Lidia abortó el intento de robo al luchar contra un delincuente que estaba armado con un cuchillo. Un Caniche Toy los despertó con los ladridos. La mujer logró ahuyentar al sujeto, mientras su marido con los gritos alertó a los vecinos.
Lidia tiene 70 años y vive con su marido Manuel, un militar retirado que padece una enfermedad y tiene la movilidad reducida. Esa madrugada ellos estaban durmiendo cuando de repente comenzó a ladrar su perro, un Caniche Toy llamado «Copito». Sobresaltados se dieron cuenta que estaban siendo asaltados.
«El ladrón ya estaba por ingresar al pasillo y cuando nos ve que nos asomamos se quiere esconder», describió la mujer a El Patagónico. Entonces, «yo me vine acá (a la entrada de la casa) y le tiraba patadas a los tobillos y a las rodillas; no me alcanzaban las piernas», contó.
El temor de Lidia era que el extraño golpee a su marido. Por eso no dudo y se trenzó en lucha con el malviviente, quien accedió a la vivienda tras forzar una ventana de madera que da a la calle.
«Fue una lucha como de veinte minutos y él con el cuchillo nos decía que nos tiremos al piso y pedía la plata. Fue tremendo. Él me ponía el cuchillo por acá (señalándose la cabeza), tengo algunas cortaduras y estoy toda moreteada por la fuerza de ese hombre joven», graficó la docente jubilada.
Los gritos de su marido, quien intentó alertar a los vecinos para que llamaran a la policía, dieron resultados y al prenderse las luces de la casa vecina el asaltante salió por la misma ventana que ingresó y se dio a la fuga.
Una noche de robos
Según explicó Lidia, esa madrugada «la policía vino 40 minutos después y el ladrón se fue antes». Incluso, otro vecino militar junto a su hijo salió a dar vueltas por el barrio pero no encontró al sospechoso.
La mujer explicó que los mismos efectivos le contaron que «esa noche fue la misma de los robos del (kilómetro) 5, Ciudadela y Rada Tilly. Me dijeron que no pudieron venir porque estaban los vehículos divididos en los asaltos que hubo».
En ese dramático momento la valiente docente jubilada en lo único que pensó fue: «a mi marido no lo tocan. Yo pienso que era un hombre sin experiencia o estaba tomado; tenía olor feo y toda la casa me quedó con ese olor».
La damnificada recordó que dos meses atrás ya le habían robado dos de las cubiertas del auto que estaciona sobre la vereda de su domicilio. En cuanto a la seguridad del barrio, que tiempo atrás era tranquilo, Lidia cuestionó: «hubo un tiempo en que la policía pasaba, cuando estaba la cuadricula, ahora en este tiempo no lo vemos».
Ante el frustrado robo, la mujer ya decidió lo que hará: colocar rejas en las ventanas y en la puerta para tener más seguridad. Fuente El Once