Isabella Amaral padece obesidad mórbida, una discapacidad grave originada por el tipo de masa muscular. Aseguró que no tiene obra social y no cuenta con recursos para pagar una clínica. “Necesito una cama especial”, aseguró. Un verdadero calvario
“No quiero morir en una habitación sola, tengo 30 años y quiero seguir viviendo, quiero caminar porque hay una vida por delante”. La dramática confesión le pertenece a Isabella Amaral, una joven de 30 años que padece de obesidad mórbida, que hoy está pesando cerca de 400 kilos y le pide ayuda a la sociedad.
Isabella vive en la ciudad de Rosario y hace 10 años comenzó su calvario, al comentar que “la obesidad se me disparó mal tras la muerte de mi padre, entré en un pico de presión y me abandoné. Comencé a aumentar de peso pero podía caminar y deambular para hacerme los controles en los hospitales públicos, pero con el paso del tiempo todo empeoró, porque en los hospitales me decían que iban a operarme pero no lo hacían y perdía tiempo. Me llevaban de un lado a otro y no pasaba nada, hasta que un día me encontraron un linfoma en la pierna izquierda, que es de un tumor grasoso por lo que hoy mi pierna pesa 60 kilos”.
Sin embargo desde abril pasado la realidad de Isabella se empeoró aún más, ya que “desde hace meses no me puedo movilizar, estoy postrada en la cama y el último pesaje que me hice en aquel momento, estaba en 352 kilos pero hoy creo que ya estoy en los 400, por eso, necesito ayuda porque quiero vivir y no quiero morir sola en esta habitación. Tengo 30 años y quiero volver a caminar, porque tengo mucha vida por delante”.
Lo cierto, es que Isabella vive con su madre de 60 años, pero la mujer padece de una discapacidad en una de sus manos además de artrosis, por lo que no puede asistirla ni mover su cuerpo para darle la atención requerida. Además, esta mujer sufre de manera profunda lo que le ocurre a su hija.
Consultada sobre su situación sanitaria, la joven de 30 años argumentó que “no tengo obra social, sólo cuento con los recursos que la provincia se hizo cargo. Acá en Rosario no hay nada, no hay una cama especial para estos casos ni ambulancia para llevarme a un hospital, de hecho, la presión me la tienen que controlar en la habitación. Necesito un lugar donde sepan cual es mi patología y no cuento con recursos para pagar una clínica, para internarme en algún lugar. Cada día es un calvario para mí, porque veo cómo mi familia sufre por mis dolores, a veces viene un psiquiatra y otras veces me ayudan por teléfono pero no alcanza”.
Casi entre lágrimas, Isabella agregó que “cada tanto la provincia me manda un clínico y a veces los cirujanos me evalúan a ojo, es decir con una foto mía a distancia. No necesito estar encerrada, necesito que me evalúen y me envíen a un lugar de alta complejidad para poder tratarme. Hace 72 horas que no puedo dormir y si bien estoy poniendo mi voluntad para salir adelante, necesito alguien del otro lado que colabore para que pueda continuar viviendo. Tengo miedo de dormirme en la noche y no despertar más”.
Fuente: Crónica