Conmovedor: Donó parte de su hígado a su sobrinita adoptiva para que sobreviva

El caso es milagroso porque eran casi nulas las posibilidades de compatibilidad. Además, realizaron trámites legales ante la Justicia, la que finalmente respaldó «los lazos familiares y la solidaridad». Un hombre, que podría llamarse Pedro, le donó a una beba de 21 meses, que llamaremos Lucía, parte de su hígado.o_1524059953

El caso constituye casi una rareza porque se trata de un donante de órganos vivo no relacionado familiarmente con la receptora. De hecho, la Justicia entrerriana tuvo que autorizar la operación, única posibilidad de sobrevivir para la pequeña.

El trasplante tuvo lugar el 28 de febrero en el Hospital Gutiérrez. Doce horas de cirugía para ella. Ocho horas de cirugía, antes, para él.

Él es de agua y tierra adentro, en el Delta del Paraná. Ella no es de aquí ni es de allá, diría Cabral: su mamá, con alas de golondrina, llegó un día al sur entrerriano, la tuvo y se marchó, y Lucía quedó allí, en brazos de una vecina que la amó desde el principio y la asumió en su alma y en su hogar.

Pedro -en el expediente figura sólo con iniciales para proteger la identidad de la paciente- no es pariente de la beba. No muestra rasgos excepcionales de personalidad. No: apenas un hombre del pueblo, un trabajador cuyo hermano y cuñada tienen en guarda a Lucía, a quien quieren adoptar. Tiene claro que se someterá a una intervención compleja y acepta las complicaciones que puedan surgir. «Porque ella ya es como mi sobrina. Ella es familia», dice.

Y allí están. La madre que no es la madre pero vibra como madre, y la bebita que ya es la hija aunque los papeles todavía no lo digan. «Seguimos internadas en la Unidad de Infectología del Hospital Gutiérrez», dice la mamá. Y lo dice así, en plural, como si ella también estuviera internada. Es que mucho de ello hay. Porque María, la mamá, no se mueve de al lado de la cama de Lucía, la beba intervenida que recibió un trasplante hepático hace menos de dos meses y que viene soportando algunas complicaciones. «Está mejor, se está recuperando de una neumonía y una infección en la panza producto de las perforaciones intestinales», cuenta María. «Ella lucha contra sus enfermedades. Yo sólo la acompaño en su lucha, es ella la que pone su cuerpito».

El tío del corazón que resultó ser el salvador

Lucía nació en junio de 2016 en Ceibas, sur entrerriano. Su madre la abandonó de inmediato. La niña quedó a cargo del matrimonio vecino (digamos, Juan y María), que aceptaron a la beba y la cuidaron. A los tres meses, Lucía fue diagnosticada de atresia de vía biliar extrahepática (su hígado no produce bilis, indispensable para digerir los alimentos). Una afección crónica y progresiva que demandó tratamiento frecuente en el Servicio de Pediatría del Hospital de Niños «Ricardo Gutiérrez», en Buenos Aires (que el matrimonio asumió a su cargo). Se le practicó allí una cirugía llamada «Kasai» que no dio resultados. La prescripción médica fue contundente: trasplante de hígado, «único tratamiento» para «garantizar la sobrevida» de Lucía. uan y María decidieron adoptar a Lucía. Pero la ley prohíbe la entrega directa de bebés (para evitar el robo y comercio). Se requiere inscripción en el Registro de Adoptantes y aguardar en listas de espera. Dadas las necesidades especiales de Lucía, el caso llegó al Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia (COPNAF), el cual resolvió que Juan y María tuvieran a la pequeña en «guarda». En junio de 2017 se aprobó además el estatus de adoptabilidad de la beba.

En la historia entran en juego, una tía de Lucía, quien inicialmente se interesó en «hacerse cargo» pero luego, al conocer las complicaciones de salud, resolvió «no reclamar a la niña». Lo mismo sus abuelos.

En tanto, la condición de Lucía se volvió urgente y los futuros padres adoptivos se hicieron pruebas de compatibilidad para ser donantes, que resultaron negativas. Fue entonces cuando Pedro, hermano de Juan, decidió probar. Y resultó compatible.

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