vida sana, donde la lactancia materna tiene un rol preponderante”, aclara el especialista. Además, es importante promover la alimentación saludable, la práctica de actividades antisedentarismo, al tiempo que es recomendable evitar los ambientes obesogénicos o tóxicos, dormir las suficientes horas de sueño y manejar eficazmente de las emociones.
Con respecto al tratamiento de la enfermedad, uno de los aspectos esenciales es que debe abordarse con una terapia integral porque se trata de una patología que afecta la salud general del paciente y todos los aspectos de su vida. “Las recomendaciones internacionales coinciden en que debe estar a cargo de un equipo interdisciplinario para implementar acciones que abarcan desde planes de alimentación hipocalórica con reeducación alimentaria, práctica regular de actividad física y actividades antisedentarismo, el apoyo de salud mental para el control de las emociones con cambios conductuales, el uso de fármacos anorexígenos seguros, el balón gástrico y, para casos extremos, la cirugía bariátrica”, agrega el profesional de la nutrición.
En este sentido, recientemente se realizó en Tucumán, un ensayo clínico doble ciego, inédito hasta el momento, que utilizó mazindol – un fármaco anorexígeno- como coadyuvante para el descenso de peso. “El estudio se efectuó con personal de la policía provincial, a quienes se los estudió durante 3 meses con un plan de alimentación hipocalórico, actividad física y farmacoterapia”, explica el Dr. Francisco D´Onofrio. Luego de ese período, los resultados mostraron que el grupo al que se administró el principio activo mazindol tuvo una reducción de su peso corporal inicial del 8% y también una reducción de su masa grasa con resultados superiores con respecto del grupo que no recibió medicación. La relevancia del resultado radica en que una reducción del peso inicial de entre 5 a 10 % reporta beneficios para la salud del individuo, lo cual mejora su calidad y expectativa de vida al disminuir los factores de riesgo.