Un documental sigue los pasos del último hombre que habla la lengua originaria Chaná

El filme documental narra la historia de Blas Jaime, un jubilado oriundo de Nogoyá y último heredero del pueblo Chaná.

La realizadora Marina Zeising estrena este jueves “Lantéc Chaná”, un documental que “registra el proceso de reconstrucción de una lengua y una cultura a partir de la figura de Blas Jaime, el último parlante chaná, que carga la sabiduría de ese pueblo originario”.

“A partir de él, que abrió un camino para enriquecernos como individuos y como sociedad, muchas personas de diferentes disciplinas nos sentimos atraídos por su lucha y su cultura, despertando interés en campos como el arte, la ciencia, la docencia, y otros que por diversas razones encontraron en su saber una identificación”, expresó Zeising en una entrevista con Télam.

El documental narra la historia de Blas Jaime, un jubilado oriundo del litoral argentino, ex predicador mormón y último heredero del pueblo Chaná -etnia nativa de América del Sur- que guarda el idioma y cultura de su comunidad.

Palabras que asombran

En una publicación de La Nación que lleva la firma de  Daniel Tirso Fiorotto, corresponsal de ese medio en la provincia se puede conocer más de la vida de Blas Jaime.

“…Fornido, de piel oscura y estatura de mediana a baja, es tataranieto de Nicasio Santucho, un indio ermitaño de Nogoyá, y aunque sólo terminó segundo grado posee vasta cultura. Vive en el humilde barrio El Morro, al pie de una barranca, y se expresa con un tono apacible.

Dice que para el chaná el zorrino es un «negrito de mal olor», velá é uticá taé, donde «velá» significa negro, «é» es un diminutivo, «uticá», olor, y «taé», malo, feo. «Adá» significa mujer. «Adá e», nena. «Tató» significa macho. «Ití», leche. «Atá», agua. El carpincho es un «gordo del agua», ianá atá. Y la laguna es «agua que no camina»: atá re nderé. El puma, un «gato grande amarillo», vuní ó añí, donde «ó» es un aumentativo. Oyí liunal es la hormiga carnívora. Neide es la trampa, sea para mbalatá o ichí (animales o peces). Y neide abay

s la telaraña. Beada es la madre; beada a, la tierra, y vanatí veada, el árbol: hijo de la tierra. Yogüin, fuego, y vanatí yogüin, humo.

Para decir «yo hablo la lengua chaná», Jaime pronuncia: mití ová lantec yañá. Y para decir «qué lindo día»: oblí ocó og dioí.

La lista de expresiones es muy larga, y la investigación recién empieza. Sólo media docena de términos coinciden en principio con los registros del padre Dámaso Antonio Larrañaga, obtenidos de ancianos chanás en 1815. Pero Viegas Barros apuntó un detalle muy significativo: hay términos registrados por Larrañaga que podrían encontrar explicación en la nueva versión de Jaime. Ocurre con el verbo timotec, oír. Jaime agrega que timó significa oreja, y que lantec significa hablar. «Tec sería un sufijo que no fue notado ni analizado por Larrañaga, y el habla de don Jaime nos permite entenderlo», señala Viegas.

Ocurre algo parecido con otras expresiones. Jaime sostiene que tijuí significa padre, y nem espíritu, padre de los espíritus. Así como aparecen estas perlitas, también Viegas admite que hay palabras usadas por Jaime que son «desconcertantes».

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