El 8 de Marzo se transformó en un día de horror frente a Concordia, en la ciudad uruguaya de Salto.
El asesinato de Olga Costa Izaguirre, que había sido amenazada por su ex pareja y era custodiada en su hogar por dos efectivos, generó conmoción a nivel del gobierno —particularmente en el Ministerio del Interior del Uruguay— y también en el gremio policial. Uno de los dos agentes que vigilaban la vivienda de la víctima también fue asesinado; el otro logró herir y detener al agresor, un militar retirado que había convivido cuatro años con la víctima.
El violento episodio ocurrió poco antes de que amaneciera, en una modesta finca del barrio Umpierre, en la calle Maldonado entre Uruguay y Artigas.
Olga Costa (45) dormía en un cuarto. Dos de sus hijos estaban en otra habitación y los dos uniformados —los cabos Fernando Farinha y Franco Lemos— montaban guardia en el salón de la casa. Farinha (41 años), que falleció en el ataque, no llevaba puesto el chaleco antibalas del cual estaba provisto.
Según lo que pudo determinar la investigación inicial, el asesino —identificado como Cleomedes Medina, de 60 años según los registros de la Policía— ingresó sigiloso por la puerta del fondo, de ahí pasó al dormitorio de su ex pareja y le descargó una perdigonada con una escopeta de dos caños recortados.
Segundos antes, al percatarse de ruidos extraños, los dos agentes en el salón se pusieron en alerta. Lemos se dirigió hacia el exterior de la casa y Farinha permaneció adentro, donde se encontró con el asesino que empuñaba el arma de caza. Fue lo único que pudo advertir, porque de inmediato recibió una descarga que terminó con su vida (los investigadores no han podido determinar hasta el momento quién falleció primero).
Al escuchar los estampidos, Lemos entró a la casa y logró herir en la rodilla al ex militar.
El hecho de que la mujer dispusiera de dos efectivos para su custodia llamó la atención; la Jefatura de Salto explicó que las amenazas contra su vida —que se habían producido el día anterior— eran de tal seriedad, que la justicia decidió asignarle dos policías. También se tuvo en cuenta la peligrosidad del individuo y su legajo policial, donde constaban dos antecedentes, uno por «amenazas» el 30 de diciembre de 2016.
Pero el hecho de que el ataque mortal se produjera incluso con la doble custodia policial fue más sorprendente aún. ¿No eran suficientes los efectivos? ¿O no se les había alertado sobre la inminencia del peligro? se preguntaban ayer muchos salteños asombrados.
El gremio policial mostró su indignación por los riesgos a que están expuestos los funcionarios asignados a la custodia de víctimas de violencia doméstica. En Montevideo ya ha habido cinco ataques a policías que prestan vigilancia «en condiciones críticas», según el sindicato.
Padre de tres hijos
La muerte del cabo Farinhas, un funcionario muy apreciado por su compañeros, llenó de pesar a la Jefatura de Salto. Era padre de tres hijos, de uno, 14 y 20 años, respectivamente. Llevaba 15 años cumpliendo servicios en la Policía, y esa noche aceptó hacerse cargo de la custodia en lugar de una mujer policía, que dio parte de enfermedad.
A las 4:00 de la madrugada, Farinha y Lemos se presentaron en el domicilio del barrio Umpierre para relevar a la pareja de efectivos que cumplía la vigilancia desde más temprano.
Al practicársele la autopsia ayer de tarde, se encontraron 8 perdigones en el corazón de Farinha, producto de un solo cartucho disparado. La mujer fue muerta con un solo perdigón que le atravesó la cabeza.
El jefe de Policía Oldemar Avero aportó esos y otros detalles ayer de tarde en una reunión con la prensa.
La pareja, dijo, se había separado hacía un mes, después de cuatro años de convivencia, «cuando la mujer no soportó más los malos tratos».
Avero remarcó que desde la noche anterior y por orden judicial —mientras se disponía de la custodia— se procuró la detención del ex militar denunciado. Una patrulla de la seccional 4ª concurrió a su domicilio en el Barrio Artigas, pero no lo encontró.
Sobre el homicida, el Jefe de Policía confirmó que se trata de un ex militar «avezado en el uso de las armas». Agregó que al allanarse su domicilio, encontraron dos revólveres. «Uno calibre 22, otro calibre 38 y un caño de escopeta».
El arma utilizada para matar a la ex pareja y al policía fue una escopeta de caño recortado de carga manual, con dos cartuchos de perdigones.
El hijo mayor de Olga Costa, un joven de 25 años que se encontraba en el interior de la vivienda, dijo que escuchó «una balacera» y durante unos instantes se quedó inmovilizado en su dormitorio, pero consciente de que uno de los que disparaba era el ex compañero de su madre.
«Escuché las detonaciones y cuando voy al cuarto de mamá la encuentro caída hacia adelante y toda ensangrentada, y a un policía luchando con este ordinario de mierda. Me abalancé sobre él y me decía que no le pegara más. . .».
Otro de los hijos, de 23 años, que no durmió en su casa sino en una vivienda cercana, al escuchar los tiros y los gritos no dudó que estaban agrediendo a su madre. «Cuando entro, veo sangre por todos lados. Al hijo de mil putas lo tenían reducido en el piso. Alcancé a pegarle unas patadas», dijo.