María Eugenia Vidal, la peor pesadilla para el sueño de Daniel Scioli

La campaña parece una fotografía instalada en el 9 de agosto. Sólo Massa patalea para revolver el avispero y recuperar el terreno que perdió en los últimos meses. Quizás porque ya no tiene nada para perder y se sacó la presión de encima. Pero es el que va marcando el ritmo. Scioli sigue en su mundo pensando en la victoria y Macri ya mira con cariño a los peronistas desencantados.

Por Jorge Barroetaveña

Fue la primera semana después de las PASO que no le trajo algún dolor de cabeza al oficialismo. Sigue el escándalo tucumano pero el transcurrir de los días le va quitando impacto y centimil en los medios. Es tal el cúmulo de irregularidades que los opositores pidieron el viernes la nulidad de los comicios y la suspensión del recuento. Difícil que la iniciativa prospere ante una justicia minada de funcionarios que responden al actual oficialismo. La única esperanza es llegar  a la Corte Suprema y que se vote de nuevo el 25 de octubre como pidieron. Difícil, casi imposible.

La enseñanza que deja lo que pasó en el jardín de la república no sólo impacta hoy sino mañana. ¿Qué significa? Que el mensaje que quedó flotando tiene cara de advertencia. ¿Qué podría suceder si el 25 de octubre a la noche la segunda vuelta se define por medio punto o por centésimas de diferencia? Un resultado amplio hará inútil los cuestionamientos, pero uno cerrado abre la puerta para cualquier película de terror. De muestra basta un botón: en la Provincia de Buenos Aires el escrutinio definitivo “le dio” 170.000  votos más (sí, leyó  bien) a María Eugenia Vidal y 80.000 más a Felipe Solá.  Estos números contundentes alcanzan  y sobran para volcar una elección y cambiar su resultado. Nadie asegura que pase pero puede pasar porque ya pasó. Si el proceso del 25 de octubre no es transparente, esa noche podría terminar en escándalo, sumergiendo al país en un tobogán peligroso. Si la sociedad descree del resultado final, salga quien salga, tendremos un gobierno que arrastrará durante todo su mandato el pecado original de la legitimidad. Arriesgado para una democracia de baja calidad institucional como la nuestra.

Pese al malhumor que lo ganó por sus últimos yerros, Scioli parece decidido a agachar la cabeza y darle para adelante. Gobernadores, economistas y funcionarios dicen lo que él no puede decir, para no enojarla a la Presidenta, y ya deja trascender cómo sería su gabinete si llega, como descuenta, a la Casa Rosada. Miguel Bein es un economista que tiene pocos puntos de contacto con Axel Kicillof. El martes lo presentó con Fantino en tele y parecía con sus conceptos, más cerca de la oposición que del oficialismo. Desde la política Juan Manuel Urtubey le dio una vuelta de tuerca al discurso sciolista, y zamarreó al kirchnerismo donde más le duele: la pobreza. Antonio Caló declaró que Scioli les prometió bajar el impuesto a las ganancias. Más claro echale agua. La vieja liga de los gobernadores, el sindicalismo y buena parte del establishment le pusieron marco a lo que se viene.

Pero hay algo que al candidato ‘kirchnerista’ lo desvela, su Talón de Aquiles: la Provincia de Buenos Aires. Y no es una broma, algo así como nadie es profeta en su tierra, aunque en este caso la necesidad tiene cara de hereje. La elección de las PASO no fue buena en ese vasto e inexpugnable territorio del PJ. Aunque algo lo preocupó especialmente: en varios distritos del Conurbano la lista presidencial sacó varios puntos menos que la de gobernador.  Scioli necesita perforar el 40% en Buenos Aires, buscando los puntos que le faltan para sacarle diez al segundo o directamente llegar al 45%, lo que lo pone a salvo de cualquier performance opositora. Pero debe lidiar con la bella y la bestia, tal como los definió el inefable Asís. Las figuras contrapuestas de María Eugenia Vidal y Aníbal Fernández, amagan con arruinarle la fiesta al ex motonauta. La elección de la joven ministra de Macri sorprendió a propios y extraños. No pocos se acuerdan de las risas que causó cuando Macri la eligió para la Provincia. No daban dos pesos por ella. Pero Vidal demostró ser un cuadro político con peso propio, con sensibilidad para llegar a la gente. Y apareció en el momento más oportuno con el candidato más oportuno enfrente. Encarna y representa todo lo opuesto que encarna y representa Aníbal Fernández, que arrastra sobre sus espaldas ser uno de los dirigentes con peor imagen de la Argentina. Todas las alamas se encendieron en el campamento oficial: una encuesta la da primera a Vidal por casi cinco puntos de ventaja sobre Fernández. ¿Creer o reventar que el peronismo podría perder la Provincia? Scioli y el propio Fernández cuentan a favor con la historia, la tradición y el sistema de votación. Nunca un gobernador bonaerense fue de distinto signo político al del Presidente de la Nación. El arrastre siempre es de arriba hacia abajo y así como están las boletas, la opción de corte es siempre la más complicada. En el campamento del PRO ya le avisaron a Macri que hay que pegar su imagen a la de Vidal y contraponerla a la de Fernández. Creen que ahí está el secreto de la elección que le permitirá al líder opositor asegurarse la segunda vuelta. Para cualquier estratega es la campaña perfecta, claro que el barro de la política tiñe todo lo que toca y los electorados votan  atravesados por múltiples estímulos.

Seguramente esta pasará a la historia como la campaña de los líderes grises. Quizás es el tipo de liderazgo que la sociedad reclama hoy, después de tantos años de gritos y dedos duros. Claro que nada asegura que sea mejor. Distinto quizás. Al cabo es la gente la que tiene la última palabra por eso la importancia de preservar la última trinchera de la democracia: el voto.

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